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narración especial:
oh sehun
Apagué la televisión una vez que estaba listo para irme a la universidad. Tomando mis llaves y llevando mi billetera en mi bolsillo, tomé mi mochila y salía de la habitación, encontrándome con Vivi jugando con una de mis pantuflas viejas en el pasillo. Viéndome pasar, me siguió esperando por mis acciones.
—Vivi, quieto. —Respondí, mientras intentaba que me hiciera caso (cosa que con dificultad pasaba), siguió brincando a medida que bajaba la bolsa de alimento y empezaba a servir en su plato—. No te lo comas todo ahora, hoy vendré tarde.
Quizás empezaba a volverme loco queriendo que Viví alguna vez me respondiera a lo que le decía. Pero básicamente, me ignoraba a tiempo completo. Y algunas veces, cuando tenia los suficientes ánimos, me hacía caso. Tomando las llaves de mi motocicleta y metiéndolas a mi bolsillo, entré al elevador para bajar al sótano.
Revisando los mensajes en mi teléfono, eran los mensajes de mi madre preguntándome sobre las clases, todos los grupos en los que estaba metido y también algunos mensajes de chicas que no sabía de dónde habían sacado mi número, pidiéndome salir con ellas o intentar entablar una conversación. Solté un suspiro, sin ver ninguno lo suficiente importante, bloquee mi teléfono para meterlo en mi bolsillo. Una vez poniéndome los audífonos en los oídos y subido en mi moto.
Dando una breve explicación familiar, soy el menor —y el más guapo— de una familia disfuncional. Aunque, realmente no hablo de mi familia con casi nadie, por lo que no abundare en el tema por un tiempo. Pero digamos que, mi familia espera que me supere cómo persona, y que también deje de reprobar materias y repetirlas —no lo conseguirán pronto—, no eran necesariamente envueltos con mi vida. Si admito que vivo una vida en comodidades, gracias a que mis padres trabajan para el estado –y uno que otro negocio– puedo darme varios lujos que no todos podrían a mi edad.
Algunas veces salía en mi motocicleta, otras veces tomaba el auto, pero casi siempre usaba el metro o el autobús para llegar. Aunque siempre tomaba la motocicleta cuando no quería llegar tarde o tener que esperar demasiado en el tráfico.
Baje la velocidad estando cerca de la universidad, mirando la parada de autobús. Dónde vi a una figura que se me hacía conocida bajarse del autobús con los audífonos en sus oídos y su mirada directa al piso. Y por si fuera poco, no pude reconocerla mucho porque traía —nuevamente— el pelo tapándole la cara.
Sin embargo, aunque me preguntaba dónde había estado la última semana, la respuesta me parecía aún indescifrable, pero no iba a tomar mucha presión en aquello. Tenía cosas que hacer por su cuenta, como todo el mundo.