Capítulo 32 El comienzo de la guerra fría.

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Voldemort apartó la vista de nosotros, examinando su cuerpo y asintiendo con satisfacción, que diva.

No hizo el menor caso cuando caminó a lado de Colagusano que se retorcía en el piso haciendo honor a su sobrenombre, cuando llegó al lado de Aaron, le regaló una siniestra sonrisa para después volver su atención a nosotros.

-Señor...- rogó Colagusano- me prometió... me prometieron...

-Levanta el brazo.- su voz fría me hubiera causado un escalofrío sino conociera a seres más malvados y poderosos que él

-¡Ah, señor... gracias, señor!

Aún en el piso, levantó su muñón ensangrentado, de reojo pude ver la mueca de asco que hacía Harry.

Voldemort rodó los ojos.

-¡El otro brazo!

Colagusano sollozó.

Se ve que era Gryffindor, pensé con sarcasmo.

-Amo, por favor... se lo ruego.

Con una clara molestia, Voldemort se inclinó hacia su vasallo, le tomó el brazo y alzó su túnica lo suficiente para mostrar lo que en el mundo muggle bien podría pasar por el símbolo de una banda criminal, pero aquí, en el mundo mágico, eso era mucho peor: una marca tenebrosa. Hace un tiempo, en uno de nuestro bueno momentos (la semana pasada), le pregunté a Severus sobre su marca tenebrosa, él sin nada de entusiasmo me la mostró y contó que era el símbolo de los mortifagos y que cada partidario de Voldemort tenía ése símbolo, sin embargo, su marca no estaba tan oscura cómo esta, la calavera y serpiente estaban mucho más marcados, el color negro era mil veces más intenso esta vez.

-Ha retomado su forma- dijo con voz intranquilamente suave-. Todos se habrán dado cuenta y ahora veremos, ahora sabremos...

Apretó su dedo índice en la marca de Colagusano.

La cicatriz volvió a doler interrumpiendo mi pensamiento de porqué no le pedía a Aaron su marca, ¿será que...?

Con una satisfacción notablemente cruel, Voldemort miró al cielo y susurró para sí mismo:

-Ahora veremos quién tendrá el valor de volver, y quien estará tan loco para no hacerlo.

Con esas palabras me hizo rogar a los dioses que Severus no viniera, no sabría cuáles serían las indicaciones que Dumbledore se atrevería a darle, pero rezaba porque no fueran exponerse y venir, no estaba segura si lo haría, pero si se encontraba con nosotros en esta situación, estaba casi segura que intentaría ayudarnos, lo cual sería su sentencia de muerte.

Con esta línea de pensamiento me pregunté si en Hogwarts ya se habrían dado cuenta de que algo iba mal, terriblemente mal.

<<Harry>> le llamé. No respondió. Al parecer estaba lo suficiente en shock como para que su instinto de supervivencia funcionara.

Estaba sola.

Sabía que tenía que formar un plan. Sabía que tenía que encontrar una manera para sacarnos vivos de aquí y llevar a Cedric a un lugar en donde le pudieran brindar ayuda. Sabía que debía hacer algo, pero el enorme agujero que sentía en el pecho abarcaba la mayor parte de mi atención, nublando mis sentidos y pensamientos.

Voldemort comenzó a caminar de un lado a otro, intercambiando miradas entre el cementerio, Aaron, Colagusano, Harry y yo.

-Estás sobre los restos de mi difunto padre, Harry- se atrevió a hablarle-, en cambio, Lilian, tuviste la amabilidad de colocarte a un lado para no mancharla de tu bastarda sangre.- le miré con odio- Él era muggle al igual que su despreciable madre, pero al final no resultaron ser tan inútiles, ¿no? Su madre murió por ustedes y mi padre me regresó la vida.

Los mellizos Potter y el Cáliz de Fuego. (Cuarta Temporada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora