Capítulo 28: pérdida

82 12 216
                                    

Su respiración se había vuelto bastante inestable, aunque aún parecía estar tranquila. Sus ojos miraban con incredulidad al hombre plantado en la entrada de la habitación. Después de casi tres meses, allí estaba de nuevo aquel que creyó amar tiempo atrás. 

— ¿Qué significa todo esto?— Cuestionó en voz baja.

Los demás tan solo miraban la escena, alguno que otro daba un paso hacia el frente con la intención de atraparla. Aya miró de reojo la ventana que estaba abierta y dio un paso hacia ella. Era consciente de que los enemigos sabían que sus intenciones eran escapar por aquella apertura, no creía que, con todo el caos que había escuchado, solo hubiera unos cinco soldados en la habitación. Estaba segura de que pronto tratarían de interceptarla a través de su única salida. 

Pero... ¿Realmente debía escapar? La vida de su hijo dependía de ella, tenía miedo de hacer movimientos bruscos y que todo acabara como no debía. 

— Debemos marcharnos de aquí, cariño. Se avecina una guerra, pero no tiene nada que ver con nosotros. Juntos nos iremos a otro lugar cuando todo esto acabe, y seremos felices como la familia que siempre hemos sido. Nada puede separarnos a ti y a mi. Nada. 

Las palabras de Kazuo no aliviaban a la chica en absoluto. ¿Una guerra? ¿Irse? De forma sutil, los hombres de su alrededor volvieron a dar un paso hacia ella. Casi como una medida desesperada, Aya se acercó con agilidad hacia la ventana y se apoyó en el borde. 

— ¡¡No!!— Escuchó gritar a Kazuo. 

Los soldados se habían acercado más a ella, pero aún había espacio suficiente para que no la pudieran atrapar. 

— Ni un paso más...— Susurró la chica. 

Kazuo hizo una señal a los demás para que se relajaran y él mismo dio un paso al frente.

— Aya, mi amor... Debes acompañarme, no te imaginas cuánto te he echado de menos. 

Los ojos verdes de la chica miraron por la ventana con rapidez, no tardarían mucho más en interceptarla y debía decidir qué hacer. Si se escapaba, pondría en peligro la vida de su hijo, pero si permanecía allí y aceptaba ir con él, tampoco podía estar segura de que su vástago sobreviviera, y encima tendría que escapar. 

Desde luego el pánico la estaba obligando a querer tomar una medida desesperada. 

— No quiero ir contigo... No quiero saber nada de ti.— Logró formular mientras que se apoyaba aún más en el borde de la ventana.

La sonrisa de amabilidad que había en el rostro del Hyuga fue desapareciendo poco a poco, hasta que sus ojos se posaron en ella de manera seria y decidida.

— Eres mía, incluso llevas en tu interior algo que me pertenece. Tendré que enseñarte modales de ahora en adelante.

Esas palabras trajeron consigo imágenes que invadieron la mente de la chica. ¿Cuántas noches había pasado a merced de aquel individuo sin ser capaz de quejarse? ¿Cuántas estaba dispuesta a vivir junto a su hijo si dejaba que la atraparan? Aún recordaba los golpes, los impedimentos, la opresión. ¿Acaso quería que su hijo obtuviera tal vida? 

Suponer que podría salir con vida si dejaba que la atraparan, era demasiado suponer. Sintió como una parte de ella se desmoronaba en su interior, pensando que, eligiera lo que eligiera, la vida de su pequeño ya estaba destinada a acabar. 

Las lágrimas amenazaron con salir por la cuenca de sus ojos, pero tal acción no sucedió. La adrenalina que segregaba su cuerpo comenzaba a hacer efecto, y desde luego estaba más que preparada para salir de allí. Era rápida, y era consciente de ello, por lo que tendría una pequeña ventaja para huir. 

Lazos oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora