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kim junmyeon
Los viajes, las ciudades, culturas, costumbres. Todas aquellas formas de descubrimiento y experimentación. Eran de los que más mi vida tenía, y mi trabajo hacía.
Cuando fui a elegir mi carrera, con lo menos que había decidido hacerlo era por el turismo, que ahora mismo era lo que más me encantaba hacer. Lo había elegido por la cantidad de experimentación que podía tener a lo largo de mi vida, y también de los numerosos viajes que podía sacar de esta, y las relaciones que podía hacer. Claro, era algo que me gustaba. Y de lo que podía sacar mayor provecho.
Aún no terminaba mis estudios, estaba terminando mi tesis. Y mientras tanto, tengo un trabajo en una compañía de viaje. Patrocinaba viajes de caridad, y comúnmente viajaba a distintos pueblos para aumentar el turismo. Y que, a pesar de todo el turismo que he hecho en todos los lugares que he viajado, aún no me conozco a mi mismo.
Todas las noches me acostaba tarde pensando si realmente estaba siendo yo mismo. Si yo tenía un problema, y no las personas a mi alrededor. Si estaba siendo feliz. O al menos, haciendo las cosas que me hacen feliz.
Mis padres estaban viviendo en lo más alto de su matrimonio, estaban siendo felices, mis hermanas estaban bien, unas casadas, otras estudiando en el extranjero. Yo no debo preocuparme por un trabajo una vez termine la universidad, ya que, ahora mismo, lo tengo. Tenía estrecha relación con amigos y familiares.
Pero la vida de Kim Junmyeon, en cuanto el amor, era solitaria. Siempre había asistido a citas a ciegas, que nunca salían bien. También ingresado a páginas para conocer gente, y también había sido nula. Me he confesado, y a la misma vez sido rechazado. Había dado mi primer beso gracias a que en su cumpleaños número 17, en un juego con la botella, una chica que no conocía lo beso, pero no supe más de ella hasta el sol de hoy en día.
Yo creía que la única cosa que no lo hacía sentir completo, era aún no estar enamorado o que alguien se enamore de mí.
—¡Hani! —Grité con fuerza, haciendo que la chica que entraba por el pasillo casi tire su café.
—¡Maldición! —Chilló, mientras revisaba que su camisa blanca no tuviera ni una mancha. Me miró molesta, irritada y alterada como siempre—, ¿Qué? ¿Por qué sigues aquí? Tienes dos semanas libre, tengo vacaciones de ti.
—Ya te extrañaba. —Le respondí dándole una leve sonrisa—. ¿No me extrañabas?
—No. —Negó con la cabeza, siendo seria y dándole una sonrisa profesional.
—Sé que lo hiciste. —Asentí mientras comenzaba a caminar detrás de ella. Compartimos oficina, y somos del mismo equipo, por lo qué, siempre la tenía al lado—. Igual, solo vine a buscar mi laptop, la dejé aquí antes de irme.
