18. Tribulaciones nocturnas

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En este capítulo tenemos al pobre duque divagando en una noche de resaca

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En este capítulo tenemos al pobre duque divagando en una noche de resaca. Capítulo corto, pero yo creo que está bien conocer el punto de vista de todos. ¡Espero que os guste!

El alcohol no estaba dejando un sólo punto de su cuerpo sin sentir su efecto martilleante, haciendo que se desplomase sobre la cama nada más reconocer su habitación, en esos momentos hecha un desastre al igual que su cuerpo. A pesar de pasar dos días bebiendo constantemente, y al dolor de cabeza que tenía y tendría durante largo tiempo, las imágenes de su cerebro seguían estando claras,como si todavía estuviese viviendo esa noche.

Ante él no se encontraba el pobre pajarillo asustado que había visto al entrar en la mansión de lord Cassidy, sino a la magnífica mujer que resplandecía en un vestido azul noche, deleitando a todos los caballeros con la visión de su cuello pálido. La pelirroja, cuyo nombre desconocía en esos momentos, era sólo un rastro difuso, que se empeñaba en distraer su atención (para eso la había escogido,en realidad) de esa angelical visión. Sí, recordaba sus labios posándose sin permiso en su boca; unos labios apetecibles para cualquiera, pero para él yermos y rudos. Ojalá no fuese así y pudiese devolverle el gesto con toda la pasión que sentía dentro.

Pero no, todas sus emociones se concentraban en dos personas en concreto:el demonio que no perdía oportunidad para torturarlo, y su mejor amigo. Bueno, la palabra "mejor" quedaría en entredicho desde aquella noche... Después del cumpleaños de la condesa, había pedido a su amigo ciertas explicaciones.

"–¡Alexander!¿Qué demonios has hecho esta noche, pidiendo permiso al barón Collingwood para cortejar a su hija?–preguntó exaltado el duque nada más regresar a la casa.

Pues tú mismo lo has dicho.–contestó el otro con toda la calma posible–. Le he pedid...

¡No me refiero a eso, y lo sabes! ¿Por qué lo has hecho, si ese no era nuestro acuerdo? ¡Se suponía que yo debía cortejarla, no tú!

Bueno,me dio la impresión de que estabas tardando demasiado, así que decidí meter un poco de presión–su aspecto todavía era tranquilo, aunque por dentro estaba a punto de ebullición. El duque no tenía derecho a menospreciar su pequeña ventaja.

¡No juegues conmigo, Cassidy! Tu reputación es demasiado honorable como para que vayas prometiendo falsos cortejos por ahí. ¡Algo más tienes en mente, y exijo que me lo digas!–el duque estaba encolerizado, pues Alexander estaba jugando con su paciencia,haciendo gala de sus superioridad en ese caso–. Has tratado de engañarme como a un tonto, ¿verdad? Querías que yo quedase en ridículo delante de la muchacha para que tú te llevases la gloria y el provecho... 

El silencio de Alexander Cassidy fue de lo más revelador. No tenía mucho que decir en su defensa, y tampoco es que quisiese exculparse.Bien, debía reconocer que su amigo era inocente pero no idiota, y que había dado con el quid de la cuestión más temprano que tarde.También fue culpa suya dar a revelar sus intenciones demasiado pronto...

Lo sabía. Sabía que no podías ser perfecto.–dijo esta vez el duque,mucho más sereno pero más temible. Alexander seguía impertérrito frente a él, siendo víctima de sus ojos asesinos–. Desde que nos conocimos, he notado que no puedes soportar que te superen, Cassidy. Jamás he competido contra ti; es más, muchas veces te he dejado ganar y lo sabes. Siempre tienes que destacar, porque te encanta ser el centro de atención, a pesar de que otros lo merezcan más...

Sí,en efecto, no me gusta que me superen, y menos tú, que pareces conseguirlo todo muy fácil.–explotó el caballero, hablando de lo que hacía mucho tiempo que sentía–. Todo esto empezó como una broma, pero viendo que, una vez más, podrías salirte con la tuya,me negué. Lady Sophie no te merece.

¿Fácil?Habla quien lo consigue todo por su encanto, mientras que yo tengo que trabajarme lo que quiero.–se acercó un paso más a su amigo, a quien superaba en un palmo–. Y tú no puedes hablar de merecer o no merecer, has avocado a una dama de tu aprecio a una lucha que no le incumbe. Estás jugando con sus sentimientos como el peor rastrero.

¡Yo la aprecio! ¡Amo a lady Sophie!–bramó en respuesta, sorprendiendo al duque. Éste lo miró con una ceja alzada, estudiando su aparente firmeza–. La cortejaré como se merece, y no a base de insultos.

Silencio,un silencio abrumador. Alexander Cassidy no se había controlado, y ahora sus palabras habían desencadenado la tempestad. Pero antes,venía la calma. La falsa calma de la que muy bien hacía gala Paul Graham.

Muy bien.–dijo finalmente –. Te deseo suerte, Cassidy. Buenas noches."

Cassidy había orquestado un ridículo plan con sus amigos para avergonzarlo delante de la dama, creando alguna situación donde ambos se pusiesen a discutir como siempre, y al final quien quedase mal era él, como siempre. O quizá creándole falsas expectativas acerca de los sentimientos de la joven.

¿Falsas expectativas? ¿Por qué? ¿Qué era lo que él esperaba de lady Sophie? O de él mismo...

Cassidy también había dicho que la amaba, ¿sería cierto eso? ¿Qué sentiría ella? Seguramente aceptaría cualquier cosa viniendo de Alexander, pues siempre estaban riendo juntos y charlando. Él era un pozo de virtudes que encandilarían a cualquier mujer, por lo que lo tendría fácil con ella, quien seguramente buscaba un marido perfecto que tolerase su lengua viperina. Incluso sus amigas lo aceptaban, se notaba a leguas.

Y el barón Collingwood ya le había dado su aceptación. El hombre le había caído bien, era reservado y comedido, pero con un sentido del humor único que rayaba en el cinismo. En el poco tiempo que mantuvieron una conversación, lord Collingwood le había dirigido algunas miradas significativas que no supo descifrar. Pero, ¡ah, su hija! Temperamental e insufrible como ninguna, ¡ya podría parecerse más a él!

La cuestión principal era: ¿por qué se había emborrachado Paul Graham, hasta casi la inconsciencia? ¿Por la traición de un amigo,o por la noticia del cortejo? De cualquier manera, era una medida demasiado exagerada para un hombre que afirmaba ser indiferente a la joven; más bien era propia de un corazón destrozado.

–No,yo no... No me importa.–balbuceaba el hombre, enterrando su cabeza en la cálida almohada, rindiéndose por fin a los brazos de Morfeo. Un Morfeo de hermosos ojos castaños y labios tiernos.

Un engaño para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora