Capítulo 8

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El sonido de un par de tacones golpear contra el piso de mármol, mezclado con el débil sonido de las ruedas de una pesada maleta, retumbaba en los techos altos del amplio salón y se hacía cada vez más imperceptible, transformándose en un débil eco que devolvía el sonido desde la lejanía hasta que fue incapaz de alcanzar los oídos del pequeño niño que observaba la silueta de aquella hermosa mujer alejarse desde la puerta.

— ¡Mamá! — el pequeño corrió tan rápido como sus pequeñas piernas le permitieron y abrazó la hoja de papel, que mostraba un colorido dibujo de aquella mujer, contra su pecho — ¡Mamá, mira Lo hice para ti! — volvió a gritar, pero, pese a que sus hombros se tensaron ligeramente, ella no volteó y siguió su camino al auto que la esperaba — ¡Mira, mamá, mira!

Pero él siguió gritando y corriendo por el camino empedrado de aquel enorme jardín delantero, sus piernas moviéndose un pequeño paso sobre otro con rapidez, su corazón latiendo rápidamente contra su pecho ¿Por qué ella no volteaba? ¿Por qué no podía alcanzarla? Quizá no lo estaba haciendo bien, debía ser más rápido, a ella le gustaba verlo correr por el jardín, seguro se sorprendería al ver lo rápido que la alcanzaba.

Y con esa ilusión y una infantil sonrisa iluminando su rostro, el pequeño apretó el paso, su alborotado cabello azabache agitándose al tiempo que sus rellenas mejillas se teñían de rosa. Pero la emoción que corría por su cuerpo le impidió percibir su entorno y su acelerado correr que perdiera el equilibrio cuando dio un paso en falso sobre una roca suelta y cayó al suelo. Sobre sus manos y rodillas.

El ardor en su piel, la sangre que brotaba de los pequeños raspones sobre sus palmas y rodillas, provocaron que llorara sin control, lágrimas derramándose, gruesas, por sus mejillas al tiempo que llamaba a su madre con todo lo que tenía, pero ella no pareció escuchar su desesperado llamado...ya no estaba más a la vista y aquel auto gris se alejó por el camino para nunca volver.

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— Me siento enfermo — y era algo que no tenía nada que ver con aquel lejano recuerdo de su infancia, se sentía físicamente enfermo y sus entrañas se retorcían de una forma que provocaba que un amargo sabor subiera por su garganta.

El sonido de su despertador se clavaba dolorosamente en su cerebro, provocando que crispara ligeramente el ojo izquierdo con cada fuerte pitido. Ese malestar, sumado a aquel molesto sonido y el hecho de que eran las cinco de la madrugada eran la combinación perfecta para el mal humor, sin embargo Akaashi no tenía tiempo para aquello y, con mucha dificultad, se tragó su ánimo y bajó de la cama.

— Comencemos — murmuró para animarse a sí mismo al tiempo que mojaba su rostro con agua fría, el malestar estomacal seguía ahí, pero decidió ignorarlo, seguir con su rutina y vestir el cómodo conjunto deportivo que había preparado antes de acostarse.

Su edificio regularmente era silencioso en la mañana, sin embargo ese agradable ambiente era perturbado una o dos veces por semana por una joven pareja viviendo a tres puertas de su departamento.

— ¡No quiero volver a ver tu desagradable rostro! — gritó una chica rubia al tiempo que empujaba a otro chico de similar color de cabello y piercings en la orejas fuera de su departamento — ¡Bastardo traidor!

— Te digo que no es lo que crees...

Akaashi cuidó la distancia de aquella pareja y trató de no pisotear la ropa que ella había arrojado en un arranque mientras caminaba. Ellos montaban aquel número cada semana, sus vecinos, incluido él, se habían acostumbrado a ello y preferían mantenerse al margen.

Propuesta Irresistible [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora