Mientras la felicidad llenaba todo mi ser, yo yacía sobre la cama mirando al techo con una sonrisa que duraría semanas. Eran alrededor de las once quince de la noche. El tiempo se pasó volando mientras viajaba en mi imaginación. Entonces me acordé del papelito donde había escrito lo que sentía por "Sa" la noche anterior. Lo busqué por todas las bolsas de mi pantalón pero no lo encontré. En la mañana lo tenía.
Creo que lo perdí... Creo.
Esa noche ni siquiera quería dormir. Así que agarré mi libreta y volví a escribir lo que sentía. Estaba contento por lo que había pasado. Nunca pensé que eso sucedería. Ella era un sueño y yo una pesadilla, pero aun así, a pesar de eso estaba encajando con ella. No cabía duda que como éramos diferentes; corríamos el riesgo de enamorarnos.
Cuando menos me di cuenta, mis ojos se fueron cerrando para seguir con aquella aventura en mis sueños...
Me desperté alrededor de las seis de la mañana. Fui a la sala y ahí estaba mi mamá arreglándose para irse a trabajar. Me dirigí a ella y le di un beso en su mejilla y un abrazo mientras ella se veía al espejo para maquillarse. Cuando sintió mi contacto se puso a la defensiva. Mi mamá era así, parecía una niña chiquita en cuerpo de una señora. Me alejé de ella mientras le decía "La quiero mucho pollita " yo le decía así a mí mamá de cariño. Es más toda la familia.
Me senté en la silla recargando mis codos sobre la mesa mientras agarraba mi teléfono para ver las notificaciones que tenía. Me di cuenta que eran ya las seis y media de la mañana. "Sa" ya casi llegaba a trabajar. Me puse mi pantalón y salí de la casa para dirigirme al patio y poder verla a través de la puerta de la entrada entre los huecos de la misma. Y allí estaba ella al otro lado de la calle.
Si alguien me hubiese visto lo que hacía, pensarían que era un acosador, pero no era así. Lo que pasa es que solo algunas personas llegan a conocer el verdadero amor y las personas que lo conocen son aquellas que son recordadas por una epopeya o una travesía.
El verdadero amor no son besos, caricias, abrazos o sexo, etc. No, no hay que confundir las cosas. El amor a pesar de ser algo subjetivo, es lo que más nos une. Y quién mejor que un genio como Platón en el libro del Banquete centrado en Eros: el Dios del amor y principio de vida para explicar sobre esta gran magia.
La mayoría de los enamorados se "aman" tanto que según ellos es necesario entregarse para poder sentir más de lo que dice la mirada, pero eso es imposible, la mirada es mas fuerte que una caricia y te puede hacer sentir amada tan solo con eso. Y más de lo que el deseo carnal puede hacerte sentir.
La veía a través de aquella endidura, lucía hermosa en cualquier momento. Voltée atrás de mí para ver si no venía mi mamá y al no ver un atisbo de ella, regresé mi mirada hacia mi objetivo principal, otra vez hacia ella. Ya no estaba allí. Tal vez, se había metido a la tienda.
Apenas estaba abriendo la puerta.—Buuu —. Aparece ella con una sonrisa en su rostro. Se veía feliz más feliz que la misma palabra.
Me espanté al momento, porque me atrapó con las manos en la masa, pero ella ya sabía que hacía esto. Ya me lo había comentado el día anterior...
Me sentía avergonzado... por más que la quisiera no tenía que hacer eso, pero bueno, el amor te hace ser estupideces y bueno, ser estúpido.
—¿Por qué me espías? —. Posaba su mirada contra la mía a través de la puerta que nos separaba. Parecía que se sentía halagada.
—Yo... es que... disc...—. Ni siquiera podía de nuevo terminar una frase. Ya estaba tartamudeando mucho. Tomé aire y dije decidido. Mientras abría la puerta para encontrarme con ella al otro lado.
—Porque eres la forma más bonita en la cuál me dijo la vida, que las cosas hermosas si existen. Solo hay que mirar con otra perspectiva. Pero no hace falta contigo, tu belleza se nota a kilómetros y no sólo por fuera, sino también por dentro.
El ambiente pareció volverse uno romántico. El sol estaba saliendo por el horizonte detrás de ella, hacía brillar su cabello corto castaño haciendo que su presencia y aquel momento me pusiera nervioso. Era el momento adecuado para besarla. Me tenía que decidir. Al mirarla ella me vía fijamente con su mirada dulce, tierna, con las manos en la espalda, las piernas cruzadas mientras se tambaleaba.
Creo que era el momento. Estaba tardando mucho. Me decidí, me estaba acercando a sus labios. Parecía el paraíso. Cuando un ruido nos separó al instante. Era la puerta de la entrada por la cual salí un momento antes y yo me encontraba justo enfrente de ella. Cuando observé salir a mi mamá para irse a trabajar en el restaurante de enfrente. Cuando nos vio a los dos ahí, se que nos quedó viendo como si supiera algo. Un segundo después nos quitó la mirada y me dijo:
—Ya me voy, Julio —. Me hizo saber mientras se alejaba dándome la espalda.
—Si, pollita, se cuida, coma mucho. La quiero.
Una vez que desapareció cruzando la calle. Volví a mirarla. Nuestro momento, mejor dicho mi momento se había ido.—¿Y tú mamá a que hora entra? —. Me preguntó ella aun contenta, como una niña tierna mientras se acariciaba el cabello para acomodarlo de lado.
—A las siete —. Le contesté al instante.
—¿A las siete? Por Dios, ya es tarde. Se supone que ya tenía que haber abierto —. Dijo atónita y la entendía, por como la trataba su jefe no la podía culpar. Y yo, sin poder hacer nada.
Se acercó a mí. Me dio un beso en la mejilla y salió corriendo de ahí, para cruzar la calle y abrir la tienda.
Al instante volvió aparecer una sonrisa en mí.
Ella me veía del otro lado. Se posaba su mano en su boca para disimular su sonrisa mientras modelaba su hermoso y pequeño cuerpo al contexto que barría.
ESTÁS LEYENDO
Al Otro Lado De La Calle
Novela Juvenil¿Y si te digo que la mayoría de estas cosas no son lo que aparentan? ¿Me creerías? Julio, un estudiante promedio de 18 años, torpe y tímido, no se atrevía a salir de su monótona vida. No estaba preparado para nuevas emociones. Pero, un jodido día, u...