13. Se acabó la primavera

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–¿De dónde vienes?–fue lo primero que escuchó Alexander Cassidy después de entrar en su casa y despachar su abrigo. El mayor de los escoceses esperó durante largo rato a que él llegase, y ahora se apoyaba contra el mueble-bar, de brazos cruzados, y mirada interrogante.

–De pasear.–Alexander estaba de muy buen humor, y no dejaría que nadie se lo arruinase. De hecho, seguiría jugando a enfadar al duque con sus respuestas vagas.

–¿Con quién? No nos has dicho nada.

–Pareces una esposa celosa que acaba de pillar al marido poniéndole los cuernos, Paul.–su tono jocoso no mejoró el humor de su amigo–.Vengo de estar con mi prima y sus amigas.

Un tenso silencio se extendió por la habitación. El futuro conde de Lancashire sabía que el escocés estaba controlándose mentalmente para no dejar salir todo su temperamento.

–¿Estaba lady Sophie allí?

–En efecto, tan encantadora como siempre.

¡Oh la la! ¿Qué es esta reunión secreta?–exclamó Gaspard, olvidando una vez más la educada costumbre de llamar a la puerta. Se dirigió hasta el puesto de Paul y tomó una copa de brandy–. ¡Regresaste, Cassidy! Una de mis damas me dijo que te vio muy bien acompañado hoy. ¿Es cierto que le compraste un nuevo sombrero a lady Sophie?

Los otros dos se miraron entre ellos; la situación se había vuelto más incómoda. Paul Graham no daba crédito, ¿su amigo, comprándole ropa a esa descarada? ¿No estaba de acuerdo en que había que darle un escarmiento? Cassidy rehuía su mirada, lo que delataba culpabilidad y vergüenza.

–Oh, vaya, ¿no debería haber dicho eso?–Vignerot interrumpió el momento, fingiendo estar arrepentido.

–Entiendo. Buenas noches, caballeros.–fue lo único que respondió el duque de Montrose, saliendo de la estancia sin mirar a nadie.

Cassidy parecía haber arrojado vinagre a una herida profunda,provocada por lady Sophie, Mentiría si dijese que no se sentía traicionado en esos momentos, por ambas partes: por un amigo, que se suponía que estaba de su lado, y por la casi obligada educación que las damas debían poseer frente a un noble de su clase. Sin embargo,podía imaginárselos con claridad, paseando muy cerca uno del otro,riendo y criticando al escocés. Porque ellos dos se creían tan perfectos, que alguien salvaje y orgulloso como él no sería más que un saco de defectos.

Kirk, el callado y tranquilo Kirk, fue el único que escuchó la confesión de su hermano, que juró mantener en secreto. Éste no dijo nada, sólo puso su mano en el hombro de su hermano como símbolo de apoyo.

Kirk sabía que algo así pasaría, y eso tan sólo era el comienzo.Por supuesto que su hermano necesitaba una lección; estaban de acuerdo, pero nunca le pareció apropiado mezclar a nadie en sus planes. Lord Cassidy era un fuerte competidor; su hermano y él estaban siempre en una lucha amistosa para ver quién superaba a quién, y eso era viable siempre que no hubiese sentimientos por en medio. Si Alexander comenzaba a cortejar a la dama, gustase su hermano o no de ella, acabaría perdiendo su amistad.

Un engaño para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora