Dieciséis

1.3K 80 20
                                    

-Ya que estamos haciendo una asamblea, yo también quiero hablar- dice Ricky. Todos le miramos, extrañados y, a la vez, divertidos.

-Almaia, parejita, creo que hablo de parte de todos... Nos hemos pasado con el cachondeo desde que llegasteis. Hemos metido la pata desde el principio con la habitación. Si os somos sinceros, nos veíamos algo venir, pero por intentarlo... Bueno, que me pierdo, que eso, que entre eso, el juicio y quitaros la intimidad esta mañana y, más, sabiendo ahora tu problema... Somos unos amigos de mierda. En vez de treinta y tantos parece que tengo tres y el resto más de lo mismo. Os queremos mucho, de verdad.

-Ooooh, Ricky- le doy un abrazo fuerte y Alfred hace lo mismo. Todos los demás se unen y nos abrazamos en grupo.

-Ya que estamos aquí y tan felices, no sé ustedes, pero a mí me apetece hablar de los planes de los próximos días, ¿cuándo vamos a la playa privada?- pregunta Ana. Nos separamos y nos miramos esperando las diferentes opiniones. Este tema me hace sentir un poco incómoda. Ha sido la causa de la discusión esta mañana. 

-Por mí mañana mismo- dice Miriam. 

-Por mí también- dice Cepeda con una expresión distinta, conforme. Aitana asiente y le sonríe y se abrazan. 

-Me apunto- dice Alfred. Me mira esperando respuesta y yo asiento. 

-Perfecto chicos, adjudicado a mañana- dice Ana. 

-Después tendremos una noche de alcohol y desenfreno- dice Ricky.

-¿Eso mañana también?- pregunta Agoney. 

-¿Por qué no?- contesta Raoul. 

-Yo te digo por qué: porque si vamos a la playa no vamos a comprar- contesta Mimi. 

Empezamos un nuevo debate sobre cuando hacer dicha fiesta y de paso comprar comida. 

Mientras, decidimos entre todos ir haciendo la comida y poniendo la mesa. Entre la charla animada, comemos y reímos. Surgen una gran variedad de planes, juegos y, en general, ideas para los siguientes días. Algunos llevan meses pensando en esto y planeando qué hacer. 

Tras la comida, nos dividimos en subgrupos y, cada uno, empezamos a hablar sobre temas afines o a hacer alguna tontería para distraernos. Estoy con ellos un rato y luego aprovecho para hablar con mi familia, que me han mandado un montón de mensajes y solo me he dignado a contestarles con monosílabos. Alfred, sin embargo, pasa un buen rato en el teléfono, contestando en algunas redes sociales y hablando con su familia. 

Cuando no me ve, me giro y lo miro. Es mejor que un paisaje. Es un cuadro romántico. Es arte. Y música. Alfred es mucha música. 

Cada vez que se percata, giro la cabeza y hago algún comentario de los míos para que no me pille; al menos, del todo. 

Lavamos los platos, algunos la ropa, otros dan una vuelta... Se barre, se friega, se ordena... Se saca la basura y, al final, se hacen todas esas cosas que los adultos debemos hacer pero con las que yo, en mis plenos 19, no me identifico en demasía. Participo en todas en las que se me permite, como el resto, pero me cuesta un poco más. 

Al terminar todo, se nos ha ido la tarde. Un par han cogido un coche y se han ido a por pizzas. Los chicos ya no quieren cocinar, ni fregar. He de admitir que nosotras tampoco tenemos muchas ganas. 

Yo comparto pizza con Aitana, con idea de que ella se la coma entera y, disimular. Alfred se acerca a mí y me pide que coma alegando que me falta culo. Abro los ojos como platos y le empujo despacio para que se vaya, pero, a partir de ahí, me tiene vigilada y no me queda otra que comer. 

¿Qué es mi vida sin ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora