VI.

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CAPÍTULO VI.  

- ¡Rach! - Laia corrió hasta su amiga, quien estaba repartiendo y sirviendo comida a los tripulantes.

Cuando al fin la otra visualiza a su amiga, le hace señales para que se esperase y así ella pudiera terminar su faena. A Laia no le costó demasiado tiempo entenderla, así que se sirvió su desayuno y decidió sentarse en una de las mesas al lado de la ventana, observando el mar.

- Ya estoy - dijo Rachel sacando de las nubes a Laia. - ¿Qué te pasa? Hoy estás un poco… ida.

- No sé, puede. - le contestó encogiéndose de hombros.

Las dos empezaron a comer en silencio y Rachel observaba cada movimiento de la castaña; algo le pasaba seguro. E hizo algo completamente inusual, habló durante una comida:

- ¿Puedes decirme qué te pasa?

Laia se sorprendió, pues Rachel nunca había roto el silencio mientras comían. Terminó lo que tenía a la boca.

- El chico ese, el de ayer, no sé qué le pasa conmigo porque es muy desagradable… Yo fui amable con él, ¿no? ¡Dejé que se sentara! Y me lo paga así… - refunfuñó.

La menor rió levemente al ver la indignación de ella.

- No debes darle importancia, cielo. Al fin y al cabo, es un simple desconocido.

- Ya, pero no me gusta que la gente sea tan idiota conmigo - bufó.

- Estas cosas pasan, tranquila. Ahora disfrutemos de este delicioso desayuno.

***

Después de desayunar y decidieron irse a bañar un poco, por eso en ese momento vestían con sus bikinis. Cuando llegaron, escogieron una tumbona y colocaron sus cosas, como la toalla y la crema solar. Rachel fue directa al agua, ¡le encantaba bañarse! Soltó un grito ahogado de lo helada que estaba,

- Vamos, Laia, ven - le incitaba.

Negó con la cabeza y se estiró para tomar el sol. Cuando cerró los ojos, notó unas manos frías en su cuerpo. Rachel había salido del agua para arrastrarla a ella. Y lo consiguió, fue un golpe que le pilló desprevenido a Laia. En nada, la mayor se encontraba empapada hasta las trancas. Cuando sacó la cabeza, buscó a su - ahora - enemiga y la miró vengativa.

- Me la vas a pagar, Rach - amenazó seria.

Rachel sólo podía reírse, hasta le dolía el estómago y no podía parar. Laia, un poco molesta, se fue a nadar por otro lado, dejando a su amiga carcajeándose. Se apoyó en la barandilla de cristal para observar el hermoso paisaje marino.

- Hola - se escuchó.

Laia no se percató de la presencia de alguien hasta que le tocaron el hombro y se asustó.

- Lo siento - dijo el muchacho con una sonrisa - Soy Connor.

- Hola, yo Laia - le sonrió igual.

Laia miró al chico: era rubio con unos ojos azules muy claros y llevaba una dilatación en la oreja. No podía saber la altura de éste porque estaban en el agua y era imposible comparar la medida.

- ¿Qué haces sola por aquí? - le preguntó Connor mientras bebía de su vaso.

- Estoy enfadada con mi amiga y por eso me he puesto aquí. - se sinceró - Además, el paisaje es muy bonito - agregó.

Volvió a mirar el mar.

- Lo es. Oye, ¿Por qué no te unes con James y conmigo esta noche al karaoke?

Laia rió.

- ¿Yo? ¿Cantar? Para nada. - contestó. - Y no me conoces de nada…

- Bueno, yo siempre invito a las chicas guapas - sonrió y provocó un sonrojo por parte de la chica.

- Gracias, su-supongo. - agachó la cabeza tímida.

- ¿Qué me dices, vendrás? - preguntó ansioso.

Pero alguien los interrumpió.

- Laia, lo siento mucho - llegó Rachel recuperando el aliento - Ups, perdón por interrumpir. - se tapó la boca cuando vio el rubio.

Laia abrazó a Rachel en señal de que estaba perdonada.

- Él es Connor y me ha invitado al karaoke esta noche - le informó.

- ¿Esta noche? Sabes que no puede ser esta noche, Laia…

- ¿Por?

- Tenemos que hablar - dijo sin más. Laia asintió triste. - Por cierto, soy Rachel, encantada - se dieron la mano.

- Y yo James.

Un chico salió detrás de ellas. Uno también rubio y de ojos azules, pero con las facciones más marcadas. Se notaba que era más alto que el otro.

- Hola - saludaron Connor y Laia a la vez.

- Debo irme… - se disculpó la medio-pelirroja.

A nadie le dio tiempo de despedirse porque desapareció en un abrir y cerrar de ojos. La menor se dirigió hasta su habitación y se dio una ducha rápida. Después, cogió su teléfono y marcó un número.

- Chad… - susurró cuando descolgaron la línea.

En la piscina, Laia estaba riendo mucho con los dos chicos nuevos. Además, algunas veces le soltaba un piropo y a ella le gustaba, nunca se había sentido así de bien con algún chico. Pero visualizó una figura de poco agrado; el chico de las tumbonas. A medida que se acercaba nadando, le hacía muy mala cara a la pobre chica, que se sentía intimidada.

- Hombre, al fin apareces Tristan - soltó James dándole palmaditas a la espalda.

Laia agachó la mirada, no quería ser intimidada de nuevo.

- ¿Conoces a Laia? - le preguntó Connor.

- Por desgracia, sí. - contestó seco.

Laia ya no aguantaba más y decidió marcharse.

- Me voy, gracias por todo.

Se fue como un rayo. ¿Por qué ese chico era tan malo con ella? ¡Ni se conocían! Cogió todas sus cosas de la tumbona y se dirigió hasta su camarote. Cuando lo abrió con las llaves correspondientes, no creyó lo que vio. Un chico moreno, alto y delgado con los ojos verdosos estaba sentado en su cama, mientras que Rachel en la otra. ¿Qué estaba pasando aquí?

If only you were mine... |The Vamps|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora