Capítulo 26.

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Bajé a la cocina, era medianoche y todos parecían estar dormidos, al menos eso creí cuando al entrar me encontré con Chris sentado en una de las sillas frente al desayunador. Quise pasar de largo e ignorarlo, pero su presencia me ponía nerviosa, más cuando su mirada acompañaba cada paso que daba dentro de la habitación y su seriedad era reemplazada por una sonrisa juguetona cuando me daba la vuelta y creía que no lo veía. Para mi mala o buena suerte el vidrio del almacén me dejaba apreciar su reflejo y ver cada uno de sus movimientos.

Me di la vuelta dispuesta a irme pero en un segundo ya se encontraba frente a mí, con un vaso de licor en su mano derecha y con la izquierda obstruyendo que pudiera escapar de su aliento a horas de borrachera y cigarrillos. Alguien no parecía estar bien. Y aunque ya sabía que su habilidad para moverse era por su vampirismo, seguía sorprendiéndome cuando lo hacía e incluso me parecía un poco aterrador.

- ¿Qué quieres? -pregunté de mala gana, dejando que mi empatía por él sea más obvia que de costumbre.

Me miró con mucha profundidad, arrebatando mi contacto con el suyo de un golpe bajo, no dejándome siquiera tener tiempo de parpadear.

- ¿Sabes algo que me molesta de los humanos? -especuló molesto.

No respondí, ni siquiera me dio tiempo de hacerlo.

-Son tan... -se detuvo rebuscando la palabra adecuada -Complicados. Siempre quieren tener el control de todo, siempre quieren hacer las cosas de la mejor manera posible, siempre hablan de paz y amor cuando es lo que menos practican.

Lo miré confundida. No entendía su punto.

-Tú por ejemplo, tienes el alma blanca, eres justa y siempre peleas por lo que quieres -continuó mirándome como si fuera algo imposible.

- ¿Eso crees? -pregunté con el corazón en la garganta y una presión en el pecho que me dificultaba respirar. Tenerlo tan cerca en medio de la oscuridad de la noche no ayudaba en lo absoluto.

-No lo creo, eso eres -afirmó con una media sonrisa.

En un instante la imagen de ambos besándonos cruzó por mi mente, recordando a la perfección el sueño. Sus manos en mi cuerpo, sus labios en los míos, mis manos recorriendo su espalda, su aliento apoderándose de mí, sus ojos mirándome como un cazador a su presa.

- ¿Estás bien? -Preguntó interrumpiendo el calor que me comenzaba a recorrer el cuerpo -Tú corazón parece fuera de control -susurró con voz lenta y grave, sacudiendo las hormonas de mi cuerpo y esparciendo en mi interior un deseo inexplicable.

-Aléjate de mí -intenté sonar demandante pero mi voz se quebraba y mi respiración no encontraba consistencia.

Muy consciente de lo que hacía llevé mis ojos a sus labios humedecidos por las múltiples veces en que los relamía. Y entonces lo deseé, lanzarme a besarlo desesperadamente, tocar su espalda como si tuviera tal derecho de hacerlo, desearlo de una manera en que nunca lo había sentido y me hacía perder la cabeza.

Pero entonces se separó.

-Si eso es lo que quieres -volteó dejando el vaso sobre la mesa y comenzando a salir de la cocina, y tuve las palabras en mi garganta para detenerlo y decirle de una vez lo que quería de él, pero no me atrevía, menos iba a permitir que se diera cuenta de ello. -Buenas noches Finlay.

Me maldije internamente por dos razones.

Empezando por el inexplicable deseo que me recorría el cuerpo cuando lo imaginaba con sus labios en los míos, y luego mi consciencia gritándome que debía detenerlo y terminar con lo que sentía de una vez. Lanzarme a él y besarlo para acabar con eso.

Hermanos D'angelo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora