Los mellizos conspiran por la noche

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Me desperté en medio de la noche, gracias a una pesadilla en la que me perseguía una voz fantasmal por un bosque oscuro que en lugar de árboles tenía llaves gigantes.

-Emma.

Abrí los ojos. Rupert estaba despierto, y se veía preocupado.

-Estabas temblando. ¿Está todo bien?

Negué con la cabeza y me acercó a sí con cuidado.

-No te preocupes. Ya pasó. Estoy aquí contigo.

Suspiré profundamente y lo abracé.

Hacía dos semanas ya que Jack y yo vivíamos con Rupert y Madeleine, y todo iba bien. Rupert había aceptado permanecer en la cama y no se levantaba...

Pero me preocupaba que en cualquier momento iba a tener que ducharse, y no se me había ocurrido aún qué diablos se suponía que haríamos. La semana anterior había venido un amigo de él para ayudarlo, su cuñado, pero ahora estaba de viaje y me tocaría hacerme cargo.

Cuando necesitaba hacer sus necesidades, las cosas iban mucho mejor. Yo sólo lo ayudaba a incorporarse para que pudiera ir con las muletas al baño.

-Tranquila, ya pasó.-Murmuró con voz calmada.-Estoy aquí contigo.

Lo miré en la oscuridad y tragué en seco. Sus ojos me causaban una atracción magnética.

No habíamos vuelto a besarnos. Probablemente cuando le pregunté si sabía que sólo éramos amigos, sus sentimientos acabaron un poco heridos. Lo lamenté mucho días después, pero no podía hacer nada ya.

-Gracias. Yo... Necesito un vaso con agua.

-Te lo serviría yo mismo, pero ya ves.

Sonreí y me levanté.

-Vuelve a dormir.-Dije.-Estoy bien.

Él asintió y metió sus manos por debajo de su almohada para cerrar los ojos.

Bajé lentamente las escaleras hacia la cocina, pensando en cómo las llaves podían verse aterradoras, y entonces oí voces.

Al principio creí que era mi imaginación jugándome una mala broma.

Cerré los ojos, conté hasta diez y volví a abrirlos.

Las voces seguían allí. Venían de la habitación de Jack.

Me acerqué a la puerta, de la que salía un leve haz de luz porque estaba entreabierta.

Asomé mi rostro dentro del cuarto.

Los mellizos estaban hablando sentados bajo una especie de carpa que habían armado con las sábanas, y tenían una linterna encendida. Gracias a su luz, podía ver las siluetas de los dos.

Iba a regañarlos por estar despiertos a esas horas (eran las tres de la mañana y al día siguiente había escuela), pero algo de lo que dijeron me llamó la atención.

-Papá nos apoyará.

Era Madeleine, y sonaba muy segura de sí misma.

-Sin duda. Mamá será más difícil.

-Lo sé. La quiero mucho, pero no va a dar el brazo a torcer.

-Es que tampoco puede ser tan complicado. Ellos estuvieron enamorados una vez. Basta con que los hagamos recordar por qué se amaban.

-Cierto. Quizás preguntando casualmente obtengamos información de importancia sobre sus citas y podamos replicar alguna.

-¿Crees que eso funcione?

Reencuentro [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora