Capítulo 3.

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Mi corazón latía desenfrenado, aumentando mis nervios, poniéndome en posición defensiva, dejándome en claro que no estaba a salvo. Tenía miedo debía admitir, caminaba lentamente esperando que se tratara solo de una pesadilla, intentando regresarme y pedir ayuda, decirle a los chicos que sucedía. Tenía que ser justamente en el lado más oscuro y menos transitado de la casa, la única puerta el final del pasillo. Definitivamente los cuadros extraños y figuras mitológicas no ayudaban. Decidí entonces que no podía seguir avanzando, aunque parecía un acto hipnótico ir al lugar menos seguro hasta ahora, preferí darme la vuelta e ir a notificar lo que sucedía a los chicos.

Había dado unos tres pasos de regreso cuando los gritos se detuvieron. Un silencio sepulcral se hizo presente, y simplemente parecía que nada había pasado. Me di la vuelta de nuevo comprobando que todo había acabado, pero mi curiosidad estaba tan incrementada en mi sistema, que de nuevo volví mi camino hacia la oscura y extraña habitación.

Tragué fuerte contando cada paso que daba, sintiendo que mi corazón podía salirse de mi pecho por la ansiedad y el miedo que se incrementaba en mí a medida que me acercaba a la puerta.
Había llegado ya a unos pasos de abrirla cuando una mano se posó en mi hombro y me hizo ahogar un grito al cubrirme la boca.
Podría jurar que había sufrido un mini-infarto debido al susto.

Bruscamente me dieron la vuelta y entonces lo miré, Diego. El mayor de todos a mi parecer.

El alivio que sentí no podía compararlo con nada más placentero en el mundo. Sin embargo Diego no parecía muy felíz de verme, menos en la situación en la que estaba.

-¿No te han mostrado tu habitación?
- preguntó sin vacilar, dejando claro que no se iba por la tangente del asunto.

-Sí, lo que pasa es que escuché gritos que provenían de esta habitación - aclaré aún temblando.

-¿Y qué crees que haya sido? - preguntó con algo de suspicacia y curiosidad.

Su pregunta me sorprendió, quizá por la manera tan intencional en que lo había dicho, sin embargo decidí ignorarlo y contesté intentando sonar lo más tranquila posible -No tengo idea.

-¿Quieres averiguarlo? - preguntó con curiosidad y picardía, tanto que podía jurar que estaba a punto de sonreír -Solo abre la puerta.

Lo miré confundida y alarmada. Definitivamente estaba loco, y no por el hecho de sugerirme eso tan descabellado, sino que por el hecho de ignorar por completo mi grito de auxilio.

-Si quieres saber lo que sucede, solo abre la puerta - se colocó en una posición de espectador, incluso posó su barbilla en su mano derecha, como si se lo tuviera que pensar bien.

Lo miré, su sonrisa retorcida y burlona no me dejaron más remedio que tomarme aquello como una broma de mal gusto, por lo que sin titubear ni responder, me di la vuelta, corté la distancia entre la puerta y yo, tomé la manilla y...

-¿Qué estás haciendo? - en un segundo, Dalton estaba frente a mí. Su mirada no era para nada amigable, su ceño fruncido juzgaba mi acción tan atrevida, sin duda una mala idea. Me asusté tanto que me separé de la puerta y olvidé por un segundo en donde me encontraba, hasta que caí en la realidad de lo que estaba a punto de hacer.

-Yo... - titubeé un poco, sintiendo miedo de su mirada tan penetrante. Miré por el rabillo del ojo a mi lado derecho esperando encontrarme con Diego, pero ya no estaba -Escuché...

-Si miras, escuchas o hueles algo, no saltes sobre eso, llámame o a uno de los chicos - ordenó de inmediato.

-Es que eran gritos, de dolor - intenté justificarme.

Hermanos D'angelo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora