V.

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CAPÍTULO V.  

La alarma sonó a las 6:00h de la mañana concretamente, que provocó un gruñido por parte de Laia y que Rachel se levantara como un rayo.

- Lo siento, tengo que ir a trabajar - susurró mientras se vestía.

- Mmmm - contestó la otra y se tapó con las sábanas hasta la cabeza.

- Adiós - se despidió saliendo por la puerta.

Rachel se dirigió hasta la cocina, dónde se encontraba Douglas.

- Buenos días, Dou - le saludó la bajita.

El llamado se giró y le sonrió. Dejó de cortar el pimiento que sostenía en las manos y se dirigió hacia ella.

- Buenos días. Ven - hizo una señal para que le siguiera - Hoy tendrás que atender a los clientes que pasen por aquí antes de la hora del desayuno.

- Está bien… ¿así que me ocupo del bar?

- ¡Correcto! - aplaudió y Rachel rió.

La chica se dirigió hasta el lugar asignado y preparó todo lo necesario. Eso le costó media hora y después lo abrió al público. En nada, obtuvo los primeros clientes. Sólo había tres; dos mujeres y un chico. Los clientes se posaron en la barra y, uno por uno, fueron pidiendo lo que querían. La mujer que vestía de negro pidió alcohol a primera hora de la mañana, lo que Raquel se sorprendió mucho. La otra fue más considerada y tomó un café solo.

- ¿Qué le pongo? - preguntó al muchacho.

Éste le mostró una gran sonrisa. "¿Tan contento de buena mañana y levantándose temprano?"

- Zumo de naranja, por favor…

- Rachel - terminó la frase ella antes de que pudiera leer su nombre en el cartelito que llevaba en el pecho.

- Un gusto, soy Bradley - le tendió la mano y la estrecharon.

Cuando le sirvió el zumo, Rachel se fijó más detalladamente en el chiquillo. Pelo oscuro igual que los ojos castaños que poseía. Tenía una cara angelical, como de niño. Era bajito y de cuerpo no estaba nada mal. Se lo quedó mirando por largo rato hasta que el mismo Bradley le dijo algo:

- ¿Por qué me miras tanto?

- ¿Cuántos años tienes? Estoy intentando adivinarlo pero no tengo ni la menor remota idea - contestó sincera.

Bradley rió y se removió en la silla.

- ¿Cuántos me echas? - la miró seductoramente pero ella ni se percató.

- Dieciséis.

El chico mostró - fingió - estar ofendido.

- ¿No? - se sorprendió Rachel.

- Añádeme dos más. Bueno, en nada, añádele tres - sonrió triunfante.

Raquel le miró con cara de pocos amigos. Era imposible que ese muchacho tuviese la misma edad que ella. ¿Acaso ella se veía tan niña?

- Entonces eres como yo. - Bradley asintió. Miró el reloj y ya marcaban las 9:00h; hora del desayuno - Bueno, gente, debo cerrar esto. - Dijo para los tres clientes.

Salieron del pequeño local a regañadientes. Rachel volvió a la cocina para ayudar a su jefe, pero cuando se estaba dirigiendo hacia él, alguien tocó su hombro.

- Un placer, Rachel.

- Igualmente, Bradley - se sonrieron mutuamente y se fueron cada uno por su lado.

***

Si no fuera por su móvil que sonó a las 10:00h, Laia hubiera seguido durmiendo hasta las tantas. Se levantó perezosamente y cogió su móvil. Miró la pantalla de quién llamaba: su madre.

- Mamá - dijo nada más descolgar.

- Hombre, gracias por dar señales de vida, hija.

Laia rió adormilada.

- Me has despertado y no te lo perdonaré. Y lo siento, ayer me olvidé de avisaros que había llegado sano y salva.

- No te preocupes. ¿Cómo es el barco?

- Una pasada - sonrió aunque su madre no la viese.

Estuvieron unos minutos hablando. Cuando colgaron, la chica decidió que era hora de ir a desayunar, más bien, su estómago pedía comida. Se vistió más normal que anoche y salió. Pero tuvo un problema muy grande… se perdió por los pasillos de los camarotes.  

- Perdone - excusó a un chico que salía de un cuarto - ¿Puede decirme cómo puedo llegar hasta el comedor?

El muchacho se giró y se sorprendió al ver la cara de la chica. Era el rubio de anoche, el que pidió sentarse en la tumbona de la terraza. Laia abrió la boca de la sorpresa y tartamudeó un poco:

- T-tú eres el chico de ayer.

- Sí - dijo seco - se sale por allí y luego vas recto.

Laia le miró con duda.

- ¿Qué?

El rubio puso los ojos en blanco.

- El comedor. - aclaró.

- Ah… Gra-gracias.

Cuando dijo eso, el chico alto se giró.

- Soy Laia - soltó apresuradamente.

- Vale, no me importa.

Y desapareció de allí. Laia ahogó un grito. ¿Por qué todos los chicos parecían repelarla? No pensó más en eso y se fue a por algo de comida para satisfacer su estómago.

If only you were mine... |The Vamps|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora