Prólogo.

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Nueva York 1950

La lluvia de la noche de una madrugada era una de las más violentas que pudo haber caído en la ciudad.

Las luces de las calles apenas podían alumbrar, sobre el suelo se hacía una ligera capa del agua que caía a cantaros y había sido justo el momento en que un hombre no paraba de temblar para la lluvia mientras estaba sentado fuera de un hospital en los escalones de la entrada.

A su lado de hizo presente una sombra de la noche que fue cobrando la figura de un hombre alto. Se detuvo junto a él mientras le colocaba una mano, este no se inmutó por la presencia de quien estaba a su lado puesto que sabía de quién se trataba.

-No resistió la noche....-Murmuró con un hilo de voz.

-Lo sé, las sombras se encargaron de decírmelo – El hombre miró hacia la lluvia que estaba empapando a ambos – Te dije que apostar tu alma para tener ayuda mía no te iba a convenir mucho para salvar a esa mujer.

El sujeto en el suelo gesticuló molestia en su mirada de ojos irritados y de dolor ante ese comentario.

-Tienes un trato que cumplir -El hombre de pie le tendió su mano.

El joven miró la fotografía de la él y la mujer que hoy perdió. Una bella mujer de cabello platinada, piel blanca y ojos azulados. Abrazada a ese joven peliblanco mientras le plantaba un beso en su mejilla.

Le dio vuelta y miró su nombre escrito: "Con mucho amor, Elizabeth".

La guardó en su chamarra para mirar después la mano del hombre. Estiró la suya para estrecharla.

Sin separarlas, una curva negra nació de la muñeca del hombre para escurrirse hasta la muñeca del joven y así enlazarse a ella formando un cairel negro igual al de un tatuaje en su muñeca.

Tal acto le provocó ardor en la piel del joven, tanto que gruñó en bajo ante el dolor.

-Te prometo que no estarás solo de hoy en adelante -El hombre la ayudó a ponerse en pie – Preocúpate el día que te atrevas a desobedecerme ¿Entendiste?

El joven no contestó debido a que miraba la marca de su muñeca, teniendo miedo de lo que estar por venir.

-He dicho ¿Entendiste, Jack? -El hombre le llamó de nuevo.

Jack giró su fría mirada a la del pelinegro.

-Entendido, Pitch -Respondió entre dientes.

-Y te recuerdo que después de este trato te he otorgado la inmortalidad, sólo no te metas en problemas.

El hombre le sonrió con un brillo en sus ojos ámbar, su cuerpo se desvaneció conforme la sombras de la oscuridad lo envolvieron.

Jack quedó sólo de pie dejando que la lluvia siguiera en su compañía. Miró hacia el cielo nublado esperando ver un hueco donde pudiera asomarse la Luna.

No identificó si eran lagrimas o lluvia lo que fue acariciando sus mejillas, se dio vuelta y se retiró del hospital. 

No tengo miedo a...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora