Capítulo 4: Bomba humana

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Su piel había palidecido un poco, su mente trataba de buscar alguna explicación lógica a lo sucedido, pero era incapaz de hallarla

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Su piel había palidecido un poco, su mente trataba de buscar alguna explicación lógica a lo sucedido, pero era incapaz de hallarla. ¿Qué había hecho mal? ¿Es que no debía haberse juntado con aquel hombre? Cientos de preguntas como aquella cruzaban su cabeza con rapidez.

Por Dios Aya... Abre los ojos.

- Eres una zorra. ¿Después de todo lo que he hecho por ti, me haces esto? ¿Desde cuándo os veis a escondidas?

- ¿Vernos a escondidas...?- Repitió en un hilo de voz la pobre muchacha.- Pero si apenas le he visto dos veces.

Sus ojos esmeralda se entrecerraron cuando por fin comenzaba a pensar con mayor claridad. A su juicio, y también el mío, ella no había hecho nada malo, no había ninguna razón lógica por la que Kazuo debiera actuar así, y el ardor que sentía en su mejilla por el golpe hizo que sintiera algo de rabia. La verdad es que la había hecho bastante daño, sobretodo porque aquel hombre hizo uso de su chakra para golpearla con mayor fuerza.

- He visto como os mirabais, ¿acaso me tomas por idiota?

- No, pero ahora me haces dudar en si lo eres o no.- Contestó, apartando la mano de su mejilla para vislumbrar su rostro en el reflejo de un espejo que había colgado en la pared.

Su piel, usualmente clara, estaba teñida de un rojo intenso. La superficie de su piel ahora estaba adquiriendo una inflamación, y para colmo, su cabeza pinchaba a causa del golpe que se había dado contra la pared tras el impacto.

No podía creer que su chico la hubiera causado aquello. Nunca había sido así con ella, pero últimamente su comportamiento iba a peor, sobretodo desde que se mudaron juntos. El problema era que Aya era incapaz de culparle a él directamente. Por unos instantes pensó que podría ser su culpa por haberse distanciado de su persona, que quizá solo fuera porque pasaban demasiado tiempo separados, pero sabía que aquellas no eran formas de tratar a nadie.

De igual, la respuesta que Aya le había dado no le agradó en absoluto, por lo que pronto se preparó para agarrar a la muchacha por el chaleco y atraerla hacia él, pero Aya no era una idiota, ni tampoco se iba a dejar golpear de nuevo. La mano de la mujer fue más rápida, atrapando la muñeca de su chico antes de que pudiera hacer nada.

- ¿Cómo puedes ser tan estúpido?

Eso mismo nos preguntamos todos...

- No, ¿cómo puedes ser tan cabrona como para hacerme esto?

- ¡Me paso todo el maldito día trabajando en ANBU! ¿De veras crees por un maldito instante que tengo tiempo siquiera para fijarme en alguien?

Kazuo destensó su cuerpo unos instantes, viendo como los ojos de la mujer se cubrían por una fina capa de amarga agua, pues aquel manto de cristal era ocasionado por la rabia que sintió en ese momento.

Aya soltó de golpe el agarre que tenía sobre él. Quería salir de aquella casa, poder descansar en paz por una vez en todos estos días, porque desde aquella primera noche de retorno no había tenido ni un momento de tranquilidad. Siempre acababa haciendo lo que Kazuo la indicaba, pero ya no podía más. Necesitaba tiempo para si misma, un tiempo que desde luego él no la iba a proporcionar.

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