40. Siare

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Mia

Jennifer permanecía inerte en el medio de la destilería, ninguno parecía pensar que en algún momento deberíamos de mover su cuerpo, es decir, no la íbamos a dejar aquí. Aunque sea una perra, debíamos de enterrarla, ¿no?

―Mi madre me dijo que eras un hombre de visión ―la voz de Derek me hizo volver en sí―. Estamos dejándote ir porque esperamos que puedas volver a ser ese hombre.

¿Dejar ir? Ambos, Scott y Derek se habían colocado frente a Deucalion, parecía que le estaban dando un gran discurso sobre su comportamiento. Así como cuando el alguacil habla con Stiles.

―Pero si no lo haces ―continuó esta vez Scott―, recuperar la vista no te servirá, porque nunca nos verás venir.

Dicho esto, ambos salieron de la destilería. Cuando no los seguí, Scott se detuvo. ― ¿Mia?

―Los veo luego ―dije, mi voz sonaba segura―. Hay algo que tengo que hacer antes.

Había salido de la destilería con Deucalion, ninguno de los dos había dicho nada. No sé por qué no me fui con Scott cuando pude, sentía que aún necesitaba conversar con el Alfa, pero no salía nada de mí. Tuve al menos siete intentos fallidos en los que abrí la boca para decir algo y no salió ni pio.

―Mia ―su voz hizo que me detuviera―, quiero enmendar mis errores. Por muchos años estuve perdido, en especial desde que tu mamá me dejó, luego, cuando murió... ¿Podrías venir conmigo?

― ¿Contigo? ―pregunté girándome hacia él.

Ahora ambos estábamos cara a cara. ―Podemos empezar una nueva vida lejos de Beacon Hills.

Fruncí el ceño. ―Mi vida está en Beacon Hills.

―Ahora eres una mujer loba y eres una Sibila, controlar ambas partes no va a ser fácil, me necesitas.

―No me voy a ir, puedo hacer esto. ¡Además, es tu culpa que ahora sea una mujer loba!

Mi cabeza empezó a dolerme cuando le grité, él se acercó a mí y evitó que me tambaleara.

―Necesitas descansar, te llevaré a tu casa.

― ¡Ay no! ―me quejé―, ahí debe estar el donante de esperma.

― ¿Donante de esperma?

―Olvídalo, si él está, lo ahuyentas ―le informé.

Cuando llegamos a mi casa, me di con la sorpresa de que el donante no estaba, bueno, ya ni siquiera es donante de esperma, ni siquiera eso hizo. Lobo estaba esperándome en la entrada de la casa, cuando me vio se acercó a mí moviendo su cola.

―Hola precioso ―le dije acariciando su cabeza.

Lobo se acercó a Deucalion y le movió la cola, el segundo me miró antes de darle dos palmadas suaves en la cabeza a mi bebé.

―No puedo creer que él no te odie. Tienes sangre en la cabeza, ropa y en las manos. Pareces un psicópata ―le dije.

Deucalion frunció el ceño, pero no me dijo nada.

Me senté en uno de los sillones de la sala, la cabeza aún me daba vueltas, pero aun así seguí los movimientos de mi nuevo padre. Él caminaba por la sala e inspeccionaba cada retrato. La mayoría eran de mi mamá. Solo había uno mío de cuando era pequeña. El donant.... el impotente no lo sacó porque salía junto con mi mamá.

― ¿Él sabe que yo no soy su hija? ―le pregunté a Deucalion cuando tomó una foto en que salían el impotente y mi madre.

Él asintió. ―Siempre supo que no eras de él, pero Ellen mantuvo en secreto que eras mía.

Siare | EMPE #3 | Stiles StilinskiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora