Capítulo 46

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Al levantar la mirada que yacía sobre mis brazos. Estaba de nuevo ahí. Ella, la chica nueva que se llamaba Lorena. Me soltó de nuevo una sonrisa tímida. Yo la miré confuso y volví agachar la mirada para perderme en la oscuridad que provocaban los versos de aquel cantante.
Pausé la canción unos segundo después para poder pensar con claridad y observar a mi alrededor.

Ya habían llegado casi todos al aula, excepto Leslie. No la vi en el salón de clases ni la veía aquí, lo más seguro es que no haya venido.

Yo estaba contando las horas, minutos y segundos que faltaban para que terminaran el itinerario y así poder observar de nuevo a "Sa" camino a casa. Esa era mi parte favorita del día. Yo estaba enganchado a ella. La leyenda del hilo rojo estaba haciendo su trabajo y eso era lo que me gustaba. El destino estaba a mi favor (eso quería creer).

Una voz me sacó de mis pensamientos. Olvidé donde estaba.

—Julio, pero, ¿qué te pasó?—. Interrogó mi compañera Lizbeth al momento que entró al salón y me vio.
Aún se me notaban un poco los moretones alrededor de mi cara, pero ya había bajado un poco la hinchazón después de unas horas.

—Nada—. Contesté sin más. Creo que notó mi frialdad, porque segundos después ya no me preguntó ni me dirigió la palabra para nada.
No sabía porque me sentía alterado, además casi siempre era cortante en la escuela.
No necesitas a los demás, cuando te tienes a ti mismo.
Por eso los inadaptados (yo incluído), bichos raros, ñoños y entre otros, son los que principalmente triunfan en la vida. Porque es mejor conocerse asímismo, que conocer a otras personas, pero la sociedad hace lo contrario. Si tu mismo crees en ti, no hace falta que los demás lo hagan.
Todo lo que logres en esta vida, será por ti mismo.

—¿Te sientes mejor?—. Agregó Lorena. Olvidé que estaba enfrente de mí. Yo estaba en el escritorio y ella en el asiento haciéndome frente.

— Sí, claro. Solo fue un accidente. No es nada grave. Agradezco tu preocupación—. Respondí mirándola por unos segundos fijamente.

Ella me dejó ver una sonrisa. Una sonrisa con mucha alegría y tristeza oculta.

—Bueno chicos, perdón por tardar, es que estaba arreglando un problem...—. Se interrumpió al verme—. ¿Qué te pasó? ¿Estas bien, Julio?—. Dijo la maestra Mirna cuando entró al salón y me vio sentado en su escritorio.
Me agarró levemente el rostro para ver mis heridas.
Lorena se ruborizó.

—Si, Maestra. Solo fue un accidente—. Respondí moviéndome y levantándome para dirigirme a mi asiento. Otra vez a lado de Lorena. La maestra me miró por un segundo y de nuevo se incorporó a su postura.

Ya habían llegado todos al salón, excepto Leslie (solo éramos ocho alumnos en área de Químico- Biológico).

—Bueno, empezamos...—. Dijo suspirando con emoción mientras se frotaba las manos parada frente a la clase mientras su bolsa descansaba en el escritorio.

—Vamos con las exposiciones—. Anunció la maestra—. Julio, empieza tú. Te tocó sistema urinario.

Me levanté, suspiré y tomé aire. En los rostros de mis compañeros se pintaba una sonrisa y me empezaron a echarme porras antes de que iniciara (Ya me conocían. Exponer era de lo más fácil. Por eso no me preocupaba, y yo lo hacía excelente). Empecé a hablar.

—Bueno... El sistema urinario... —. Me interrumpió la maestra—. ¿y tú maqueta?

—No la hice maestra—. Cuando respondí sacó su libreta y lo anotó en su puntos para la evaluación.

—Continúa—. Dijo entre un suspiro de decepción.

—El sistema urinario....

Ya habían terminado las clases.
Me dirigía a la entrada principal de la escuela para salir y partir rumbo a mi casa.
Al abrir el portón, doblé hacia la derecha después de unos cuantos metros volví a doblar de nuevo a la derecha. Justo a lado de la escuela se encontraba el centro de salud del pueblo y junto a el, el campo para jugar fútbol o cualquier deporte. El espacio era grande.

Al Otro Lado De La CalleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora