III.

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CAPÍTULO III.

-          ¡Corre, Laia, corre! – le apresuraba la medio-pelirroja.

-          ¡Cállate y ve más rápido!

Las dos se encontraban corriendo para subir al barco. Las dos eran un desastre, siempre llegaban tarde si de Laia se trataba.

Se había demorado cuando, durante el trayecto en coche, la mayor se dio cuenta que se había dejado el móvil en su casa junto con el cargador.

Cuando llegaron al fin, Rachel se adelantó hasta un hombre de mediana edad y algo calvo para hablar con él. Mientras, Laia – que no podía escuchar nada – estaba intentando recuperar la respiración; no es bueno correr tanto ni con cuatro maletas. Cuando alzó la vista, se quedó admirada. Un gran y hermoso barco estaba delante de ella, era como una isla paradisiaca. Cerró la boca, ya que se encontraba abierta por la impresión y vio como Rachel se acercaba a ella.

-          Rach… ¿cómo narices has conseguido comprar un pasaje? – preguntó mirando aun el barco.

Raquel rió nerviosa. Laia frunció el ceño y posó su mirada en ella, quién tenía la cabeza gacha jugueteando con sus dedos.

-          ¿Rach? – cuestionó confusa.

-          Porque… ¿gané dos pases? – levantó los hombros.

Laia se cruzó de brazos. Sabía que estaba escondiendo algo, la conocía demasiado bien.

-          Quiero la verdad.

Rachel suspiró rendida y se sentó en su maleta.

-          Pues… conseguí los billetes porque presenté una solicitud de trabajo aquí – cerró los ojos fuertemente para esperarse una bronca de su amiga, pero no fue así.

-          Y te aceptaron – Rachel los abrió otra vez y asintió - ¿Yo tendré que trabajar?

-          No pero…

Laia sonrió y tiró de sus maletas hacia el barco. Dejó a Raquel sin habla. Cuando estaba un poco más lejos, se giró e hizo un gesto para que su amiga avanzara. Ésta la obedeció y entraron en el lujoso transporte.

***

Se acomodaron en un camarote completamente equipado y enorme, con dos camas de matrimonio y un baño propio. Exacto, lujo cien por cien. Sacaron todo el equipaje y lo dejaron en sus correspondientes armarios.

-          Laia – la llamó Rachel y ésta se giró mientras colocaba una camiseta – Tú… ¿no trabajarás conmigo?

-          ¿Es necesario? – preguntó incrédula – Vale, espera, creo que estoy quedando como una mala amiga. – Carraspeó y siguió – Tú me dijiste que este viaje sería para que me relajara, ¿no?

-          Sí, bueno, tranquila, te invité para que lo pasaras bien, no para que trabajaras. – soltó una risa poco sincera – Si me disculpas, ya me voy.

Salió con la cabeza mirando el suelo. Laia se puso los auriculares y empezó a escuchar música mientras colocaba sus cosas en el camarote.

Por otra parte, Rachel se reunió con su jefe; el chef. Ella sería la ayudante de cocina y sólo trabajaría durante las horas de comida.

-          ¿Preparada para empezar? – un hombre con la vestimenta correspondiente y un gorro de cocinero se le acercó con una sonrisa.

Él tenía el pelo negro como la noche y los ojos castaños con es gloriosa sonrisa blanca. Sobre su altura… Rachel le llegaba por el pecho.

-          Su-supongo – se encogió de hombros – Soy Rachel – tendió su mano y se las estrecharon.

-          Douglas, pero llámame Dou – sonrió de nuevo.

Rachel copió su gesto y el hombre de 30 años y ella empezaron las labores. 

If only you were mine... |The Vamps|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora