I.

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CAPÍTULO I.

 

-          Por favor, Laia, dime que todo eso no es lo que llevarás. – suplicó Rachel pidiendo ayuda al cielo.

La castaña rió divertida cerrando su última maleta, su cuarta maleta.

-          Oh vamos, Rach, no te pongas así, sólo llevo lo indispensable – le contestó lógica.

La medio-pelirroja rodó los ojos y salió del cuarto de su amiga dejando un largo suspiro, uno que calmó todas sus ganas de gritar a Laia que dejara la mitad de sus cosas. Contó hasta diez y volvió a entrar con otra cara. Raquel siempre lo hacía, intentaba no perder los nervios cuando Laia era tan… exagerada. A pesar de ser un año mayor, Laia era un poco más alocada que la otra, aunque siempre sabía comportarse cuando era necesario.

Ella tenía una larga cabellera oscura a juego con sus grandes ojos. Su tez blanca estaba un poco quemada por el sol tomado días antes en la playa, se notaba que el verano estaba en la vuelta de la esquina. No era ni muy alta ni muy baja, debía de ser como la media. Por otra parte, Raquel – aunque le guste más la versión inglesa, Rachel – tenía el pelo castaño claro con californianas; no tenía un mismo color de éstas, había de rubias y rojas. Era más bajita que su amiga y tenía los ojos verdosos.  

-          ¡Tengo tantas ganas de que llegue mañana! – Laia abrazó a Raquel con mucha fuerza. De verdad se veía emocionada.

La pequeña rió fuertemente.

-          Vale, lo he entendido, ¡pero no hace falta que me estrujes y me mates por obstruirme las vías respiratorias! – soltó a carcajadas.

Laia se separó de ella sonriendo y cogió la mano de la que tenía delante.

-          Muchas gracias – agradeció sincera.

-          ¿Por? – preguntó con una mueca de interrogación.

-          Fuiste tú la que me invitaste a esto – besó su mejilla – No me lo esperaba para nada.

Rachel le dedicó una dulce sonrisa.

-          Es mi regalo de tus veinte, Laia. Sabes que las dos dijimos de hacer un gran regalo cuando cumplamos esa cifra; y ahora tú casi los tienes. Así que por eso te he invitado a venir conmigo en el Ship Island.

La castaña volvió a abrazarla, esta vez, con un poco de menos fuerza. Al separarse, decidieron irse a dormir pronto. Mañana les esperaba un gran día, lleno de alegría y ganas.

Viajar con el Ship Island – o el barco isla – era el sueño de muchos. Sólo hacía unos meses que este increíble crucero había llegado en los puertos ingleses y mañana zarpaba de Bournemouth hasta donde el pasajero se quisiera bajar. Un pasaje para éste costaba muchísimo dinero; tanto, que sólo los grandes empresarios o personas con gran fortuna podían permitírselo. ¿Cómo consiguió Rachel los billetes para el crucero, si sólo es una muchacha de la clase mediana? Laia nunca se lo preguntó, pero tampoco tardaría en enterarse. 

If only you were mine... |The Vamps|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora