Al despertarme de aquel sueño profundo que me provocó el escribir el siguiente capítulo de mi libro. Me estiré un poco en la silla para reanimar de nuevo a mi cuerpo que estaba sobre mi escritorio personal. La luz del cuarto estaba apagada y las cortinas tapaban la ventana, pero entraban uno que otro rayo de luz que se colaban por la ventana por vivir en una zona céntrica. Además, aún no caía la noche. Así que se podía ver con cierto grado de claridad.
Lo menos que quieres ver cuando te despiertas, es a tu hermano en tu cuarto y sobre todo leyendo tu libreta donde escribes todo lo que callas para sentirte un poco libre. Porque es mejor escribir los sentimientos para que no nos torturen, a decirlos y saber lo que nos espera ya.
«Siempre se sufre, pero siempre buscamos la manera de disminuir ese dolor»
Me levanté y me dirigí rápidamente hacia él. Después de intercambiar un par de palabras y miradas efusivas, lo eché de mi cuarto un poco alterado. Le tenía confianza, pero hay cosas que uno se tiene que guardar para sí mismo para mantener su esencia. Hay cosas que simplemente no se pueden decir y cada quien expresa ese sentimiento de una manera diferente; un compositor lo hace por medio de canciones, un escritor por medio de libros, un poeta por medio de versos. Decimos nuestra verdad poco a poco en aquellas cosas que nos gustan y nos hace ser nosotros mismos. No hay prejuicios, hay libertad. Porque no nos gusta algo simplemente por gustar. Todo tiene un motivo y eso te lo dejo a tu criterio.
Escapamos del mundo por medio de la idealización y eso es lo que nos lastima. Si no quieres heridas, no idealizes y mejor vive. No tendrás decepciones. La decepción la causa uno mismo, no los demás.Una vez que lo eché, me acosté sobre la cama mirando al techo y suspiro tras suspiro imaginaba de nuevo historias con "Sa".
Soltaba sonrisas tontas al imaginar un final feliz con "Sa". Mi vista seguía perdida en el techo como si allí mismo viera el reflejo de "Sa".
Todo, absolutamente todo, me recordaba a ella.Apenas estaba cayendo la noche. Apenas cerré mis ojos, me sumergí en un mundo diferente. Un mundo al que yo quería, pero eso solo existía en nuestra imaginación. Nada es perfecto, porque sí fuera perfecto, entonces no pensarías en lo perfecto.
Al abrir mis ojos, me sentía diferente. No sabía que día, ni hora era.
Me levanté de la cama y me senté a la orilla de la cama. Me incliné hacia adelante y con mis manos cubrí mi rostro haciendo ficción contra mis ojos para despertarme. Bostezo tras bostezo me acompañó hasta el lavabo. Me lavé la cara. Volví a la cama. Tomé mi teléfono y pude ver que apenas eran las siete quince de la noche.Me levanté y me dirigí hacia la sala para ver si estaba mi hermano y poder disculparme con él por mi comportamiento de hace unas horas. Pero no lo encontré, lo busqué por toda la casa, pero no había rastro de él. Mi mamá todavía no había llegado y Diana, ni se diga, parecía que vivía en la calle. Era una familia disfuncional.
Al buscarlo y no encontrarlo, salí de la casa, no para buscarlo a él, sino a "Sa". La noche ya había caído totalmente y la brisa y la frescura de la noche se hacía presente en el ambiente. Ya había empezado hacer frío. Ya estábamos en el mes de Octubre. Junté mis dos manos y me las llevé a la boca tratando de cubrirla y por ahí respiraba en expresión de que él frío se había vuelto intenso.
Una vez que ya me encontraba en la banqueta. Alondra estaba en el mostrador de la pastelería y al verme se me acercó.
—¿Te gusta?—. Fue lo primero que dijo al acercarse. Llevaba un pantalón de mezclilla pegado junto con una sudadera de color rosa y su fleco de lado. Ella era delgada, por lo cual no le quedaba tanto la ropa ajustada.
—¿Quién?—. Pregunté posando mi vista ante ella.
—Esa es la pregunta del millón de dólares. ¿Quién?—. Respondió con una sonrisa y al cabo de unos segundos se alejó de mí. Yo la miré hasta que desvíe mi vista al frente para ver si de casualidad veía a "Sa". Pero eso era casi imposible, ya era tarde y ya no trabajaba a esa hora.
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Al Otro Lado De La Calle
Teen Fiction¿Y si te digo que la mayoría de estas cosas no son lo que aparentan? ¿Me creerías? Julio, un estudiante promedio de 18 años, torpe y tímido, no se atrevía a salir de su monótona vida. No estaba preparado para nuevas emociones. Pero, un jodido día, u...