Veintiséis

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-Debería haber invitado a Vicente- sentencia Aitana, dando vueltas con el mismo enfado que yo.

-Y yo a mi familia, para que dejen de endiosar a Alfred y lo manden a la mierda- digo con rabia.

Doy un puñetazo a la pared. Quiero sentir daño en el cuerpo y no en el alma. Nadie se gira. Solo Aitana me mira, confusa, dolida.

-Esto no acaba aquí- dice de golpe- Tú eres Amaia Romero. Esas idiotas no pueden pararte. Les das mil patadas. 

-Tú sí que les das mil patadas, yo no les llego ni a las suelas de los zapatos, sobre todo a esa Claudia- digo- Me la imagino desnudando a Alfred y ¡DIOS! VOY A MATARLA AHORA MISMO- digo intentando irme dentro, hacia ella. 

-¡AMAIA! ¡PARA!- dice cogiéndome del brazo- DEJA DE HACER LA IDIOTA- me detengo, sé que tiene razón- Si ellos pueden estar con esas chicas, nosotras también podemos jugar... Mira que buenas que estamos, van a caer a nuestros pies. 

-Pues va, dejemos de perder el tiempo, porque si no voy a irme cara esa asquerosa y la vamos a tener- sentencio.

Aitana me coge del brazo y me lleva al comedor, para atravesarlo y llegar a la puerta abierta que comunica con el jardín y la piscina. 

Fuera la música suena igual de intensa, pero el ambiente es mucho mejor, música alta, la misma bebida, pero más espacio y oxígeno. De repente, una pelota hinchable pasa rozándonos. Viene de la piscina. Un chico moreno, en bañador, guapísimo, sale en un segundo en busca del balón.

-Madre mía, pero qué ven mis ojos. Amaia de España y la gran Aitana- nos dice divertido. A Aitana se le cae la baba mirándole los abdominales. Este chico es perfecto. El pelo liso, mojado, pero levantado presume de estar degradado y brillante- Me llamo Neizan. 

Se lanza a la piscina con estilo y se peina su pelo hacia atrás. Sus amigos nos miran con la misma admiración. 

-¿Os apetece jugar con nosotros?- dice uno de sus amigos señalando el balón y la piscina. 

Los nervios y el estrés me hacen dudar. Aitana niega con la cabeza. Tanto tiempo arreglándose no quiere que sea en vano. 

-No, gracias- contesto yo, por una parte decepcionada. Nos alejamos un poco de la piscina y empezamos a beber. 

A partir del segundo vaso nos empieza a entrar calor. 

-Tía- digo cogiendo un tercer vaso aún más cargado y, bailando, al ritmo de la música- yo soy a entrar. 

Aitana se bebe un tercero de golpe. 

-Si tú entras, yo también. 

Empiezo a reír, no sé si a causa del alcohol, de la música alta, del resentimiento o del juego que había olvidado tras tanto tiempo. 

-Vamos a ligarnos a esos tíos- digo. Aitana empieza a reír. 

Nos acercamos a la piscina y los chicos nos miran, curiosos. 

-¿Qué pasa chicas? ¿Habéis cambiado de idea?- dice Neizan. 

Le sonrío y, ante su atenta mirada, mando la camiseta a paseo, dejo resbalar la falda y, en ropa interior, me lanzo a la piscina. Agradezco haberme puesto sujetador por una vez. Los chicos gritan de la emoción, animándome. Aitana hace lo mismo y se tira a la piscina. 

-Vamos a jugar- le digo a Neizan en un susurro. 

-Juguemos- contesta él a centímetros de mis labios. 

Empezamos a lanzarnos el balón y a hacernos pelear. Aitana se acerca a un tal Javi, y sigue el mismo juego que yo. 

Provocamos. Y nos gusta hacerlo. 

Cada diez minutos, llamamos al primero que pasa para que nos traiga más alcohol. Siento calor. Un calor diferente. Ni siquiera reconozco la música de fondo. Solo sé que he dejado de estar enfadada, que todo se me mueve y que me apetece con locura jugar. 

Cambiamos de juego en varias ocasiones. Cada vez más cerca, cada vez más contacto. 

-¿Por qué no subís a nuestros hombros y peleamos?- dice Neizan- A ver quién cae primero, princesas. 

Aitana y yo aceptamos sin dudarlo. Yo me subo a Neizan. Él me sujeta de los muslos y su tacto me produce un cosquilleo. Todo él es muy masculino, muy adulto. Es un juego de seducción hecho persona. Además, cada dos palabras, habla en catalán de una forma dulce y sensual. 

Aitana y yo empezamos a intentar tirarnos y reímos. Reímos a carcajada limpia. Ni siquiera sabemos por qué reímos, pero nos da igual. Los dos chicos que quedan con nosotras también y, el resto, mira el espectáculo deseando ser nosotros. Gritamos, incluso, al reírnos y jugar. De forma inconsciente, de forma loca. 

De repente, miro hacia la puerta y veo salir a Alfred y a Luis, buscando las voces que gritan, preguntándose qué hacemos o qué ocurre. 

Nos buscan con la mirada y nos encuentran. Ojalá se giren y nos vean. 

O ojalá no. 

Me da igual. Solo quiero divertirme. 

Recibo un golpe, por el despiste, de Aitana, que me desequilibra. Junto con el mareo por el exceso de alcohol, no puedo recuperarme y sé que voy a caer. No puedo caerme ahora, perder, delante de ellos. Ellos se giran hacia nosotras y nos ven. Sus ojos se abren como platos y yo me dejo caer al agua. Aitana, riéndose, pierde el equilibrio y se cae ante las risas de Javi. 

Cuando salgo, vuelvo a dirigir la mirada a Alfred, en busca de su mirada de frustración. Veo a Claudia salir y empezar a dirigirse a él. Y a él, enfadado, acercándose a la piscina, ignorándola por completo y, finalmente, gritándole que se vaya. Ella se va. O eso creo. No lo sé. Ni siquiera veo bien. 

Pero yo... Yo no he terminado de jugar. 

El juego no ha acabado. Yo no he acabado. 

-¿Jugamos a la botella?- propongo divertida acariciando su espalda. 

-Solo si los besos pueden ser donde se quiera- contesta Neizan, cogiéndome de la cintura por debajo del agua. 

-Pero no hay botella- dice Aitana, triste, como una niña pequeña. 

Veo a Alfred y a Luis acercarse poco a poco, discutiendo sobre si venir o no. 

Se va a arrepentir.

Cojo un vaso que hay al borde de la piscina y doy un trago que me quema la garganta pero que me impulsa a hacer lo que me acabo de proponer. 

-¿Sabéis qué?- digo soltando el vaso- Que si no hay botella, cada uno puede besar a quien le dé la gana- sentencio. 

Me acerco a Neizan y me mira los labios. Yo, cojo su cuello, clavándole las uñas y me lanzo a besarlo. Mi boca sabe a alcohol. La suya también quema. Pero no me importa. Empiezo a besarle con todas mis ganas y aliento. 

 No tengo ni idea de lo que estoy haciendo. Pero me siento tan bien. Él me levanta de los muslos y me enredo en su cadera. Oigo a Aitana decir lo mismo y lanzarse hacia Javi. 

El lío está servido. 

De repente, oigo a alguien tirarse a la piscina.

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¡Hola chicxs!

No me matéis. Sé que no es lo que esperabais, pero el alcohol no sienta bien. 

EL próximo capítulo será aún más interesante. 

Os espero en comentarios con vuestras sugerencias, críticas y mensajes bonitos. Me dan vida y luz. 

¡Qué os sigan las luces! 1115 gracias. 

¿Qué es mi vida sin ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora