Diez

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-He metido la pata...- sentencio. Voy a por la botella, relleno la copa y, sin pensar, dejo que de nuevo me queme por dentro. Quizá ese dolor disimule un poco cómo me siento.

Me mira sin saber bien qué decir. Él también bebe.
Empiezo a notar como el alcohol actúa en mi mente y vista. La habitación se ve diferente. En sus ojos puedo ver que a él también le afecta. Su mirada me atraviesa. No le veo odio, ni rencor, ni enfado. Su expresión es nerviosa, diferente. Como si necesitara saber lo que voy a decir; como si quisiera una justificación para él mismo. 

-No me lo tienes que contar si no quieres- dice, al fin. Trago saliva y asiento. No porque no vaya a contarlo, al contrario, estoy decidida a hacerlo, sino porque él respeta mi espacio y mis decisiones incluso en esta situación y eso lo hace grande.

-Hace tres semanas salí con mis amigos- él vuelve a mirarme, atento-. Como un día cualquiera... Bueno, ese era diferente... Fuimos a un bar nuevo que me pareció horrible. A ver... Me preguntaron por ti y les dije, simplemente que las cosas no iban como al principio. Dijeron que para animarme me llevaban a tomar algo. Y ahí estaba yo. A las tantas, en un bar cutre, con mis amigos dispuestos a buscarme problemas y líos, contra mi voluntad.

Traga saliva. Yo le sigo.
Bebe. Yo lo imito.
Asiente, como invitándome a seguir con mi relato.

-Allá las cuatro llevaba tanto alcohol en la sangre que me costaba recordar incluso donde vivía... Entonces, un chico alto, prepotente hasta en la mirada se acercó a mí y empezó a decirme tonterías que quería oír. Ángel, se llamaba. Mis amigos me miraban desde una esquina y reían. Él me invitó a irme a su piso y mis amigos me empujaron a ir. Todos los recuerdos de esa noche están como movidos, con un sabor amargo, pero lo recuerdo todo. Bua... No sé por qué acepté. Me cogió de la cintura, me subió al coche, me llevó a su piso, subimos. Intentaba que me pusiera en actitud cariñosa, pero yo no quería. En serio, no sé muy bien por qué acepté... Entré al piso, me sentía mareada. Por un momento, no supe dónde estaba ni con quién. Simplemente alguien empezó a besarme y yo le seguí. Cuando empezaba a cambiar la situación empezó a decir estupideces y me di cuenta de que él no eras tú...

Me quedo en silencio. Me mira. Atónito.

-Entonces lo empujé, me insultó, salí como pude de allí y llamé a mi hermana cinco veces hasta que me cogió el teléfono, me maldijo y vino a por mí...- me quedo en silencio. Me sigue mirando. No dice nada- Lo siento. Mucho.

-Amaia... Yo...

-Fui una tonta por ir con él y lo siento tanto... De verdad...

-Todos nos equivocamos.

Vuelve a beber. Yo dejo la copa a un lado. No necesito más alcohol. Él empieza a temblar ligeramente, está nervioso.

-¿Qué pasa Alfred?

Él sigue temblando, nervioso, mirando a un punto de la pared en el que no hay nada. Está pensando. Por un momento, creo que es por mi culpa y empiezo a hundirme. 

-Lo siento mucho... Alfred... Por favor, perdóname... No pensaba que te ibas  a poner así...

Hay un silencio que dura menos de 10 segundos pero que me recorre como un escalofrío el cuerpo y me hace sentir como si pasaran horas. 

-No es por ti...

-¿Y por qué es?- digo. 

-Yo también he metido la pata. 

-¿Cómo?

-No me acuerdo- sentencia, nervioso. 

-¿Qué?

¿Qué es mi vida sin ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora