15. Un beso en el jardín y una noticia inesperada

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Si tuviese que escoger a uno de los personajes que más me gusta escribir, es Vignerot

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Si tuviese que escoger a uno de los personajes que más me gusta escribir, es Vignerot. Por este capítulo y por otros, ¡me encanta!

Si bien sentarse un rato había ayudado a calmar su ánimo, las constantes atenciones de las preocupadas mujeres estaba empezando a agobiarla de nuevo. Se sentía ridícula ofreciendo una imagen tan débil; parecía que era una de esas jóvenes que se desmayaban con el roce de un pétalo.

–Condesa, si no le importa, creo que saldré a tomar un poco el fresco. Me parece que es el ambiente de la habitación el que me está mareando.–se excusó para lograr quitarse de encima a todo el grupo de señoras.

–¡Por supuesto, querida! Allí también tendrá bancos para sentarse si quiere, pero abríguese, porque ya refresca por las noches. ¿Quiere que alguien la acompañe?

–No, creo que estaré mejor sola. Si acaso, que haya alguien del servicio en la entrada por si me encuentro peor.–lady Sophie se levantó como pudo y trató de ofrecer una sonrisa a su anfitriona para tranquilizarla.

Echándose el chal a los hombros, salió con el paso decidido hacia el oscuro jardín, iluminado sólo con lámparas de exterior. La noche era fría, pero su cabeza todavía hervía, rebosante de pensamientos mezclados: el baile, el encuentro con el duque, su intensa mirada, la sonrisa de lord Cassidy, su padre charlando con ellos, el porte de los caballeros; un día en la hípica, flores, su sombrero... ¿Qué estaba mal con ella? ¿Por qué tenía la urgente necesidad de hablar con el duque, aunque fuese de manera tan agresiva como en el salón anteriormente, teniendo a Cassidy ofreciéndole su brazo para bailar?

¡Cassidy! ¡Se había olvidado por completo del lord! ¿Dónde estaría él ahora mismo? No lo había visto entre todas las personas que se habían acercado a ayudarla... Seguramente pensó que ella se había marchado por intención propia, y que no quería seguir bailando con él.

–¿Por qué todo me sale mal?–se lamentó llevándose las manos ala cara, a la vez que se dejaba caer en uno de los bancos de piedra.Desde allí podía observar el alumbrado salón, y todas las parejas que giraban felices al compás de la música–. Bueno, quizá el baile esté arruinado, pero no el resto de la diversión. ¡No puedo quedarme aquí!

Resueltamente, se incorporó y siguió el camino de piedra de vuelta a la casa, hasta que se topó con otra pareja que se adentraba en el jardín. Era imposible no reconocer, aún en la oscuridad de aquella fría noche, el cabello brillante de la joven dama que acompañaba a la altísima figura del duque. Vaya, así que por eso la había abandonado en el sofá tan aprisa: para correr al encuentro de su fogosa acompañante.

"Una pareja que se adentra sola en un jardín planea hacerse confidencias, y otras cosas menos honorables...", recordó que siempre decía lady Angela, más habituada a los chismorreos. Bien,pues los dos paseaban exactamente por su camino de vuelta, así que ella trató todo lo posible de evitarlos. No tuvo más remedio que ocultarse tras unos setos hasta que ellos pasasen de largo y ella pudiese reanudar el camino sin ser vista.

Un engaño para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora