IV.

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CAPÍTULO IV.  

- DON'T STOP, DOING WHAT YOU'RE DOING... - cantaba a pleno pulmón la del camarote.

Calló al instante cuando alguien abrió la puerta. Laia estaba estirada en la cama y al escuchar a puerta, se sentó con muchísima rapidez y recuperó la compostura con facilidad. Carraspeó pesadamente y se acomodó el pelo hacia un lado.

- No disimules que se te escuchaba cantar en el pasillo - dijo Rachel guardando algo en su armario.

Laia se avergonzó y en sus mejillas apareció un color carmín.

- ¿Qué guardas? - le preguntó para cambiar de tema.

- Nada - contestó seca y fue hacia el baño.

- Rach, ¿qué te pasa?

Sólo obtuvo un portazo como respuesta. Laia rodó los ojos; mejor dejar a Raquel mientras estaba cabreada con el mundo. Laia de mientras se entretenía con su móvil, jugando posiblemente con el juego que se descargó hacía dos semanas y que no podía parar.

El tiempo se le pasó volando y Raquel salió. Tenía otro aspecto, de más buen humor, algo que alegró a Laia, pues no quería aguantar la tortura de una Rachel enfadada - era lo peor.

- ¿Vamos?

La mayor la miró con duda.

- ¿A dónde?

- No me digas que te quedarás todo el verano en el camarote - se cruzó de brazos - Venga, a explorar el barco.

- Está bien, mami - se burló.

Se vistieron un poco más formalmente, no tenía intención de ir por un lujoso crucero con ropa de calle. Las dos optaron por llevar un vestido veraniego. Laia tenía uno naranja pastel que le cubría media pierna y era de tirantes; muy elegante. Rachel se decidió por uno azul marino de media manga y más corto que el de su amiga. Y tacones a juego, obviamente.

***

- Me encanta este ambiente - dijo Laia tomando un pequeño sorbe de su ponche.

Las dos estaban en la terraza sentadas en tumbonas, donde se encontraba la piscina, tomando el aire y mirando las estrellas. Se habían pasado horas y horas contemplando ese lugar, mientras zarpaban en el mar.

- A mí tam… - interrumpieron a Rachel.

- Perdonen, ¿se van a quedar mucho rato sentadas?

Las dos se giraron para ver de dónde provenía esa voz.  Era un chico alto, muy delgado, rubio, muy atractivo y con los ojos pequeños. El color de éstos no se podían saber por la luz de la noche, pero eran claros.

Rachel arqueó las cejas.

- Nos vamos a quedar el tiempo que necesitemos - contestó cortante.

Su amiga le dio un codazo, el cual se quejó y la miró con odio.

- Me-mejor dejémosle sentar - la castaña se levantó.

El chico alto la sonrió y Laia se sonrojó al instante, algo que no pudo ser notado.

- Gracias.

Rachel prácticamente arrastró a Laia hacia un rincón y la miró muy extrañada.

- ¿Qué has hecho? ¿Des de cuando eres tan maja con los hombres? ¿Dónde está la Laia que renunció al amor? - exclamó la menor sorprendida.

Laia apoyó las manos en los hombros de la nerviosa, intentándola calmar.

- Que sea amable no significa que me vaya a enamorar de él. Y sí, yo he renunciado al amor. - Rachel negó repetidamente con la cabeza, sin creer lo que su mejor amiga decía - Sí, Rach, sí. Tú no sabes lo que es pasarlo mal con los chicos. Tú tienes novio y estas muy bien con  él, aunque viva a millas de ti. ¿Y yo? Bah, fuera.

Rachel la sorprendió con un abrazo. Laia siempre se ponía muy sensible con este tema y Rachel no soportaba verla triste; su mejor amiga era una Laia siempre alegre y positiva, no una pesimista. Durante el abrazo le acarició el pelo con dulzura. Laia, no se puede renunciar a eso.

- El amor siempre viene cuando menos te lo esperas y de quien no deseas enamorarte, nunca lo sabrás. Y si no has sido correspondida todavía es porque quién quiera que esté arriba de nosotras, no ha querido ponerte a un idiota a tu lado.

Cuando se separaron, Raquel cogió sus mejillas y las pellizcó levemente y le sacó una risita.

- Sonríe, ¿sí?

Laia asintió con la cabeza.

- Gracias, Rach, siempre sabes cómo animarme. - le dio otro abrazo más corto - Te quiero.

- Y yo a ti - sonrió.

If only you were mine... |The Vamps|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora