-Alfred... Qué me estás contando... Dios mío...- digo con los ojos abiertos como platos.
-¡Dios! Yo tampoco me lo creo, tenemos la casa para nosotros solos, intimidad. Debo estar soñando- dice feliz. Solo le falta ponerse a dar saltos.
-¿Eso es lo que te preocupa? ¿Pero no te has enterado de lo que ha dicho de que salieron a fumar anoche? Dios, Alfred, yo no puedo con estas cosas. De un susto a otro- digo preocupada.
-¿Qué más da? ¡Estamos solos!- hace gestos para expresar su felicidad y gratitud a nuestros amigos.
-¡¿Qué qué más da?! Todo lo da. Lo da todo. Madre mía, Alfred, qué vergüenza- digo escondiéndome la cara entre las manos- ¿Qué oirían?- él encoge sus hombros queriendo decir que no tiene ni idea.
-Ni que fuera la primera vez que nos pillan- dice quitándole importancia.
-¡Dios! ¡Alfred! ¡Que no lo estás mejorando!- empiezo a dar mini vueltas, nerviosa.
-Ricky tiene razón-le miro- eres la reina del drama- sentencia. Paro de dar vueltas y me paro enfrente de él, indignada.
-A ti también te lo ha dicho, majo.
-Por quedar bien contigo y que no te ofendas...-dice convencido.
-Eres un creído- digo. Él me atrae hacia su cuerpo de la cintura.
-Y tú preciosa- dice con una sonrisa.
-Me lo dicen mucho- él ríe y niega con la cabeza.
-¿Y yo era el creído?
-T'estime- digo sin pensar. Es lo que siento. Y no me importa decirlo en voz alta. Él pone la misma cara de sorpresa que yo cuando nos dábamos un pico ante las cámaras y me abraza como un niño ilusionado.
De un abrazo tierno, pasamos a hacernos el desayuno. Sentados en la mesa, nos perdemos en el silencio. Lo echaba de menos. Pero no el mero hecho de estar callados. Lo más bonito es el silencio del ambiente, la paz que se respira en el ambiente rural con las ventanas abiertas, el aire puro que llega a mis pulmones como agua de mayo, justo a tiempo. Es un silencio bonito. Es un momento bonito.
Al terminar, me pongo a fregar los vasos, más por inercia que por otra cosa. Estoy perdida en mis pensamientos, absorta con la mirada al vacío. Pero me siento bien así.
De golpe, siento que tenemos una conversación pendiente. Imágenes borrosas de hace un par de noches me lo confirman. Lo de anoche me lo confirma. Que se hayan ido me lo confirma.
Tenemos que ponerle fin a esta indecisión, a estas dudas y vaivenes. Ojalá fuera tan fácil como un sí o un para siempre. Ojalá una mirada callara cualquier pensamiento absurdo.
-¿Sabes?- digo por fin-. Me apetece tener esa conversación.
Alfred traga saliva y siento que me mira, a pesar de estar de espaldas. Dejo los vasos y cucharas a un lado, para que se sequen y me seco las manos. Al girarme confirmo mi sospecha.
-A mí también- dice sin dejar de mirarme.
-Será mejor que nos sentemos- digo yo.
-Tras esa frase, creo que no me apetece sentarme- dice poniéndose nervioso.
-No... A ver... Que no lo decía porque fuera a decirte nada malo... Era por comodidad- digo, anticipándome.
-Igualmente, me gustaría que no hablásemos aquí dentro. Me gustaría conversar fuera- contesta-. Mi gran amigo Albert Espinosa, en uno de sus libros y en una serie, dice que las malas noticias es mejor recibirlas al aire libre. Y, bueno, aunque lo de ahora no sean malas noticias, siento que ese consejo es aplicable, e ir ahí fuera nos va a permitir respirar.
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¿Qué es mi vida sin ti?
Fanfic-Amaia, ¿estás bien?- pregunta al oír mi respiración nerviosa. Me conoce demasiado bien. -No lo sé- contesto, sincera y rota. Él suspira. -¿Quieres que me vaya? -No lo sé- vuelvo a contestar. -Pues me voy- oigo como empieza a incorporarse. No sé s...