34. Intento frustrado

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Bueno, bueno

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Bueno, bueno...¡estoy a punto de terminar la historia! (No de publicarla, tranquilos/as, ¡jajajaj!) Terminaré con unos 70 capítulos más o menos, aunque aquí intentaré juntar dos o así para que no se os haga demasiado larga, aunque me cuesta porque me gusta separarlos según las escenas. Ya está más que pensado el final, y a mí me encanta :D 

Os adelanto (con mucho tiempo, es verdad xD) que quizá incluya un epílogo y un par de capítulos extras con alguna historieta complementaria. Todo esto si os interesa, pero ya os lo iré preguntando a medida que avance la historia.

Por cierto, a partir de aquí empezarán los diálogos en gaélico entre algunos de los escoceses. Como yo de gaélico no tengo ni idea, de Google Traductor no me fío, y creo que si pusiese la conversación original y después la traducción, la lectura sería un rollo, he decidido poner las conversaciones en gaélico en cursiva. El resto irán normales. 

Aquella noche Sophie no pudo dormir debido al mal humor. Se sintió un poco culpable cuando escuchó a su doncella abrir despacio la puerta para no despertarla, y desvestirse a oscuras. Mentalmente, se anotó disculparse con ella y contarle sus planes. Sí, tenía un plan.

No quería llegar a Escocia, no quería casarse con un hombre que seguramente no la amaba y que, además, la había engañado; no quería seguir discutiendo y sufriendo por su culpa. Así que aprovecharía su bendición, y prepararía un plan de huida (o más bien, improvisaría un plan de huida). Huida, porque no pensaba despedirse: sabía que, por mucho que el duque hablase, ni muerto permitiría que se le escapase de las manos.

Claro que no se libraba de su lucha interna: ¿debería hacerlo? Sí, estaba muy indignada, no soportaba una situación en la que evidentemente ellos no se aguantaban... ¿cómo iban a convivir, teniendo esa falta de confianza? No podía pasar el resto de su vida así.

Pero también estaba la parte preocupada de Sophie...aquella que quería seguir intentándolo, conociendo al duque; la que, por desgracia, se dejaba arrastrar por sus hechizantes ojos y su aspecto de guerrero mítico. Su pequeña conciencia, que tomaba prestada la voz de su padre, le decía que todo el mundo merecía una oportunidad.

No lo pensó demasiado, porque si no la noche se acabaría y su momento también. Sigilosamente se levantó de la cama cuando la respiración de su compañera era suficientemente profunda para que sus pasos no la despertasen. A oscuras, tomó como pudo una bolsa en la que metió parte del dinero que traía encima y una muda de ropa. No podría llevar demasiado consigo, pero confiaba en que su doncella le traería el resto de vuelta a casa.

Con el macuto al hombro, echándose una capa por encima, salió despacio de la habitación vigilando a ambos lados del pasillo. Aún había algunas luces prendidas y se escuchaban las voces de los hombres más juerguistas, ahora con menos volumen, ya que era hora de que todo el mundo se retirase a sus aposentos.

Un engaño para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora