XXXI.

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CAPÍTULO XXXI.

-          ¿E-estás bien?

Rachel terminó de limpiar una copa y la dejó en la barra para sentarse al lado del cliente.

-          Te mentiría si te dijera que sí… - rió tristemente.

Era Víctor, un famoso empresario que Rachel había conocido los pocos días después de emprender este salvaje viaje. Éste se encontraba algo cabizbajo y su oscuro pelo no le dejaba ver el rostro. La chica le frotó la espalda para tranquilizarlo.

-          ¿Puedo ayudarte en algo?

-          Sólo quédate a mi lado, por favor – suplicó.

Raquel asintió sin dudarlo ni un segundo; odiaba ver a gente decaída. Se quedaron en silencio durante muchos minutos, sólo se escuchaban los suspiros interminables del muchacho, hasta que al fin decidió hablar.

-          Me gusta una persona pero parece que no le importo nada.

Rachel rodó los ojos. ¿Por qué el amor era tan cruel?

-          ¿Quieres hablarlo o…?

-          Edward y yo sólo nos hemos enrollado un par de veces y luego me deja por un estúpido camarero que está más bueno que el pan. – se tapó la cara con las manos – Él decía que me quería, pero se ha ido a la primero de cambio…

-          Lo siento – fue lo único que dijo la chica.

-          ¿Tan mal lo hice? Mira, yo creía que yo sólo le quería para el sexo y eso, pero me he dado cuenta que me he enamorado de él… Seguramente estaba cansado de esperar…

-          ¿De esperar? – preguntó confusa.

-          Él quería tener una relación formal, pero yo no, puesto que mi trabajo exige muchas horas. Me lo llevaba pidiendo meses atrás y siempre le daba largas. Y ahora que quiero compartir mi vida con él, se va.

Empezaron sus sollozos.

-          Yo… - empezó la pelirroja – Tengo una idea.

A Víctor se le iluminaron los ojos, como si de una diosa se tratase.

-          Dime.

-          Dale celos con otro, pero siempre y cuando no te pases, claro.

***

Laia se dirigió a la piscina con todos sus utensilios y los depositó en la hamaca más cercana de la piscina. Se tumbó en ella de cara al sol, poniéndose la correspondiente protección corporal y sus gafas de vidrios oscuros. Pero hubo algo, más bien alguien, que le llamó la atención. Era James con una chica, que no podía ver porque el chico la tapaba. Laia dejó sus cosas y contó hasta tres para tirarse en el agua, sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal hasta que se acostumbró. Se acercó hasta su amigo y no creyó lo que veía.

James estaba besando a Mire, la compañera de Rachel.

Los dos tórtolos se separaron al instante cuando notaron la atenta mirada de una chica cotilla. A los dos les subieron los colores e intentaron explicar lo que sucedía, pero los nervios les pasaban una mala jugada.

-          No hace falta ninguna explicación – rió sin parar Laia. – Sois jóvenes, es normal algo de calentón.

Los otros la miraron con ojos grandes y luego rieron a coro con ella.

-          No se lo digas a los chicos, por favor – suplicó James.

-          Ni a Rach – soltó Mire.

Ella asintió y levantó el pulgar para arriba.

-          Soy una tumba.

Salió de la piscina y dejó a ese par comerse la boca. Ella rió imaginando de nuevo la escena comprometida que habían tenido minutos antes. Decidió leer una revista de cotilleos hasta que alguien se la quitó de las manos.

-          Connor. – sonrió y él hizo lo mismo.

-          Tú, yo, cita, esta noche. – dijo simple.

Laia alzó las cejas igual que las comisuras.

-          Sólo con una condición – tentó ella.

-          La que quieras – le contestó de igual forma.

-          La preparo yo. 

If only you were mine... |The Vamps|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora