ＮＵＥＳＴＲＯ ＳＥＣＲＥＴＯ || ʏᴏᴏɴᴍɪɴ•ᴊɪᴍsᴜ

Capítulo 21: Recordando Pt. 1

Me encontraba recostado en un sillón beish. El consultorio en el que me encontraba era de paredes color vino, con muchos cuadros colgados de las paredes y una gran ventanal por que cual se veía un pequeño parque y es que, los chicos me habían logrado convencer de ir a ver al psiquiatra.

— Bien, Min Yoongi, ¿Puedes contarme por qué estás aquí?

Y así fue como empecé a narrar mi historia.

—Desde que conocí a Jungkook  yo...

—¿Quién es Jungkook?

Anotaba todo lo que decía en una libreta, color negro con un bolígrafo él cual parecía costar más que mi casa.

—Jungkook es... Un muy buen amigo —murmuré, viendo al techo. Recordando cuando nos conocimos por primera vez...

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Años atrás.

Tenía ocho años cuando me mude junto con mi familia.
Las lágrimas en mis ojos me impedían ver, pero podía escuchar como los demás niños se mofaban de mi.

—¡Miren a ese niño, está calvo!

—¡Es un monje!

Recuerdo muy bien aquel día ya que ningún niño parecía tener límites. Me habían tirado sobre un charco de lodo y habían sacado mis cuadernos, tirándolos sobre mi, arruinándolo todo.

Esa mañana me había decidido rapar él cabello en una estética, pensando que así disminuirían las burlas ya que antes me molestaban diciendo que estaba feo y flacucho, pero me equivoqué. Las burlas aumentaron el doble.

—¡Dios mío, eres un estúpido! —gritó una niña, señalándome con su dedo.

—Tal vez te verías mejor con un ojo morado —se burló un niño, pateando mi pierna.

—¡Eres tan feo!

Estaba muy asustado.
Me habían llevado a un lugar abandonado y entre empujones es como había terminado ahí.

Incluso me había orinado en los pantalones.

Algunos niños eran mayor que yo por cuatro o cinco años mientras que otros eran incluso menores que yo.

Un niño sacó lo que parecía ser una navaja y caminó hacia mí con otros dos niños de la calle en dónde yo vivía. Algunos otros eran de la escuela pero la mayoría era de dónde yo me acababa de mudar.

No tenía ni dos semanas de mudarme, cuando me agarraron como objeto de sus burlas.

—Niño nuevo, ¿Te gustan tus orejas? —preguntó mientras delineaba la navaja con su dedo índice.—Si no te gustan, puedo quitartelas.

—N-no —lloré, cubriéndome ambas orejas con mis manos.—M-me gustan mis o-orejas.

Recuerdo haber gritado muy fuerte cuando dos niños me tomaron de los brazos y otros dos de las piernas, impidiendo que me moviera. Cuando hicieron él primer corte en mi oreja, mis lágrimas y mis gritos se volvieron más fuertes.

—¡No! ¡No! ¡Dejenme! —mi garganta dolía demasiado por los gritos desgarradores que salían de lo más profundo de mí.

Entonces fue cuando él apareció.

Mi ángel.

Eso es lo que era él.

Nunca olvidaré como, sin conocerme, me defendió. Entre el y otros dos niños pudieron con todos, pero el que más me ayudó fue el. Le rompió la nariz a unos mientras que a los otros los lanzó al charco, a mi lado.