Quince

1.4K 83 21
                                    

-¿Qué qué pasa? Eso quiero saber yo. ¡¿Pero a ti qué te pasa?!- Alfred empuja a Cepeda y Aitana corre hacia allí. 

Roi se acerca y sujeta a Alfred. 

-Alfred tío relájate- dice Roi. Se empieza a formar un círculo alrededor de ellos. Me acerco, deseando que esto sea una broma. 

-¿Pero a ti qué te pasa? ¿A qué santo vienes y me empujas?- dice Cepeda. 

-¿QUÉ LE HAS HECHO A AMAIA?

-Te me relajas.

-Tíos, me voy a enfadar, relajaos que no ha pasado nada del otro mundo- interviene Roi de nuevo. 

-NO PIENSO RELAJARME TÍO. AMAIA NO ESTÁ BIEN Y ME HE PASADO LOS ÚLTIMOS QUINCE MINUTOS  JUNTO CON AITANA, INTENTANDO SACARLA DE UN PUÑETERO ATAQUE DE ANSIEDAD. 

Todo el círculo se gira, esta vez para mirarme a mí. 

-¿Eso es verdad, Amaia?- preguntan varias voces. Después de lo que acabo de pasar, esto es lo último que me apetece. Algunos me miran con lástima. No hay sentimiento que odie más. Miro al suelo.

Al no decir nada, responde Aitana. 

-Sí, es verdad.

Alfred se suelta de Roi, más tranquilo, pero enfadado y mira al suelo negando. Se sujeta la cabeza y pasea rodeando cierto punto del suelo, inquieto, dolido. 

-Tío, no sabía nada- dice Cepeda y viene hacia mí.- Amaia, lo siento muchísimo de verdad. Era una estupidez esa discusión y no tenía que haberla seguido y menos metiéndote a ti cuando no tenías nada que ver. Entiendo si te enfadas o no me perdonas. Me he pasado.

-Sí que te perdono Luis. No lo sabías. Y estoy segura de que no querías herirme. No te preocupes. 

-Gracias- dice Luis. Me da un abrazo y se queda a mi lado, visiblemente afectado.

-Si no os parece mal, me gustaría estar sola- digo. Todos asienten y la multitud se va deshaciendo y se centran en otras cosas. Veo que Alfred me mira, asiente y va a irse también. Cepeda se acerca a él, a cogerlo del hombro, y Alfred se libra de su mano. 

-Yo no te he perdonado- dice. Y se va. Ana coge a Luis y le dice que no se preocupe, que se le va a pasar. 

De nuevo, vuelvo a quedarme sola. Reflexiono acerca de la repercusión de las palabras. A veces, decimos cosas que no pensamos o no sentimos por la intensidad del momento que estamos viviendo, ya sea bueno o malo. Las repercusiones de dejarnos llevar en los momentos malos suelen ser peores. 

Camino, vagando por el pasillo vacío. Cerca de la puerta, cojo una de las llaves y salgo. Cierro la puerta y respiro hondo. Mientras reflexiono, camino rodeando las vallas, acariciando los huecos con mis dedos, evadiéndome del mundo otra vez. 

No es que me disguste estar aquí. Quizá no he parado de quejarme y de decir que quería irme o que no sabía si venir, pero nada más lejos de la realidad: quería venir y habría venido aunque Aitana no me hubiera presionado. Pero, a pesar de estar feliz de estar aquí, no puedo evitar sentirme atrapada. Me recuerda a los primeros días en la Academia, cuando estar lejos de los familiares se me hizo tan duro que por las noches salía a llorar y deseaba no haber entrado. Ese sentimiento perduró  hasta que Alfred se presentó en mi vida dispuesto a quedarse y se convirtió en hogar. A partir de ahí, dejé de sentirme recluida y pasé a sentirme en el paraíso. 

-Tú, niña de sol de tarde. 

Oigo una voz susurrarme a menos de un metro. Un escalofrío recorre mi cuerpo y mis sentimientos son tan intensos que temo ponerme a temblar. 

¿Qué es mi vida sin ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora