Capitulo 17

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Capitulo 17: Soy suya y él es mío

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Capitulo 17: Soy suya y él es mío.

Robb había partido hacia el lugar donde iban a casarse y Aurora sentía que todo parecía una locura de jovencitos, que deseando llevarle la contraria a sus padres, hacen lo que quieren. Pero ella sabía que no era así, ella amaba a Robb y estaba totalmente segura de que jamás había amado de esa forma, de una que solo se puede sentir una vez en la vida, un amor que todo lo consume y todo lo entrega, Robb sacaba lo mejor de ella y también lo peor. No le importaba su procedencia, ni su familia en el otro mundo, ella sentía que pertenecía ahí y no quería volver atrás, su vida estaba ahora con su futuro esposo y Rey de todo el Norte.

Marlene termino de cepillar el cabello de Aurora y la ayudó luego a ponerse la capa para el frío sobre los hombros, montó su caballo y cabalgó en compañía de su doncella hacia el lugar donde Robb iba a estar esperándola.

No se sentía como en las bodas del mundo de donde vino, la sencillez agrandaba todo el enorme sentimiento que surgía desde un rincón de su vientre y fluía a través de su garganta, haciéndola sentir una sensación nauseabunda provocada por los nervios, una sonrisa escapó de sus labios cuando su doncella la ayudó a bajar del caballo y sus ojos vieron al final de un camino iluminado de antorchar a Robb, junto al maestre que iba a oficiar la ceremonia. Él tenía las manos juntas sobre su vientre y parecía tieso como una roca, no se necesitaba ser vidente para saber que él también estaba nervioso.

Aurora sonrió ampliamente.

Todo era tan hermoso, tan sencillo, tan... personal. Solo ellos dos y su amor.

Marlene enganchó su brazo junto con el suyo y la llevó por el sendero hacia su amor.

—No esté nerviosa, mi lady — le tranquilizó ella — Nuestro Rey la ama, yo no tengo duda de eso.

Marlene le dio una sonrisa tranquilizadora a la chica y se detuvo cuando llegó junto a Robb, la doncella puso la mano de Aurora sobre la de Robb mientras ambos enamorados se miraban a los ojos como si solo estuvieran ellos dos; el maestre les comenzó a leer algo en voz alta pero ninguno de los dos escuchaba, sus ojos no dejaban de verse el uno al otro, aun con los guantes en sus manos Robb sentía el calor de los dedos de la que en pocos minutos iba a ser su esposa.

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