Capítulo 1.

36.5K 2.6K 775
                                    

Dicen que el destino no es casualidad.

Para alguien como Charlotte era difícil saberlo, sobretodo cuando unas doce horas atrás había abordado un avión sin tener idea de a dónde iba.

Su madre, quién actuó de manera presuntuosa y ágil, mencionó -Cuando llegues, inmediatamente toma un taxi y dile que te lleve a la mansión D'angelo.

-Dame solo una razón para hacerlo - habló entre dientes, soportando la muy inestable ira que le carcomia la cabeza -Si no lo haces, olvida que pondré un pie dentro.

La señora Finlay, como solían llamarla, miró a su hija a los ojos dándose cuenta de que hablaba muy enserio. Lamentaba en el fondo que fuera igual que ella, terca y testaruda, eso sí, valiente hasta los huesos.

-Prometo que cuando estés allá, sabrás la respuesta - acaricio el rostro de su hija, que pretendiendo una mirada irritante y seria, simplemente deseaba abrazarla una última vez.

-Eres imposible - fue lo último que susurró, arrebató el boleto de entre las manos de su madre y se alejó.

Las palabras frías y duras aún martillaban su mente, dándole lo que todos llamamos conciencia, dándose cuenta de que pudo haber sido la última vez en que la iba a ver. Sin embargo su orgullo era más grande que cualquier otro sentimiento, su frialdad la hacían diferente a cualquier otra chica, su compasión era sincera y sin fachada, no pretendía nada, sin duda la sinceridad era su mejor arma.

Luego de unos minutos en el intento de conseguir un taxi, al fin se detuvo uno para auxiliarla. Dejó las maletas en el baúl y subió.

-¿Disculpe? - fue la primera en hablar una vez dentro -¿Dónde estoy?

El taxista, quién se mostró confundido por la situación, simplemente respondió.

-Italia - y no hizo falta que dijera más. Realmente estaba lejos de casa, muy lejos.

-A la mansión D'angelo, por favor - salió del trance en el que se encontraba sumergida. Las dudas en su mente solo incrementaban más con el tiempo.

¿Qué pretendía su madre enviándola allí?

Comenzó por primera vez a sentirse extraña, alejada, teniendo el deseo de decir lo que pensaba de todo y arrojarlo a la basura de recuerdos que mantenía en su mente. Entonces se sintió sola, incomprendida, tanto que podía ponerse allí mismo a hablar de sus problemas con el taxista, quién curioso ante la nueva inquilina, no dejaba de pensar en la dirección que le había dado.
¿Qué hacía una chica en casa de los hermanos D'angelo? Sin duda no tenía idea de lo que iba a enfrentar.

Mientras tanto en la enorme mansión, cinco chicos se encontraban ansiosos, juguetones, intranquilos, al final de unos cuantos años iban a tener visita, y no una cualquiera, se trataba de la hija de los famosos Finlay.

Cuando los llamaron esa tarde pidiendo auxilio, nunca pensaron que se iba a tratar de algo tan delicado como la pequeña única hija de la pareja, una ventaja ahora para ellos, aunque con la promesa de no hacerle daño, debían abstenerse de ciertos placeres.

-¡Uf! - resoplaba Max entrando a la sala donde se encontraban sus otros hermanos, él era el más divertido y sarcástico de los cinco -¿Ya llegó la princesa?

Diego rodó los ojos con fastidio ante las bromas de su hermano, él era muy serio y bastante reservado -¿Sigues con tus malos chistes?

-¿Sigues aprendiendo a como sonreír? - contraatacó.

-Basta niños, está por llegar, puedo olerla y debo decir - inhalo el mayor profundamente, saboreando cada vibra del aire -Que no está nada mal.

Hermanos D'angelo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora