Pesadillas del pasado Parte/6

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Se dice que la oscuridad creo la luz. O la luz a la oscuridad. O viceversa. No se sabe con exactitud lo que nació antes o después pero estaba claro que ambas eran enemigas desde su propio nacimiento.
Mientras Morrigan y Ginebra recorrían los peldaños de piedra de la escalera con sus armas listas para lo peor.
En cambio Arturo se encontraba a cargo de Epona que si no fuera poco este estaba siendo un poco precionado por la diosa.

-¡Oh vamos Arturo no es para tanto! -se quejo Epona ante el mortal- Solo te estoy pidiendo un favor.

-¡¿Un favor?! Oh no, me niego -se negó rotundamente.

Epona suspiro, agarro la mano de Arturo lo más fuerte que podía la diosa sin partirle la mano. (Qué detalle). Mientras lo metía dentro los establos, luego se acercaron a una yegua que estaba a punto de dar luz.

-Bien Arturo ya sabes lo que tienes que hacer.

-¡¿Pero por qué yo?!

-Porque yo no puedo estar en dos lugares a la vez ¿vale? Vamos ve atrás que está a punto de ya sabes que -acaricio la cril de la yegua a modo para que se tranquilizara el animal -Ya, ya.

Unas horas más tarde a dentro de los establos Epona como Arturo terminaron el ardor trabajo de traer una nueva vida al mundo. El potro recién nacido que camina con dificultad mientras sus cuatro patas le temblaban.

-Gracias -miro a Arturo, Epona sonriendo- Y perdona por traerte tan derepente Arturo. Sé que les tienes miedo a mis pequeños.

La diosa observo al recién nacido y a su madre juntos, su mirada de alegría se volvió tristeza para ella algo que Arturo pudo contemplar perfectamente.

-Tienen suerte -su voz se volvió un poco débil y melancólica- Hay pocos que consigue una familia.

-Si.....

-No te sientas culpable Arturo -le sonrió aún mirando al potro- Tienes suerte de que Morrigan sea tu madre, no siempre ha sido una madre.

-Epona ¿te pasa algo?.

Epona no contestó. Solo se quedó mirando con la mirada perdida. Arturo sin saber que ocurría espero a que dijera algo Epona aún así la diosa seguía en su mundo como si el tiempo no pasará a su lado.

Regresamos con Morrigan y Ginebra que subían las escaleras a paso ligero sin descanso hasta por la mortal. Qué esta llegaba a la misma rapidez y agilidad que la diosa destructiva.
Ambas acabaron en un pasillo lleno de cadenas incrustadas a la pared más un casco que tapaba solo los ojos que colgaba en el muro, lo único que alumbraba en el pasillo eran las llamas de las antorchas.
Ginebra miró las cadenas mientras se acercaba curiosa tocó con la punta de su espada el casco dejándolo que se moviera de un lado a otro.

-¿Qué tenían aquí apresado?

Morrigan comenzó a notar su corazón latir más rápido que nunca. Apretó más fuerte el mango de su espada y la mordida de su mandíbula enseñando un poco los dientes fue más intensa en su rostro.

-A Balar -respondio con un poco de ira concentrada, luego reviso el lugar hasta ver el pentagrama de antes- Otra subida.

Ginebra miró el pentagrama, al acercarse lo tocó con las yemas de sus dedos y se abrió otro pasillo lleno de estas. Era como un laberinto a un millón de entradas y salidas que solo iluminaba unas antorchas de una llameante luz violeta por las llamas. Aun así estás corrieron por el largo pasillo hasta ver varias sombras pasando por los pentagramas desde una esquina.

-¿Que pasa? -susurro Ginebra detrás de Morrigan.

-Hay personas no sé cuántas -al ver de reojo que algunas desaparecían por los pentagramas se dió cuenta de que pasaba- Oh no.......Ya ha comenzado.

-¿Comenzar el que mi reina?

-El final de Avalon.

Arturo junto a Epona caminaban al atardecer sobre un prado lleno de lirios. (Lo que era una escena romántica pero claro Arturo lugar con una diosa -bufa- Este liga menos que yo y eso chicos y chicas es una maldición total).
Epona recogió un lirio del suelo y lo olió mientras se ponía el atardecer sobre las verdes colinas cercanas a Mag Mell, una bella sonrisa relucía en el rostro de Epona lo que alegraba al joven Arturo sin saber lo que iba a ocurrir.

En plena sala del trono se encontraba Sucellus tranquilamente miraba la sala del trono como si deseara tener el poder de Avalon y de los dioses.
Sus ojos castaños relucía ante el trono de Nuada el rey de la luz señor de los dioses que al parecer tras perder su brazo se marcho dejando su Trono a Dagda temporalmente hasta ahora. La codicia le inundaba en lo más oscuro de su alma hasta volverla negra como el hollín.
Un sonido sordo sonó, como si hubiera alguien detrás suya. Una hoja negra curvada apareció de la nada silenciosamente.
Sucellus al darse la vuelta no pudo evitar un ataque directo a su corazón, atravesandole el pecho y su espalda la hoja curva de la guadaña mientras un brillo morado absorbía la esencia del dios, esté intentaba liberarse del arma de su atacante hasta que lo miro a los ojos y vio su rostro.

-No......¿Como..... pudiste? -dijo sin casi sin aliento el dios mientras acababa arrodillado mientras sus fuerzas flaqueaban.

El asesino se acercó al oído del dios debilitado y abrió la boca.

-Adios viejo iluso -le susurro.

Empujó al dios con su bota de despegandole de su arma desatando una fuerte reacción mágica al dios mientras gritaba agonizando por el dolor. Los ojos comenzaron a brillar mientras de la misma herida salía un hilo de magia luminiscente verde adentrándose en la guadaña y luego a su portador.

-Que comiencen los juegos -sonrió.

Epona como Morrigan sintieron el poder de Sucellus desvanecerse desconectadas. Morrigan se apoyo a la pared acompañada de Ginebra que la ayuda a ponerse en pie de nuevo, en cambio Epona dejó caer el lirio al suelo y se arrodilló sintiéndose débil algo que desconcertó a Arturo.

-¿Epona que pasa? -pregunto Arturo preocupado de la diosa.

-Ah comenzado -sono una voz detrás de Arturo - El fin de Mag Mell y de Avalon.

Linaje. El renacimiento del rey © [Finalizado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora