Toma de decisiones en equipo

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-Em. Em, despierta.

Bostecé y abrí lentamente los ojos.

-La alarma acaba de sonar pero no la escuchaste.-Informó Rupert con cariño.-Y... Necesito... De verdad necesito ir al baño.-Murmuró sonrojado.

-Descuida, ya te ayudo.

Me moví suavemente para incorporarme y noté que algo presionaba la parte baja de mi estómago. Me sonrojé sin poder evitarlo.

-Rupert...

-No me digas nada, te lo ruego.-Pidió volviéndose rojo.

Besé su frente y me puse de pie, estirando mi espalda a un lado y al otro antes de sentarme junto a él.

-Venga.-Dije tomando su mano y haciendo que me rodeara con su brazo para que se sentara.

Lo miré fijamente y me sonrojé. Nuestras bocas estaban a milímetros de distancia. Y él estaba excitado por mi cercanía.

-Emma...

-Vamos, o llegaré tarde a trabajar.-Murmuré poniéndome de pie y tirando de él hacia arriba.

Logró tomar sus muletas y suspiró.

-Doy lástima.

Reí y negué con la cabeza.

-No. Ahora, vete ya, ¿o no estabas muy apurado?

-Sí, eso. Pero... Estaba pensando y creo que debería darme una ducha, sabes. Por... Ya estoy muy sucio.

Tragué en seco y asentí.

-Lo haremos hoy por la noche, cuando los niños duerman.

-Está bien.

Rupert me dio la espalda y se alejó cojeando.

Busqué un vestido formal en el armario y me lo puse. Me arreglé para ir al trabajo y bajé las escaleras para preparar el desayuno general. Jack ya estaba listo para ir a la escuela, y Madeleine para sus clases de teatro. Ella iba al colegio por la tarde.

Los saludé a ambos con un beso en la frente y luego subí al piso superior para buscar a Rupert. Toqué la puerta del baño.

-Ya bajo.-Su voz sonaba quebrada y jadeante.

Me sentí preocupada por él y, pensando que quizás se hubiera golpeado o caído, entré. No debí haberlo hecho.

-Emma.-Dijo tratando de cubrirse, lo que lo hizo tropezar y caer al suelo.

-¡Oh, lo siento!

Me agaché a su lado ignorando lo que fuera que hubiera estado haciendo, y tomé su rostro. Ardía, no podía saber si de vergüenza o por otro motivo.

Él llevó sus manos a su pantalón y lo acomodó, tratando de que yo no lo notara.

-¿Estás bien?-Pregunté.

-Sí, pero la próxima vez no entres si te digo que ya bajo.

-Lo lamento, te oí diferente y me preocupé.

-Soy un idiota.-Murmuró sonrojado.

-No te preocupes.-Dije tomando sus antebrazos para que se sentara.

Miró su pierna enyesada e hizo una mueca.

-¿Te duele? Te busco una aspirina.-Ofrecí.

-No.-Dijo tratando de pararse sin mi ayuda.-Es que odio sentirme como un maldito inválido.

Negué con la cabeza y lo ayudé de todas formas.

-No puedes manejarte solo.

Él abrió el grifo y se lavó las manos y el rostro, secándolos luego.

Reencuentro [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora