XXXII.

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CAPÍTULO XXXII.

 

Laia se encontraba poniéndose una camiseta ajustada blanco con algunos estampados abstractos más los pantalones tejanos de pitillo. Decidió ponerse sus preciadas converse desgastadas y se recogió el pelo con una coleta alta. No se maquilló demasiado, nunca era partidaria de esconder la belleza de una mujer. Tres llamadas en la puerta la sobresaltaron y fue a abrir. Se encontró a Connor con unos tirantes negros y skinnies.

-          Hol… - empezó el chico pero fue interrumpido por la chica, que estaba cruzada de brazos alzando una ceja.

-          Te dije que hoy te venía a buscar yo, Con.

Él miró la hora y señaló su reloj de muñeca.

-          Llevabas un retraso de 10 minutos.

Laia cogió su brazo sobresaltada y maldijo.

-          Lo siento, ahora salgo.

Y le cerró la puerta en los morros, el pobre Connor se quedó sorprendido y confuso, pero Laia, después de coger sus cosas, la abrió otra vez y agarró la muñeca de él.

-          ¿Dónde tienes planeado llevarme? – cuestionó divertido mientras caminaban

-          Esto es una sorpresa – le guiñó el ojo.

Eran las 2h de la madrugada, por eso Connor se sorprendió tanto cuando Laia le dijo que quedaran a esa hora. Se pararon enfrente de la puerta de la cocina y la castaña sonrió maliciosamente. Sacó un clip de su pelo y lo deformó para después introducirlo en la ranura de la puerta.

-          ¡¿Qué haces?! – elevó el tono de voz.

-          Shh, Con, cállate o nos van a pillar.

Él intentó controlar su respiración y entró rápidamente cuando Laia finalizó su trabajo.

-          Tranquilo, macho – ironizó Laia riendo.

La fulminó con la mirada y ella se dirigió hasta la cocina, concretamente hasta la gran nevera. Allí sacó un par de botellas de cava y las puso en una de las mesas desiertas. Obligó que su cita se sentase allí y sacó unas galletas de chocolate de la despensa. Cogió una par de platos y empezó a hacer una decoración espectacular: puso algunas galletas en medio y por los costados alguna fresa más sirope de chocolate por encima. Sonrió ante su resultado y llevó los dos platos junto dos copas hacia la mesa.

-          Llegué.

Connor se veía muy nervioso, no disfrutaba de ese postre, pues no paraba de mirar fijamente la puerta. No prestaba atención a las conversaciones de Laia, pero ella no se daba cuenta porque sólo bebía y bebía.

-          ¡CONNOR DEJA LA PUERTA EN PAZ! – le gritó a pleno pulmón.

Como era previsible, el alcohol ya le había subido y tenía las mejillas rojas por éste. Connor abrió mucho los ojos y luego le tapó la boca.

-          ¡Cállate! ¿Crees que no nos pillarán si gritas así? – dijo entre susurros.

Le destapó la boca cuando creía que ya no gritaría. Repito, creía, pues ella volvió:

-          ¿ACASO IMPORTA? – rió con un tono elevado - ¡ME IMPORTA UNA MIERDA! – la copa golpeó el suelo y se rompió en miles de cristales.

Eso provocó más carcajadas por parte de ella y siguió por tirar los dos platos terminados al suelo. Connor, que intentaba retenerla sin éxito y harto de la situación, se la quedó mirando fijamente.

-          Me voy.

Y sus palabras se cumplieron, dejando una Laia completamente ebria bailoteando mientras había miles de cristales en el suelo.

-          ¡NO, CON, ESPERA! – gritó cuando no notó su presencia.

Y por la puerta apareció el mismísimo Tristan Evans con el ceño fruncido. 

If only you were mine... |The Vamps|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora