Al abrir los ojos, notó un vacío en su interior. Sentía algo que no podía explicar. Empezó a sentir como una vibra comenzó a recorrer cada una de sus venas y arterias.
Se encontraba postrado en un hospital, con una mascarilla para respirar y una red intravenosa que le suministraba suero a su corriente sanguínea. Estaba muy flaco y pálido. Tenía unas pequeñas cicatrices en la cabeza que apenas y se le notaban, y tenía los ojos pesados, como si no los hubiera abierto en un buen tiempo.
Empezó a analizar el espacio que lo rodeaba.—Doctor, doctor, por favor, venga. Ya despertó—. Dijo una enfermera al verlo y salió por el pasillo para ir en busca del doctor con un rostro que indicaba que había presenciado un milagro.
Él no sabía que pasaba.
Empezó a escuchar unos pasos que provenían del pasillo del hospital. Julio todavía se encontraba en un estado de confusión, pero no lo suficiente como para no poder analizar y darse cuenta de lo que ocurría.Cerró los ojos un segundo y para cuando los volvió abrir, ya estaba dentro de la habitación el doctor mirándolo muy cerca, como si fuese un milagro. Sacó una lamparita de su bata, le abrió los ojos con la mano izquierda y con la otra sostenía la lámpara, que después de unos segundos prendió para ver sí se dilataba su pupila. Al hacerlo, mostró una expresión de shock y tan rápido cómo pudo, ordenó:
—¡Avisen a sus familiares!
La enfermera que observaba todo desde una distancia considerable, asintió y unos segundos después salió con una sonrisa en el rostro, habían salvado una vida.
El doctor lo miró fijamente, y parecía que le hacía preguntas, pero Julio, así cómo volvió a la realidad se volvió a sumergir en un sueño.
Al abrir los ojos de nuevo, ya no estaba el doctor, pero posó la vista a un lado y pudo ver a una señora. No distinguía bien, la vista la tenía borrosa. La señora estaba sentada en la silla y su cabeza estaba apoyada en la pared. Se encontraba justo a su lado.
Julio posó su visto y la concentró, para poder captar bien aquella imagen y saber quién era aquella persona.—¿Mamá?—. Dijo con una voz débil, quebrada y casi en un susurro.
Aquella señora, tenía los ojos dormilones, como si hubiese estado esperando horas. Al escuchar el ruido que provenía del paciente, se acercó tan rápido como pudo con una sonrisa en el rostro que contenía alegría, pero al mismo tiempo también llevaba tristeza.
Aquella mujer, sujetó su mano, con los ojos llorosos y con una expresión de esperanza.
Al mirar detenidamente a Julio sin formular ninguna palabra, una lágrima caía por su mejilla, y cayó a la manta en la cual estaba envuelta Julio y respondió:—Aquí estoy.
—¿Qué pasó?—. Julio confundido y aún sin poder distinguir aquella voz ni la persona que estaba junto a él.
Al no escuchar respuesta, Julio suspiró y trató de recordar que había sucedido. Pero no tenía ningún recuerdo en su memoria, no se acordaba de nada.
—¿Qué pasó?—. Volvió a preguntar con más insistencia ante algo que no tenía ni la más absoluta memoria.
—Mejor descansa, luego te cuento—.Le plantó un beso en la frente.
Julio volvió a cerrar los ojos, confundido y cansado.
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Al Otro Lado De La Calle
Genç Kurgu¿Y si te digo que la mayoría de estas cosas no son lo que aparentan? ¿Me creerías? Julio, un estudiante promedio de 18 años, torpe y tímido, no se atrevía a salir de su monótona vida. No estaba preparado para nuevas emociones. Pero, un jodido día, u...