XVIII.

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CAPÍTULO XVIII.

 

El barco ya había parado distintas veces y esta vez tocaba el menos deseado por el grupo musical y la chica castaña: España. Sabían que iba a traerles problemas este destino; su amiga Rachel vería a la persona que a ella le hacía daño – aún así sin saberlo. Laia no quería eso, aunque gracias a Chad la conoció y sólo le agradece esto, pero ella sabía que era su peor influencia y él se aprovechaba para ganar dinero fácil. Sí, Rachel le proporcionaba dinero desde Inglaterra, la pobre estaba cegada por amor.

Ese día el despertador sonó a la misma hora de siempre, pero los días que paraban en un país, no trabajaban, pues los tripulantes preferían comer fuera. Así que la pelirroja se levantó fugazmente de la cama, echando las sábanas hacia un costado y poniéndose de pie muy rápido, todo con una gran sonrisa en la cara. Laia, quien estaba despierta mucho antes, fingió estar soñando, pero tenía un ojo entreabierto observando a su compañera.

Rachel se vistió con un vestido rojo arropado de la cintura con un pequeño lazo en el lado derecho de sus caderas, con unos zapatos a juegos. Sobre el maquillaje… llevaba bastante, labios rojo carmín y ojos muy cargados con un tono oscuro, para que resaltara su color verde. Cuando estaba lista para salir, su amiga refunfuñó.

-          ¿Rachel? – fingió una voz dormida mientras se frotaba los ojos.

-          Sí, lo siento por haberte despertado, Laia, pero tengo que ir…

-          Me encuentro muy mal – le explicó mientras le sentaba en la cama – Me da vueltas la cabeza y el estómago… ¡bf! No está muy fino, que digamos. Ayúdame.

Raquel rodó los ojos y le echó una mano en levantarse. La llevó hasta el baño para que regurgitara algo, pero no le salía nada, así que la devolvió en la cama. Se sentó a su lado y le acarició la frente para relajarla.

-          Cuídame – le pidió Laia cogiéndole de la mano.

Ella esbozó media sonrisa.

-          Hoy no puedo, Laia. Sabes que lo haría, pero justamente te tienes que poner mala hoy…

-          ¿Por qué? – la miró simulando tristeza.

-          Luego te cuento – depositó un beso en su mejilla – Vendré lo más pronto posible.

Se levantó para coger su bolso a conjunto.

-          Esper… - pero escuchó la puerta.

Se levantó bruscamente y miró el techo.

-          ¡Mierda bendita! – gritó con enojo.

Enseguida alguien llamó la puerta. Laia fue pesadamente hasta allí y la abrió de mala gana, enfadada por dejar ir a Rachel. Se encontró a Bradley.

-          ¿¡La has dejado ir?! – le medio-gritó.

-          Lo siento – se encogió de hombros y el otro negó con la cabeza – Tenemos que ir por el plan B…

-          ¿Cuál era? – preguntó incrédulo.

-          Seguirla. Reúne los demás.

El chico lo afirmó y se fue.

***

-          ¿Estás segura que se ha ido por aquí? – preguntó cauteloso Connor.

-          Sí, la he visto girar en esta esquina – respondió Laia mirando cada rincón de la calle que tenían delante.

-          Pues no está – contestó cortante Tris.

Recibió una mirada fulminadora de cada uno de los presentes.

-          Eso quiere decir que ha entrado en alguna tienda o bar. De hecho, esta calle parece la principal  y más comercial de las que hemos pasado. – contestó obvio el más bajo.

Tras todos mirarlo con asombro, una silueta conocida salió de una tienda de tés. Rachel llevaba una bolsita púrpura y estaba sonriendo.

-          Allí está. – dijo la única chica.

Prosiguieron con el “magnífico” plan B, persiguiendo a la joven enamorada para encontrarse con un príncipe azul – o negro, depende de quién lo piense – y demostrarle su amor con un pequeño obsequio. Después de caminar algunas calles, llegaron a una que daba delante el mar, una playa preciosa, y Rachel entró en un pequeño bar.

-          Bien, nosotros nos quedaremos aquí. – Laia se sentó en una de las sillas de fuera del bar. – Oh, mierda. – todos se giraron para verla – Ese es Chad. – señaló.

Brad fue el primero en fijarse en él; su rival, pero no por mucho tiempo. Casi le mata con la mirada, pero James le calmó poniéndole la mano en su hombro.

-          Tranquilo – le murmuró.

Él decidió no mirarlo más, pero le resultó imposible, porque Rachel salió corriendo de donde estaba y le plantó un largo beso en los labios. La rabia le consumía por dentro, quería pegarlo. Esos dos se comían a besos. ¿Cuántos llevarían? ¿Cuatro, cinco, diez? Muchos, y eso sólo hacía que el castaño quisiera golpearlo. Cuando los tórtolos decidieron entrar en el bar, Laia se puso delante del nervioso.

-          Relájate, ¿sí? Tenemos que separar a esta pareja como sea, pero no empleando la violencia como tú estás pensando. Vamos a pensarlo bien y después actuaremos correctamente…

Dentro del local, Rachel era la mujer más contenta en ese momento; estaba con – supuestamente – el amor de su vida. No podía dejar de mirar a su musculoso novio. Había cambiado muchísimo desde la última vez que le vio; su piel blanca ahora estaba más tostada y se tiñó el pelo a un rubio platino. Seguro que este chico sacaba más de un suspiro a las chicas. Y es por eso que ella lo miraba atentamente.

-          Has cambiado mucho – dijo finalmente ella.

A Chad se le amplió la sonrisa que ya tenía.

-          ¿Tú crees? Bueno, ahora tú eres pelirroja – rió.

-          Lo sé – sonrió tiernamente – Estoy muy feliz de verte de nuevo. Por lo menos, sabemos sobrellevar una relación a distancia.

-          Sí…

Le mostró una risita no muy sincera, pero ella no se dio cuenta. Se comieron con la mirada y luego Chad se acercó para depositarle un corto beso en los labios.

-          Había echado tanto de menos el poder besarte… - apoyaron las frentes y él le acarició la mejilla – Te quiero.

-          Y yo a ti, Chad.

Tras horas y horas de cháchara, el chico presente se levantó bruscamente y se disculpó para ir al baño, por lo que ella rió y le dio permiso en excusarse. Justo en ese momento, se dio cuenta que llamaban al móvil de su querido novio. Lo cogió sin duda alguna.

-          Hola, Chaddy. ¿Ya te has encontrado con tu ‘amorcito’? – rieron – Bromeaba. Cielo, pásate por casa para repetir lo de ayer. Eres tan salvaje – e imitaron a un gato.

A Rachel se le paralizó tanto el cuerpo, que colgó. Miró el nombre de la que llamaba: “Sindy” y al lado de éste, un corazón.

-          ¿Qu-qué significa es-esto? – tartamudeó para sí misma con miedo y horrorizada. 

If only you were mine... |The Vamps|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora