Mi mente daba mil vueltas. Buscaba escapar de aquella situación a como diera lugar, pero mi cuerpo no le respondía. Tenía miedo y no sabía a qué. A veces sentimos cosas que ni siquiera nosotros mismos podemos explicar, pero eso no quiere decir que no existan.
Me encontraba en el interior de la casa de aquella dulce y frustrada señora al mismo tiempo. Adentro, el frío no hacía presencia, era caliente y acogedor. Ese toque hogareño que hace única a las madres de hoy en día.
La casa por fuera se veía sencilla, pero por dentro era totalmente diferente. Me sentía cómo en casa y eso me daba tranquilidad como si realmente estuviera en ella.
—¡Qué bonita casa!—. Exclamé con una sonrisa después de echarle un vistazo a su hogar. La señora se encontraba en la cocina preparando chocolate para invitarme una taza con toda amabilidad (a pesar que solo le acepté un vaso de agua). Apenas venía con los dos tazas, escuchó mi comentario y soltó una sonrisa y después complementó:
—Gracias, hijo—. Dijo sentándose enfrente de mi. En medio de nosotros había una mesita de madera muy bien tallada a mano y barnizada, donde segundos después apoyó las tazas con ayuda de unos portavasos para que no se manchara la mesita-. Se hace lo que se puede—. Complementó con una leve sonrisa.
No se parecía en nada a lo que aparentaba. Desde que entramos a su humilde y acogedor hogar, me respondía con una sonrisa ante mis preguntas.—¿Eras amigo de mi sobrina?—. Dijo mostrando cierto interés ante mi posible respuesta. La señora cogió la taza y le dió un sorbo y unos segundos después lo volvió a dejar en el mismo sitio.
Yo apenas me estaba inclinando para alcanzar la taza de chocolate y darle un sorbo, pero una vez que escuché aquello, me confundí aún más.
El regalo de "Sa" se encontraba a un lado del sofá, esperando ser abierto por ella. Cuando terminó de pronunciar aquellas palabras "eras", "sobrina", la miré con cierto pánico y terror. Y sin darme cuenta, me quedé estático por unos segundos hasta que volví en mí, sin necesidad que la señora me llamara la atención, aunque si pude percatar que se dio cuenta de lo que sus palabras provocaron en mí.Tragué saliva. Sentí una corazonada, de esas que marcan un nuevo comienzo desde el instante que te da.
—¿Qué? ¿Sobrina? ¿No es su hija?—. Pregunté al momento que volví a mi postura mientras la taza de chocolate se enfriaba ante mi presencia (y eso que me fascinaba el chocolate).
La señora me miró minuciosamente con gesto de estupefacción y se volvió a su postura, posando su mirada contra la mía cómo si fuera a revivir una parte de un cruel pasado al que tanto había huido.
—No, es mi sobrina. Es hija de mi hermana—. Soltó sin más.
—Y... ¿la viene a visitar?—. Pregunté aún, con cierto pánico a una respuesta que cambiaría mi vida.
—A veces, y es muy raro la ocasión cuando viene—. Contestó, y a medida que pasaban los segundos, parecía que un dolor la invadía.
—¿Por qué?—. Pregunté ya aliviado. Al menos sabía que "Sa" si venía a visitar a su tía, que hasta hace unos minutos, pensaba que era su mamá.
—Es que... Este lugar le trae malos recuerdos. Aquí perdió la mitad de su alma o si es posible, la perdió toda—. Dijo aquella señora, cuando el dolor ya estaba haciendo presencia en ella a través de las lágrimas.
Al momento que reveló aquello, me vino a la mente el recuerdo cuando perseguí a "Sa" y se detuvo ante este lugar y dijo que sentía miedo y terror cada vez que pasaba por aquí.
—¿Pues qué le pasó a "Sa"?—. Pregunté tan rápido como puede y antes de darme cuenta, aquellas palabras ya habían salido de mi boca, y supe que la regué.
—¿De qué hablas?—. Me observó confusa aún con rastros de lágrimas en su rostro.
—¿Pues que le pasó a la hermana de Danielita?—. Volví a preguntar, pero esta vez de una forma más clara.
—¿De qué estás hablando?—. Me siguió mirando confusa y esta vez con más énfasis.
Yo también me confundí.
—Pues... Estamos hablando de la hermana de Danielita. ¿Qué pasó para que tenga tanto miedo a este lugar?—. Pregunté con un poco de desesperación ante el rostro de la tía de "Sa", que me miraba estupefacta como si no entiendiera ni una sola palabra.
—¿De qué estás hablando en verdad?—. Respondió en un tono más serio y con ese tono iban incluidas las lágrimas y miedo hacia mí persona.
—Usted me estaba diciendo que la hermana de Daniela no venía aquí, porque tenía miedo a este lugar—. Respondí decisivo y confuso.
—No, yo estaba hablando de mi hermana. Tú me preguntaste qué por qué no venía—. Argumentó.
—No, yo me estaba refiriendo a la hermana de Daniela—. Hablé torpe y nervioso ante aquella escena.
—¿Tú cómo conociste a mi sobrinita Daniela?—. Mostró un expresión cómo si no creyera nada de lo que le estaba diciendo.
—Mire—. Dije al momento que levanté la bolsa del suelo que se encontraba al lado del sofá y la puse en mis piernas para sostenerla y unos segundos después de echarle un vistazo al contenido de nuevo, estiré mi mano y se lo entrgué para que lo viera, y proseguí—, este vestido se le compré a ella con ayuda de su hermana—. Respondí.
La señora tomó la bolsa y al fijar mi vista en ella, su rostro se hallaba pálido, cómo si estuviera viendo a un fantasma. Mostraba debilidad y un dolor inmenso. Al meter las manos y sacar el contenido. Estiró el vestido en el aire mientras se hallaba sentada para verlo mejor. Una vez que lo vio se lo llevó a su pecho apretándolo tan fuerte como pudiese y las lágrimas hicieron su presencia de una manera abrupta. Me volvió a ver y me veía con miedo, esperanza, dolor, tristeza. A lo que reflejaba su rostro y por lo que logré analizar, ni ella misma se entendía en aquel momento.—¿Cómo lo conseguiste?—. Fue lo único que logró preguntar y por lo visto, lo único que le interesaba en aquel momento. Su dolor no lo comprendía. No sé que pasaba, pero ya sentía punzadas y eso que aún no sabía ni que era.
— En una tienda de aquí en el centro—. Contesté y añadí segundos después—. Lo conseguí con ayuda de Danielita. Ella me dijo que vestido era y yo solo lo compré. Le quería dar una sorpresa a la hermana de Danielita. La quiero mucho y desde que la conocí, se ha convertido en una parte muy importante en mi vida.
—¿Cuándo la conociste?—. Preguntó bajando el vestido de su pecho para apoyarlo en sus muslos.
—Hace apenas unos meses—. Contesté un poco asustado, pero no sabía a qué.
Al escuchar mi respuesta, aquella señora se quedó en shock totalmente. Su rostro mostraba completa y segura confusión y miedo, miedo. Miedo aquel visitante. Miedo al sujeto que se encontraba enfrente de ella, es decir; yo.
—¡Eso no puede ser! ¡Dime qué es una maldita broma! ¡Largo de mi casa! ¡No te quiero volver a ver! ¡Largo!—. Exclamaba aquella señora una tras otra palabra. Parecía que le había dado justo en el punto donde ya había tenido una herida, la cual se encontraba en proceso de cicatrización, pero con aquella bala, destruí el tejido por completo y ya no había nada que sanar.
—¿Pero por qué dice eso?—. Contesté un poco frutado. Sentí que algo estaba apunto de hacerse pedazos dentro de mí. Una confesión que me cambiaría para y por siempre.
—¡Por qué mis sobrinas están muertas!—. Reveló.
Un vacío se hizo parte de mí en aquel instante. Mi corazón estalló extinguiendo los pedazos para siempre. Me perdí, me perdí al instante de aquellas palabras. Me perdí para nunca encontrarme.
Supe que ya no volvería hacer el mismo de antes. Divagué en los recuerdos de alguien que no existía. Eso no podía ser real.De repente me encontré en un sitio, dónde lo que abundaba era la oscuridad. Un sitio que estaba en mi mente y en mi corazón.
Ya no sabía cómo explicarlo. No sabía que sentía. Pero sabía algo, ya no era el mismo.
Unas palabras arruinaron mi vida, haciéndome ver la verdad que a veces evitamos, porque casi siempre es mejor vivir en un sueño que en una realidad.
"Sa" era mi sueño y los sueños se acaban.
![](https://img.wattpad.com/cover/122741029-288-k763297.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Al Otro Lado De La Calle
Ficção Adolescente¿Y si te digo que la mayoría de estas cosas no son lo que aparentan? ¿Me creerías? Julio, un estudiante promedio de 18 años, torpe y tímido, no se atrevía a salir de su monótona vida. No estaba preparado para nuevas emociones. Pero, un jodido día, u...