Capítulo 33

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Esto era terrible. Un desastre. Un desastre. Un desastre ¿Por qué tenía que haber sucedido de esa manera? ¿Porque así de todas las formas posibles? Esto no podía estar sucediendo, si tan solo hubiera sido más rápido y llegado un momento antes, si hubiera encontrado a Kuroo primero...si no hubiera sido tan cobarde entonces quizá habría podido evitar que él supiera la verdad de esa forma. Akaashi estaba al punto de la histeria. No sabía qué hacer, las ideas eran un caos en su mente, lo golpeaban. Estaba intentándolo, pero no podía ver una salida. No tenía ningún sentido a estas alturas, no existía una, ya no ¿Que iba a pasar ahora? ¿Que? ¿Qué? ¿Qué? Maldita sea ¿Qué?

De alguna manera Akaashi había conseguido sacar a Kuroo de ese pasillo, el moreno estaba en un completo estado de shock, parecía tan consternado e incrédulo por lo que sus ojos estaban presenciando que, por un solo instante, su cuerpo había perdido toda capacidad de resistencia. Todo se redujo a segundos para Akaashi, una terrible cuenta regresiva en la que se vio obligado a correr desesperadamente contra el desastre y la posibilidad de una desgracia irreparable. No tenía idea de cómo lo había conseguido, ni siquiera era capaz de recordar que era lo que estaba pensando en ese momento, nada más allá de esa profunda desesperación y la locura de su angustia.

Sabía que tenía que hacerlo rápido, sabía que tenía que hacerlo de inmediato y su cuerpo pareció moverse por sí solo, entendía lo que tenía que hacer, comprendía la razón por la que tenía que hacerlo, los riesgos, pero no fue capaz de evitar que Kuroo se rompiera...y estaba seguro de que no habría existido poder en el cielo o el infierno que hubiera podido hacerlo. Era imposible.

— Kuroo...— jadeó, No. Aún no era el momento. El terrible impacto de una silla contra la pared tensó su cuerpo, lo estremeció; era pesada, la madera fina y gruesa, y su estructura muy sólida, incluso pesada, sin embargo sucumbió en un estallido de astillas y trozos inservibles bajo la fuerza de un solo golpe...bajo el peso de la ira ciega de Kuroo.

Akaashi se mordió el labio inferior, se apretó las manos contra el pecho, sus nudillos palidecieron por la fuerza de sus emociones y su cuerpo se encogió casi por instinto en la esquina más alejada de la habitación tras cada arrebato de ira y derroche de locura. Su respiración era lenta y agitada, se sentía como una criatura frágil y pequeña. Trataba de no temblar. Se encogía en su sitio. Era imposible. Tenía miedo, estaba aterrado, pero no por sí mismo, estaba aterrado de lo que sus ojos estaban presenciando. Ese arrebato de ira y violencia, ese frenesí, la locura contenida en esos ojos avellana y liberada en cada rugido y golpe ensordecedor.

No quedaba nada que pudiera ser destrozado dentro de esa habitación, los sofás estaban volcados, la mesa tanto como las silla hechos pesados en el suelo, pero él no parecía satisfecho. Trozos de cristal crujían bajo los pesados pasos de Kuroo, madera era despedida en todas direcciones e impactaban contra la pared en una nueva lluvia de trozos y astillas. Sus jadeos, el sonido de la respiración del moreno, parecían los de un animal salvaje y descarriado, parecía una criatura completamente enloquecida y perdida en medio de su ira. Los nudillos estaban sangrándole, la piel que los cubría estaba destrozada, desgarrada, espesa sangre caía como gruesas gotas sobre el suelo, se derramaba lentamente sobre la pared que había sido víctima de uno de sus arrebatos.

Él perdía la cabeza, se estaba haciendo daño...estaba sufriendo desde lo más profundo de su alma.

— Kuroo, por favor...— el volteó y las palabras de Akaashi murieron en el nudo que le apretaba la garganta, la ira estaba ahí, se reflejaba en la violencia de sus arrebatos, en cada maldición y juramento, sin embargo era el dolor lo que estaba cegándolo, aquello que mataba la luz de sus ojos, aquello que estaba hundiéndolo en el infierno de su propia ira...y que se derramaba en lágrimas de frustración, las lágrimas de un hombre profundamente orgulloso y arrogante, de un hombre que se caía a pedazos, que se derrumbaba — Lo siento...por favor — ese sonido estrangulado murió en su garganta y en cada doloroso sollozo que le cortaba la respiración.

Propuesta Irresistible [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora