Capítulo 57

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Ya habían pasado meses desde que salí del hospital, todavía había una gran incognita en mi mente que no podía resolver. Pero bueno, creí que eso ya formaba parte de mí pasado.

Me estaba arreglando en ese preciso momento, porque en la noche íbamos  a salir a una fiesta con las amigas de mi mamá.
Mi mamá estaba contenta y yo también, nunca pensé que había terminado en coma por intentar salvar a alguien que ni siquiera conocía.
Mi mente aún seguía perdida, en espera de preguntas que no sabía sí tendrían respuestas.

—Hijo, ¿ya estás listo?—. Escuché decir a mi mama con dirección a mi cuarto. Se detuvo en el umbral de la puerta y me observó con un sentimiento de nostalgia.

—¿Qué haces?—. Me dice al ver que estaba parado frente al espejo intentado ponerme la corbata.
Yo le solté una sonrisa insinuando que no podía
—Déjame, te ayudo—. Se acercó mi mamá hacia mí arreglando mi corbata. Cuando terminé de hacerlo me miró fijamente y me dio un abrazo. Yo la acaricié por la espalda y le susurré: Aquí estoy mamá, ya pasó.

Después de unos segundos se separó de mi y se disculpó. Se volvió a pintar una sonrisa en su rostro y me avisó: Vámonos.
—Pero sí aún falta mucho—. Contesté.
—Sí, pero tenemos que comprar el regalo y tengo que hacer unas cosas—. Articuló.

Me encontraba en el automóvil escuchando música en la parte de atrás, mientras mi mamá iba conduciendo.
Pasamos al centro comercial, compró un regalo, yo ni siquiera me tomé la molestia de ver que era, yo me encontraba en el coche esperando. Después de eso, pasó con una amiga que también iba a ir a la fiesta, allí fue donde tardó mucho.

Yo seguía en el automóvil y su amiga conforme se acercaba, fijó su vista en mi. Al entrar al automóvil, me saludó y me abrazó por en medio de los espacios de los asientos con mucha alegría. Era una señora muy guapa para su edad, se veía más jóven de lo que sus años decían de ella. Por lo visto se enteró de lo que me pasó.

El cielo estaba nublado y hacía un poco de frío.

—Ya es tarde, tenemos que apurarnos—. Dice mi mamá al momento que vio su teléfono.
—Tranquila amiga, siempre te preocupas y siempre somos las primeras. Además faltan veinte minutos para la hora—. Le dice al momento que le enseña el teléfono apuntando la hora con su dedo. Mi mamá sonríe.
Se la pasaron hablando el resto del viaje.

Yo estaba pensando, intentaba recordar, pero el problema era que no sabía qué era lo que quería recordar.
Había estado en dos mundos diferentes y no tenía recuerdo alguno de uno de esos dos en ese instante.

Al Otro Lado De La CalleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora