27. Una espera interminable

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Este y los próximos dos capítulos son bastante cortitos, pero me gusta dejar un poco de "cliffhanger", porque si no se hacen muy aburridos

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Este y los próximos dos capítulos son bastante cortitos, pero me gusta dejar un poco de "cliffhanger", porque si no se hacen muy aburridos. 

De nuevo agradeceros todo el apoyo en forma de comentarios, votos y demás :D ¡Sois increíbles!

Tres días. Tres días habían pasado desde la gran conmoción en casa de Alexander Cassidy, que sirvieron para volver loca a lady Sophie, confinada en su casa lejos de las murmuraciones. No, esa situación era demasiado para ella; estaba avergonzada por ser tan imprudente y por los comentarios que pudiese escuchar.

Ya no era sólo su carácter el que estaba en duda, sino su comportamiento. Y ella siempre se había jactado de tener un comportamiento ejemplar, salvo en las ocasiones en las que el duque la provocó. Bueno, esa no dejaba de ser una provocación más, pero con unas consecuencias bien distintas...

Lady Angela, por supuesto, cuando salió de la casa esa noche no le dirigió más que una mirada envenenada. No había recibido noticias de ella sino por Lucy, quien por carta le informaba de todo lo que se rumoreaba.

"Sophie, iremos a visitarte pronto. Quiero que sepas que ni Jacob ni yo estamos contra ti ni mucho menos, pero estamos preocupados por tu sentimientos y tu condición ahora. La gente dice que eres una seductora y que engañaste al duque y a lord Cassidy, entre otras muchas cosas[...]

[...] Angela no quiere mandarte cartas, pero terminará razonando. Nosotros hemos hablado con ella para explicarle un poco la situación, pero espero que podáis hablar antes de que sea demasiado tarde."

No entendía muy bien a qué se refería su amiga con "demasiado tarde", pero lo sospechaba. En realidad, era la única opción que tenía para librarse de todos los comentarios prejuiciosos: que el duque le ahorrase la vergüenza pidiéndole matrimonio.

Sin embargo, había pasado tres días sin noticias de él, y eso era lo que más miedo le daba. ¿Se habría vuelto él ya a Escocia, dejándola en la estacada frente a la crítica sociedad? ¿Estaría arrepentido de sus actos, y se habría fugado sin avisar? ¿Pensaba ignorar el escándalo, y hacer como si no le afectase?

"Ah, él mismo dijo que en Escocia las cosas eran diferentes...las muchachas podían besarse con cualquiera y no pasaba nada", recordó mordiéndose las uñas de puro nerviosismo. ¡Ella estaba en Inglaterra! Allí el mundo funcionaba de otra manera, y si él se acogía a las normas de su país...bien, sería una bonita solterona.

Después de la ansiedad pensando que tendría que vivir sola toda su vida, acompañada de perros y gatos, le sobrevino otra pregunta a la mente: ¿realmente quería casarse?

Era una pregunta de difícil respuesta, teniendo en cuenta que sería él, el hombre con quien se había peleado los últimos meses, su futuro esposo. No entraba en su mente la idea de los dos bien vestidos frente a un altar, pronunciando palabras de amor en lugar de comentarios desdeñosos.

"Pero eso es sólo culpa de tu amargado carácter, querida", le recordó su traicionera mente.

Sí, claro que lord Graham podía decir palabras bonitas, ya lo había demostrado. Y por supuesto que ella podía sentir mucho por él, pues sino no le hubiese rogado que se quedase. El problema sólo era que lady Sophie tenía miedo de que nada de eso fuese real, que se tratase de un capricho pasajero o de que él fuese un buen actor con una segunda intención, por culpa de los intercambios nada amigables que habían mantenido en el pasado. Convertirse en uno de esos matrimonios que hacían vidas indiferentes, se ignoraban a la hora del almuerzo o mantenían varios romances a espaldas del otro, no entraba en sus planes de vida.

Pensar en cómo sería su vida dentro de un año no tenía sentido, así que, siendo práctica, se centró en el problema actual: librarse de esos comentarios maliciosos. Quizá si el duque pedía disculpas públicamente, o seguía con el cortejo de lord Cassidy...No, no, ¡ninguna de esas dos cosas pasaría!

Bajó al comedor a comer con sus padres, ignorantes de cualquier comentario que circulase sobre ella. Por suerte, el servicio también era muy leal y no escuchaba chismes que los otros sirvientes escuchaban de sus empleadores. Tendría que decirles la noticia en algún momento, sobre todo si el duque decidía no aparecer, pues en algún momento tendría que regresar a la vida social en nombre de los Collingwood.

–Padre...Madre...tengo que contaros algo.–comenzó sonando casual, pero la culpa al recibir las miradas de sus padres se hizo presente y su voz fue perdiendo fuelle.

–Dios mío, pediré a Doris que nos traiga vino, nos hará falta.–dijo inmediatamente su madre, asustada. Su padre también se había puesto en lo peor, y se atusaba el cabello con impaciencia, frunciendo un labio.

–¿Qué ha sido esta vez, Sophie? ¿Le has dicho a la Reina que no te gustaba su peinado?

–No, un poco menos grave...

–¿¡Un poco sólo!?

–Por favor, escuchadme.–rogó desesperada. Necesitaba primero el apoyo de sus padres, no su bronca–. Quería deciros que me parece que el cortejo con lord Cassidy se ha...terminado.

–Ah bueno, ni tan mal.–dijo la madre, sirviendo ya tres copas–. ¿Y por qué exactamente, querida?

–Pues...es que...

–Suéltalo ya, hija. Se me va a caer el pelo de los nervios.

–¡Pues es que pilló al duque de Montrose besándome!–exclamó de un tirón. El barón y su esposa abrieron los ojos a la vez en un gesto muy cómico.

–¿El duque de Montrose no es ese escocés al que habías llamado "salvaje"? ¿Cómo ahora te besa, hija?

–¿Te besó, u os besasteis?–precisó su padre con una ceja alzada. El rubor de las mejillas de su hija la delató–. Bueno, está bien. Comprendo. ¿Cuál es la mala noticia, entonces?

–Que llevo tres días sin saber nada de él y la gente hace comentarios.–respondió, sorprendida por la naturalidad con la que lo habían aceptado. Su madre había bebido un sorbo de vino por pura degustación, y ninguno parecía demasiado alterado. A decir verdad, ya se lo veían venir, pero no le dijeron nada a Sophie.

–Entiendo. Así que estamos esperando una petición, ¿verdad?

–S-sí...

–Bueno, no te preocupes hija, llegará cuando tenga que llegar.–su padre le sonrió afablemente y cogió su mano por encima de la mesa.

Doris entró en la cocina cuando el ambiente ya estaba calmado y con la noticia casi olvidada.

–Señores, tienen visita.

No es que Sophie de repente esté increíblemente enamorada del duque, no...Simplemente se ha dado cuenta de que tiene "sentimientos" (algo muy confuso, sí) Pero vamos, que lo de tener que casarse la ha pillado de sorpresa. 

¡Qué malo es el duque haciendo esperar! Vamos a ver qué pasa en el siguiente...

Un engaño para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora