Capítulo 15

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—¿Por el amor?—. Me respondió ella un poco confundida.

—No es nada importante, olvídalo

—¿Olvidarlo? Hace un momento estabas llorando y todo por el amor.

Se puso de pie cruzando los brazos sobre el pecho y al cabo de unos segundo me soltó una sonrisa y me avisó:

—¿No crees que ya es tarde? ¿Ya comiste?—. Me dijo un poco inquieta pero con un tono amable.

Joder, cogí mi teléfono y al sacarlo cayó al suelo aquel papelito que le había escrito a "Sa" esa noche.
Lo introducí de nuevo en mi pantalón y reparé que Karla vio el papelito, pero no preguntó nada al respecto.

Después enciendí mi teléfono y me sorprendí a ver la hora. Ya eran las tres de la tarde y ni siquiera había desayunado.

—¿Quieres comer algo?—. Me ofreció—. Yo invito —. Parecía que escondía algo.

—No, grac...—. No pude terminar la frase porque justo en ese momento rugió mi estómago. Quería negar la invitación. Prefería esperar a Leslie, pero mi hambre me delató.

—No puedes decir lo contrario. Tu estómago ya habló por ti. Así que no se diga más.

Me agarró de un brazo y me levantó fuertemente haciendo que me pusiera de pie, quedando frente a ella. Casi podía tocar su nariz con mi nariz.

Los segundos se pasaron lentos, me perdí en su respiración. Pero cuando sucedía cualquier momento romántico lo primero que venía a mi cabeza era "Sa". Siempre quería que cualquier momento sentimental, romántico o cursi, fuera con ella.

—Vamos... ¿o te vas a quedar ahí todo el día parado?

Era muy risueña, graciosa, simpática, afable. En pocas palabras era un encanto. De eso estaba seguro. A los pocos minutos, sin darme cuenta, ya estaba arriba de su moto. Disfrutando el aire, sin ninguna pena que arruinara ese momento que me hacía sentir libre, aunque fuera por unos segundos.

Fuimos a comer (bueno, para mí era mi desayuno, ya que no había comido nada en la mañana) Reímos, jugamos, hicimos bromas y más de lo planeado.
Fue un día hermoso. En un abrir y  cerrar de ojos, ya había caído la noche. Terminamos sudados y un poco cansados.

No había ido a mi casa en todo el día y no me preocupaba. Ni siquiera creía que se fijaran que estuviera allí; mi mamá trabajaba todo el día y cuando salía se iba con sus amigas y mi hermana la loca; siempre andaba en la calle, siempre alteraba a todas las personas con las que convivía.
Solo erámos tres en esa casa. Mi hermano Alexis, ya estaba en Xalapa y a mí ya me faltaba poco para irme a la ciudad.

—¿Estas ahí?—. Me dijo mientras estacionaba su moto enfrente de su casa.
Había olvidado que estaba con Karla, por Dios, siempre que me distraía era porque pensaba en "Sa".

—Sí, si claro. Ya sabes, cosas.

—¿Qué cosas?

—Pues... cosas de la vida—. Le dije entre una sonrisa.

Estábamos sentados afuera de su casa, en una banqueta por donde casi no había gente, parecía un pueblo fantasma.

De repente percaté un fuerte abrazo que me rodeaba todo el cuerpo y una voz con ello.

—Perdona, pero te quería abrazar desde la mañana que estabas llorando y no encontraba como hacerlo. Así que sólo lo decidí hacer.

Nuestro calor se empezó a juntar, pero eso era lo que nos faltaba, ya que había empezado hacer frío.

—No pasa nada, Karlita. Me siento o me sentí mejor cuando apareciste—. Aun me seguía abrazando mientras me vía fijamente—. Cuando apareciste, me hiciste olvidar mi tristeza por unos minutos (mejor dicho fueron horas), apareciste de la nada y me diste un poco de tu alegría y eso en verdad te lo agradezo. Así que no puedo negarte un abrazo.

Al momento que escuchó mis palabras se le pintó una sonrisa en su rostro, bajó la mirada y me abrazó más fuerte. Aún seguíamos sentados. Le dí una leve palmadita en su espalda en forma de cariño.

Por primera vez "sentí amor". Amor de una amiga.

Unos segundos después me soltó y me señaló una estrella del firmamento y me dijo:

—¿Ves esa estrella?—. Asentí al momento y después complementé:

—Claro, está gigante—. Le contesté con una voz misteriosa y amable.

—Esa estrella eres tú.

—¿Yo?—. Respondí atónito.

—Claro, ¿sabes por qué?

—¿Por qué?—. Pregunte con una expresión de misterio.

—Porque apareciste justo cuando más te necesitaba.
¿Sabés? Esa estrella no la había visto, sin embargo allí estaba... A pesar de que a veces no se ve debido a las nubes, eso no quiere decir que dejen de existir.
Sigue brillando a pesar de lo que se le interponga, porque la luz viene de ellas y no de otra.
La luna es un astro opaco, es hermosa, pero a veces no se ve porque no brilla por sí misma. Su brillo proviene del sol, sin embargo, el sol un día se puede apagar. La luna ya no brillaría jamás, pero al menos las personas que la vieron, sabrán que es hermosa, pero debido a la naturaleza no nació con ese brillo que la hace destacar, porque solo fue hecha para estar debajo del sol (no cumple una misión importante más que sostener la vida en la tierra). Lo que quiero decir, es que tu no dependes de otra persona para destacar, tu brillo proviene de ti y no de otros. Por eso eres mi estrella, porque con tu brillo, me puedo dar cuenta de que soy hermosa. Aunque no pueda brillar por mí misma y necesite de otros.

Cuando lo dijo bajó la mirada y de su ojo salió sólo una lágrima, pero esa lágrima llevaba mil gritos dentro de ella.

No podía dejar que ella se lastimara así, después que me hizo olvidar mi tristeza, tenía que cambiar la manera de verse a ella misma.

—Karla, ¿por qué dices que no puedes brillar por ti misma y necesitas de otros? —. Pregunté compasivo.

—Porque me conozco y eso no hace la gente de hoy en día.
¿Por qué crees que pueden manipular tan fácilmente a una persona diciendo cosas que no son reales? Sencillo, porqué no se conocen. Le pueden decir cualquier cosa y engañarlos de que es verdad, cuado no lo es.

—Yo te conozco, ¿por qué  no me preguntas que pienso de ti?—. Le dije con toda la calma del mundo y con una sonrisa.

-CREÉME, NO ME CONOCES. APENAS VA UN PAR DE DÍAS QUE NOS CONOCIMOS Y NO SABES DE QUE SOY CAPAZ DE HACER PARA CONSEGUIR LO QUE QUIERO.

Cuando soltó aquellas palabras, sentí algo raro. Eso no tenía nada que ver, no lo último. Lo advertí más como una amenaza que una respuesta, pero me tranquilicé.

—Conozco a la chica que me rescató de mi tristeza hace un momento; la conozco a ella y ella; eres tú.

Al momento que escuchó mis palabras, parecía que se encendía de nuevo la alegría en ella, pero eso  no duró mucho y agregó:

—No sabes lo que dices, Julio.

Bajó la mirada como si estuviera lamentándose de algo, pero algo que ya estaba hecho y que no se puede dar paso atrás y un segundo después, me soltó otro abrazo.

—Lo siento.

Salió corriendo de ese lugar donde estábamos sentado para entrar a su casa y cerrar la puerta de un golpe.

Al Otro Lado De La CalleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora