28. Lo que hay que hacer.

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Como ayer os quedasteis un poco decepcionadas con el capítulo, me he sentido un poco culpable, así que antes de lo que pensaba, subo el siguiente

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Como ayer os quedasteis un poco decepcionadas con el capítulo, me he sentido un poco culpable, así que antes de lo que pensaba, subo el siguiente. Tampoco es un gran consuelo, es corto, pero algo ayudará, ¿no? xD

Está ambientado en el mismo momento que el anterior, pero desde la perspectiva del duque. La letra en cursiva es para los flashbacks.

Podría explotar de alegría. Oh, sí, saldría ahora mismo a la calle y se pondría a interpretar ópera, o se iría al bosque a danzar entre los árboles. Su mente estaba tan activa que era capaz de imaginarse versos mejores que los de Lord Byron y escenas impactantes dignas de un teatro griego; podría enfrentarse a los Doce Trabajos sin despeinarse y, aun así, su cuerpo seguiría doblegándose al recuerdo de esa noche.

Era imaginarse de nuevo el tacto suave de la dama, sus labios estrellándose contra los suyos, y perdía fuerza como Sansón después de pasar por el barbero. Tan despierto y tan sonámbulo por el mismo motivo, llevaba ya tres días así.

Por supuesto, de cara a la galería, su expresión no mudaba de la típica arrogante y desinteresada. No quería aguantar las burlas de Gaspard y mucho menos seguir buscando enfrentamiento con Cassidy. Ya tenía suficiente con la discusión de aquella noche...

"Sus amigos se encargaron de dispersar a la multitud curiosa después de que lady Sophie hiciese su teatral retirada. Alexander Cassidy y Paul Graham seguía de pie, fulminándose con la mirada, en medio de la sala ya vacía. Todavía no romperían el silencio, estudiando al otro y su posible reacción; ambos sabían que, en cualquier momento, la chispa saltaría y no habría quien pudiese detenerlos.

Para hacer las cosas un poco más complicadas, llegó la condesa de Lancashire terriblemente indignada por el alboroto causado en la fiesta que, se suponía, era en su honor.

–¡Alexander, por el amor de Dios! ¿Se puede saber qué haces discutiendo con todo este público? ¿No te da vergüenza tu comportamiento?–la mujer olvidó todos sus achaques y se acercó enérgicamente a los dos, recomponiéndose el chal por encima de los hombros–. Ya escuché lo que dice la gente...Te lo dije, querido, te dije que esa mujer era una perdición. No sé ni por qué te pones así por ella.

–Mamá, por favor, eso no es lo importante.

–¡Ah, ya sé yo lo que es importante! Sí, este caballero tan amigo tuyo, que va por ahí avergonzando a mujeres y a sí mismo. Ya te dije que era un salvaje.–le echó una mirada despreciativa de arriba abajo, y no se molestó en bajar la voz. Alexander tuvo que intervenir para que el escocés no hiciese una locura, reconociendo que su madre se había equivocado.

–Madre, creo que es mejor que te vayas a atender a los invitados. Yo me ocupo de lord Graham.

–¿Me estás echando? Hijo, ¡se trata de nuestra fiesta de bienvenida! Obviamente tengo que ocuparme de todos los conflictos que se produzcan en ella.

–Madame Cassidy, yo la acompaño. Le ruego que nos disculpe este pequeño alboroto, lo único que queremos es que siga disfrutando de la fiesta sin interrupciones.–Vignerot salió a salvar la situación, llevándose a la mujer del brazo con su sonrisa más falsa. Ella claramente no dejaba de protestar, pero el francés hizo oídos sordos a las protestas y la arrastró consigo sin piedad.

Por fin solos y sin la estresante voz de su madre, Alexander se volvió hacia su amigo, más calmado pero hundido.

–¿Qué vas a hacer ahora?

–Tomarme un tónico para el dolor de cabeza, desde luego.

–Paul.–soltó un gruñido de advertencia entre dientes–. Te estoy hablando de amigo a amigo. No deshonres nuestra amistad. No me importa seguir con el cortejo, llegaré hasta donde ella me deje, pero tendrás que pedir disculpas formalmente. Ya la has avergonzado demasiado.

–En serio, creo que tenéis que revisaros los dos la vista. No estaba precisamente sufriendo entre mis brazos cuando la encontraste.

–¡Deja de decir eso!–gritó el futuro conde fuera de sus casillas–. ¡Está bien, tú has ganado! ¿Estás contento ahora? Te has salido con la tuya, me has hecho desgraciado, y seguramente a lady Sophie también...

–¿Por qué crees que la voy a hacer desgraciada?

–Hombre, visto vuestro historial de encuentros...

–¿Crees que voy a obligarla a mostrarme amor si no lo siente? ¿Que voy a obligarla a un matrimonio forzado, como tú?–Paul ignoró el comentario y siguió con su discurso, que cada vez se envenenaba más–. No, Alexander, nunca la he obligado a nada. Me ha rechazado muchas veces, bien lo sabes, pero jamás salí tras ella.

–¡Yo tampoco la iba a obligar! Podría aceptar su rechazo perfectamente, pero creí que quizá...

–¿Quizá te aceptaría? ¡No me vengas con tonterías, por favor! Sabes que fuiste tan rechazado como yo; simplemente te hacía caso por tu buen carácter y por ser primo de su amiga.

–Eso es lo que tú quieres creer, porque no puedes soportar la idea de que yo le guste, ¿verdad? Sólo puede ser tuya.–siseó el caballero. Sí, Alexander Cassidy sabía que nunca fue el centro de atención de lady Sophie, precisamente por culpa del hombre que tenía frente a él, pero jamás se lo diría–. No vas a forzarla a nada, tampoco va a pedirle disculpas... ¿qué vas a hacer, al final?

–Ya lo pensaré. De todas maneras, no es algo que te incumba."

Paul Graham sabía perfectamente lo que tenía y lo que quería hacer. Aguardó tres días a propósito, mientras arreglaba sus maletas para partir, para ir a visitar la casa de los Collingwood. Seguramente eso la habría sacado de quicio, pensó con una sonrisa socarrona pintada en la cara. Tomó su sombrero y se dirigió a los establos. No tendría una presentación tan formal como si fuese en carruaje, pero prefería descargar adrenalina cabalgando y sintiéndose libre sobre Leyenda de camino a Surrey.

Aquí estamos viendo la parte más "romántica" del duque. Para las que os guste mucho el romanticismo, lamento informaros que no será así siempre.

¡Nos vemos en el siguiente!

Un engaño para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora