22. Defensa a capa y espada

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¡Ya puedo presumir de tener el 1K y casi 200 votos en la historia! Sé que soy insistente con el tema, pero me hace mucha ilusión que una idea que surgió para entretener y liberar mi mente esté gustando :)

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¡Ya puedo presumir de tener el 1K y casi 200 votos en la historia! Sé que soy insistente con el tema, pero me hace mucha ilusión que una idea que surgió para entretener y liberar mi mente esté gustando :)

Este es uno de mis capítulos favoritos...Por si pensabais que el duque sólo se comporta como idiota, todo el día discutiendo, aquí tenéis un pedacito de su verdadera personalidad. ¡Espero que os guste tanto como a mí escribirlo!

–Creo que no estoy preparada para esto...

–Sophie...

–¡De verdad, es que no sé ni para qué voy! Podríamos vernos en cualquier momento, ¿por qué tengo que venir exclusivamente a...?

–¡Sophie, para un poco, por todos los cielos!–exclamó cansada lady Angela, que había ido a buscarla con su carruaje a casa, y ahora ambas se dirigían a la mansión de su primo–. No te preocupes, sólo será tomar el té en una pequeña reunión, nada demasiado formal.

–Ya, pero la condesa se imaginará cosas que no son, y no tengo la intención de formalizar nada con tu primo.–en la mente de lady Sophie todavía estaban las palabras del duque, advirtiéndola sobre la madre de Alexander.

–¿Y qué tendría de malo eso?–preguntó ligeramente, pero suspiró al percatarse de la mirada de su amiga–. Está bien, está bien, no me meteré más en tus asuntos...

Sophie pasó el resto del camino en silencio, admirando tras los cristales mojados por la ligera lluvia el paisaje hasta la casa de lord Cassidy. No estaba acostumbrada a nada relacionado con cortejos, presentaciones oficiales ni esas convenciones sociales que tenía que soportar solamente por no disgustar a Angela y a su primo.

Alexander ya estaba a la puerta, esperándola para acompañar a las dos damas hacia el interior de la casa, a una estancia acristalada reservada para esas ocasiones de mal tiempo. Ambas amigas se deshicieron de sus abrigos y avanzaron con cuidado hacia las dos figuras de más edad que permanecían sentadas, a la espera de que ellas llegasen. También estaban, cómo no, los tres amigos, que se levantaron inmediatamente para saludarlas.

–Padre, madre, les presento a lady Sophie Collingwood.–dijo lleno de orgullo el joven, a la vez que ella hacía una cortés reverencia.

–Acérquese, joven. Nosotros ya somos muy mayores y este tiempo no ayuda a nuestros huesos.–la invitó el padre, un hombre parecido al padre de Angela, pero más joven. Su pelo todavía permanecía sin canas, aunque comenzaba a escasear en la zona central de la cabeza, y presumía de un poblado bigote que sería la envidia de Vignerot.

Ella sonrió tímidamente ante el silencio de la condesa y su mirada escrutadora, yendo a sentarse en una silla de forja blanca con lady Angela a su lado.

–¿Qué edad tiene, lady Sophie?–su tono fue todo lo contrario a amable. No sólo era su expresión de desagrado lo que provocó su repulsa inmediata, sino la intención oculta tras sus palabras. Aun así, ella aguantó el tipo y contestó lo más educadamente que le habían enseñado.

Un engaño para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora