Capítulo 10.

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Charlotte.

Subestimar la tranquilidad que daba un día de lluvia, para mí, era algo imposible.

Las nubes comenzaron a tornarse grises, el día se volvió de un tono más obscuro y tenebroso, mas ese clima era de mis favoritos. Aún no me comenzaba a llover y ya me sentía nostálgica, tal como ese golpe de realidades que te abruman en un momento determinado.

Me senté en el pequeño balcón de la habitación. Había prometido encargarme de la cena, sin embargo ninguno de los chicos se encontraban en casa, excepto por uno, que aunque no sintiera agrado hacia él, no me hacía sentir tan sola.

Tomé mis rodillas haciéndome pequeña, compartiendo con el viento y la soledad, los únicos pensamientos que no podía compartir con nadie, admitiendo que por dentro no estaba nada bien, y que probablemente, no lo iba a estar en mucho tiempo.

Mientras daba un vistazo a la parte delantera de la casa, la imagen de Chris apareció. Se encontraba saliendo, sin embargo no iba a ninguna parte, simplemente se asomó afuera sosteniendo una taza entre sus manos, observando con delicadeza todo lo que le rodeaba. No quise moverme, no quise que notara mi presencia, era mejor si ignoraba que me encontraba en casa sola con él.

Puse un pie dentro de la habitación para desaparecer de la ventana, pero su percepción de psicópata quizá le avisó que me encontraba allí, así que volteó hacia mi habitación y ya era demasiado tarde para huir.

Sus ojos se encontraron con los mios, aunque era una considerable distancia, pudimos hacer contacto visual. La altanería en que se dirigía a mí me causo un desagrado total, sin embargo ninguno se movía o hacía algo más que no fuera vernos a los ojos.

-Es un buen día para practicar arquería - las primeras palabras que salieron de su boca, casi a gritos, me dejaron sorprendida. No era lo que esperaba de alguien que se había rehusado a mantener un contacto de amabilidad conmigo.

-Va a llover - respondí con la misma fuerza de voz para que llegara a sus oídos. No podía abstenerme de contestar lo que por primera vez había dicho amable.

-Solo son un par de nubes - elevó la mirada al cielo, como si analizara la situación.

Miré al cielo al mismo tiempo que él y casi suelto una carcajada por semejante disparate -La lluvia casi está sobre ti, realmente eres un terco.

Una sonrisa deslumbró su rostro, incluso bajo esas nubes grises -Puedo apostarlo.

-¿Y si pierdes? - pregunté con sumo interés.

-Deberíamos de concentrarnos en lo que me darás tú, cuando pierdas - de nuevo ese destello de sonrisa atravesando su rostro.

-Eso no sucederá - me sentí ofendida, sin embargo la emoción por sonreír ante nuestra plática, me estaba haciendo cuestionarme si se trataba de una guerra por quien tiene la razón, o un juego por quien tiene mejor percepción -Supongo que debo bajar para cerrar el trato, así que propongo que si gano; lo cual es más que seguro, aceptes ser mi esclavo por una semana.

-¿Y si yo gano? - de nuevo esa emoción punzante en sus ojos que lo hacían lucir ridículamente atractivo.

-Seré tu esclava por una semana - contextualicé la apuesta.

-Tienes un minuto antes de cambiar de opinión - dijo llevando la taza entre sus manos a sus labios.

No tuve que responder, simplemente salté de la ventana a mi habitación y corrí escaleras abajo.
Me acerqué a donde se encontraba con un enorme paraguas. Mujer precavida vale por dos ¿o no?

Miré al cielo de nuevo y se encontraba completamente a obscuras, el aire corría como hielo sobre mi piel, los árboles se movían enloquecidos por el salvajismo de la naturaleza.

Hermanos D'angelo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora