Veinticuatro

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-Voy a ir a avisando a unos amigos... Y amigas- sentencia. Se ríe contento y muchos le siguen. Admiran su idea.

-¡Cuantas más chicas traigas mejor! - dice Cepeda.

-¡VA A SER UN AUTÉNTICO FiestOT!- grita Ricky. Varios le siguen y, felices, empiezan a saltar emocionados pensando en todo lo que puede pasar.

Empiezo a sentir que esta fiesta no es una buena idea.

***

Es la hora de la comida y los seis o siete que quedamos estamos reunidos en la mesa con expresiones diversas. Mireya y Thalía están felices por la fiesta, les apetece hablar con gente, bailar y hacer tonterías. Dos o tres al lado de Juan Antonio comen de forma habitual, sin interesarles el tema. Y luego, en una esquina, estamos Aitana y yo, dando vueltas y vueltas al arroz a la cubana sin ganas de comer, sin dirigir la mirada a nada que no sea la cuchara y, por supuesto, sin decir ni una sola palabra acerca de la condenada fiesta. El resto han cogido los coches y se han largado hace un par de horas. Ni una sola noticia, excepto fotos de Ricky y de Mimi mandadas al grupo, de la bebida. 

Ahora que todo empezaba a ir bien o, al menos mi actitud, ocurre esto. 

Sin embargo, decido permanecer impasible, para que las emocionen no me abrumen. Que me duela, sí, pero no tanto como lo hubiese hecho ayer, ni tan cerca de sentirme desbordada como hace un par de días.

-¿Quién se ha muerto?- pregunta Mireya. Levanto la vista y Aitana me sigue. Suponemos que se refiere a nuestras caras de pena. Además, que no miren todos confirma a quién se dirige. 

-No tengo mucha hambre, la verdad- dice Aitana, evitando la conversación. 

-Que tú no tengas hambre, vale, pero que Amaia no tenga hambre...- contesta Juan Antonio. 

-Bua... No sé... Debo estar cayendo enferma- sentencio. Enferma de amor, porque de otra cosa...

-Será por lo de la piscina- dice Aitana susurrando. Le doy un codazo y le contesto un sonoro ''imbécil'' que, para mí, da por terminada la conversación. 

El resto, al ver nuestra negativa a hablar, deciden continuar con sus conversaciones y su marcha. Aitana y yo seguimos dándole vueltas al arroz durante unos minutos. Finalmente, me canso y me levanto a tirar la comida y limpiar el plato. No me apetece seguir escuchando la ilusión de sus voces por una fiesta a la que no quiero ir.  Aitana, aprovechando que yo me he levantado, me imita y sigue. Nos miramos a los ojos y ella me indica con la cabeza que quiere ir fuera. Probablemente quiera hablar. Dudo por un segundo, pero tras pensarlo veo que la idea de desahogarme con la que se ha convertido mi mejor amiga no me desagrada, incluso me apetece. Sigilosamente e intentando que no se note nuestra ausencia, salimos del comedor. Nadie nos dice nada. Pensándolo bien, tampoco se ha debido de notar nuestra ausencia. 

-¿Te apetece hablar?- dice Aitana confirmando mi teoría. 

-Con los demás, no. Contigo sí- digo yo. 

-Pues vamos a mi habitación- dice. 

-¿Y por qué no a la mía? Ahí no va a venir nadie a molestarnos. 

-Porque sé lo que has hecho ahí y no habréis cambiado las sábanas- contesta segura de su decisión, en medio de una risa que en otro momento hubiera sido potente y larga pero que ahora ahoga un sentimiento de inseguridad y tristeza. 

Sin replicar su decisión, la sigo a la habitación. Al entrar, cierro la puerta. 

-Tú puedes sentarte ahí, esa es mi cama- dice señalando una de la litera. Ella se sienta en una que tenía previamente elegida. Se acurruca, acomoda y espera, paciente, a que yo haga lo mismo. 

¿Qué es mi vida sin ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora