Seis

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Parece que no está dispuesto a decir la verdad. Asiente con la cabeza y me sonríe dándome seguridad. No puedo negarle nada a esos ojos y esos labios. Asiento yo también.

-Pues vamos a instalarnos- dice Alfred.

Todos se apartan creando una especie de pasillo que nos lleva a la habitación... Nuestra habitación. 

Al entrar en ella mil sentimientos recorren mi piel. La multitud de la puerta se ha disipado, solo quedamos Alfred  y yo mirando hacia los lados, indecisos, inquietos. Es una habitación bonita, curiosa... Especial. paredes blancas y una granate. Un armario bastante grande al lado de la ventana que llena el habitáculo de luz. Decoración que imita la madera, cuadros florales. Dos mesitas, una a cada lado de la cama de matrimonio... No puedo creer que me esté pasando esto. 

-Alfred- quiero que reaccione. Está absorto por la situación y empiezo a sentirme pequeña y atrapada. ¿En qué nos hemos metido? No debería de haber venido. 

-Amaia- responde. Se gira y me mira- ¿No es esto un sueño?

Su mirada está perdida entre las vistas de la ventana y las sombras del mobiliario de la habitación. No sonríe. Su expresión es confusa; no es triste, pero tampoco feliz. Está perdido en algún lugar de su dulce mente.

-O una broma- digo mostrando una leve sonrisa. Parece reaccionar a ella y su expresión se vuelve amable. 

-Si no quieres dormir conmigo- empieza a decir. Trago saliva. Ideas contradictorias me saturan. ¿Cómo puede pensar que no quiero dormir con él? ¿Cómo puedo tener yo tan claro que quiero dormir con él? ¿Quiero dormir con él? ¿Qué tiene de malo dormir con él? ¿Quiere él dormir conmigo? ¿Y si no?- a media noche puedo irme al sofá y duermes sola... O puedo cambiarle el sitio a Aitana o dormir en el suelo con una manta. 

Se siente inseguro. Noto miedo en su voz. La realidad es dura. Siento unas ganas enormes de protegerle de sus fantasmas y acariciarle hasta que se sienta lleno y feliz otra vez. 

-Alfred...- acaricio su mano- ¿cómo no voy a querer dormir contigo?- me mira, sorprendido. Repaso mis palabras. Mierda. Ha sonado ¿a proposición? Dios. Intento arreglarlo- Bua, creo que no me he expresado bien... Quiero decir, no te preocupes, no me importa. Bueno, espera, ¿tú quieres?

-SÍ- dice contundente. Luego vuelve a dudar. Debe de estar maldiciéndose por haber sido tan directo- A ver, así no me tengo que preocupar de que mi compañero ronque o huela a pies. Tú siempre hueles bien.

Me echo a reír. Su cara es un poema. 

-Si no estás cómodo también me puedo ir yo... Tú dímelo, que no quiero que estés mal. 

-Yo no quiero que tú estés mal. 

-Voy a estar bien, ¿y tú?- digo. Dudo de mis palabras. Pero no puedo decirle otra cosa. No estaba en mis planes crear recuerdos nuevos. ¿Y si tiene novia? No puede ser, sino no tendría sentido la conversación del otro día. Solo han pasado dos meses. Aunque, dos meses dan para mucho. Un solo día da para mucho. ¿Y si dice alguna cosa que me descoloca y tengo que pasar a su lado toda la noche? Pueden pasar tantas cosas. 

-Genial- dice seguro- Voy a deshacer la maleta. 

-Yo lo haré después. 

Se echa a reír. 

-¿Qué?- le digo. Noto una sonrisa tonta surgir. No puedo evitarla. Intento que se aleje lo máximo de una sonrisa de amor. Quizá delante de los demás tengamos que actuar de esta forma, pero aquí, por mi integridad psicológica, no puedo permitirme estas caídas.

-Nada, nada... 

-Va, dime- él también sonríe inevitablemente. Cómo destierro yo de mi mente este tropel de sensaciones.

¿Qué es mi vida sin ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora