37. La modista de la duquesa

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¡Bueno, bueno, bueno

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¡Bueno, bueno, bueno...estoy alucinando! Me he desconectado estos días para tomarme unas pequeñas vacaciones por Pascua, y lo que me encuentro: casi 500 notificaciones y un montón de visitas y votos :D 

Quiero daros las gracias a todos/as los que os habéis incorporado recientemente por disfrutarla conmigo, dar vuestros votos y opiniones, y seguirme. Espero que os continúe gustando la historia :) Ya estamos aumentando la familia, pero también mando mis gracias a aquellas personas que llevan más tiempo ;) 

Centrándonos en el capítulo (que siento subir tan tarde...): nos encontramos con la segunda ronda de "acercamiento no-ofensivo" entre Paul y Sophie...está claro que dejándolos solos, las cosas van un poco mejor ;)

Paul Graham había revisado la limpieza de la cubertería de plata, la vajilla, las alfombras, las estatuas y tapices, los muebles y todos los cuartos por lo menos cuatro veces, sacando algún defecto e incluso colocando él mismo algo que no le gustaba. Todo para alargar el tiempo y alejar de su mente el hecho de que tenía que acompañar a lady Collingwood de compras.

–¿En qué momento propuse algo así...? ¡Ni siquiera me gusta ir de compras!–susurró con la mirada perdida en un espejo francés renacentista colgado en el impresionante hall del castillo.

–Creo que porque quieres pasar tiempo con ella.–contestó su tío por él, apuntando en una hoja todo el inventario.

–¡Tío Neill! ¿Qué haces aquí?

–Llevo toda la mañana siguiéndote en tus desvaríos, cabeza de chorlito. Si te viese tu tío Donald, te mandaba a bañarte desnudo al lago, para que se te aclarasen las ideas.–él refunfuñó, y el mayor se quitó los lentes–. No entiendo muy bien tus dudas, sobrino. ¿Es que acaso no podéis disfrutar del tiempo juntos sin comenzar una guerra?

–¿Te refieres con esa mujer? No es que no lo haya intentado, pero es peor que Ares: siempre está empuñando una lanza, buscando enfrentamiento. No sé cómo acercarme...

–Igual si dejas de compararla con el dios de la guerra y te limitas a verla como la doncella que es, te irán mejor las cosas. ¿Acaso no has aprendido nada de Vignerot o de Cassidy?–masculló levemente afectado. No imaginaba que su sobrino sería tan duro de mollera para asuntos femeninos teniendo buenos mentores. Tampoco es que su encanto personal fuese nulo como para no tener a todas las mujeres suspirando por él...

–No me hables de Cassidy, tío. Él claramente la vio como mujer, por eso entre otras cosas está aquí.

–¡Vaya, no sabía que en realidad teníais ese tipo de rivalidad! Pues siempre puedes sacar algo bueno de eso...

~*~

Sophie había terminado de escribir cartas a sus padres y sus amigas por la mañana. Como siempre, a sus padres les aseguró que todo iba bien para que no se preocupasen, y repitió cuatro o cinco veces lo muchísimo que los echaba de menos, a pesar de que sólo había pasado una semana y un día.

Un engaño para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora