II.

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CAPÍTULO II.

La que parecía la “angelito” de las dos, tiró la sábana de la otra, y así Laia cayó al suelo. Su caída provocó un gran sonido y las risas de Raquel no tardaron en salir. Laia se levantó refunfuñando y con la mirada llena de odio, con muchísimas ganas de matar al responsable de su caída. Cuando entró en contacto visual con Rachel, ésta dejó de carcajearse y su rostro se tornó serio y con algo de temor a ser agredida por su amiga. La castaña se frotó el culo, justo donde se había dado el golpe. La pequeña no pudo contener más la risa y volvió a reír con ganas; le resultó muy divertido lo que hizo.

-          Lo siento, Laia, pero es que te estaba llamando y no te despertabas, esta era la única forma de levantarte. – dijo entre carcajadas.

Laia la volvió a mirar con desprecio, pero desvió su mirada hacia el reloj de su mesita y se alarmó.

-          ¡Vamos a llegar tarde! – chilló - ¡Rachel, vístete ya!

Laia se apresuró en quitarse el pijama y en vestirse como una moto. Cuando se estaba poniendo la camiseta, paró y miró a Rachel, quién tenía los brazos cruzados mirándola divertida.

-          ¿Qué haces así? ¡Muévete! – le dio prisa.

Raquel se acercó a ella y puso su mano sobre el hombro de la estresada muchacha. Negó con la cabeza sonriendo.

-          Laia, ¿no recuerdas lo que dijimos antes sobre el despertador?

La preguntada arrugó en entrecejo confundido. ¿Anoche dijeron algo?

-          La verdad… no – respondió con sinceridad.

La medio-pelirroja rodó los ojos.

-          Pusimos el despertador dos horas después, ¿recuerdas? Y así podríamos despertarnos a la hora querida. – soltó con naturalidad.

Laia dejó salir de su garganta un largo “ah” y se acordó de todo. Lo habían hecho por ella, porque siempre tardaba siglos en levantarse.

-          Así que tenemos dos horas para prepararnos, ¿no?

-          Exacto. – asintió con la cabeza Raquel – Estoy orgullosa, al fin entiendes algo sin que te lo repitan más de una vez – fingió limpiarse una lágrima.

Laia la pegó en el brazo sonriendo y la dolida se quejó, poco después empezaron a reír como tontas.

-          Anda, no tardes en cambiarte.

Laia afirmó con la cabeza y la otra desapareció de allí. Se vistió en un abrir y cerrar de ojos. Vestía sencillo, unos shorts y manga corta. Cuando llegó al comedor, se encontró con Rachel y el almuerzo ya preparado en la mesa. Era poca cosa, sólo unas tostadas con algo de mermelada por encima. Las dos se sentaron sin decir nada y comieron en paz. Era tradición en ellas no hablar mientras comían, les resultaba desagradable interrumpir una comida por el hecho de hablar. Cuando cesaron, dejaron sus correspondientes platos en el lavaplatos y volvieron a la habitación de Laia.

-          Iré a mi casa para buscar las maletas y despedirme de mis padres – le informó.

-          Vale – aceptó la castaña.

En pocas horas estarían embarcando hacia el mejor verano de sus vidas. 

If only you were mine... |The Vamps|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora