Veinticinco

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-Amaia- interrumpe Aitana mis pensamientos.

-Dime- digo.

-Tú y yo vamos a ir a esa fiesta- dice segura- y la vamos a montar.

Una risa pícara contagiosa me indica que esta noche va a ser más divertida de lo que imaginaba. 

***

La fiesta es a las nueve y son las ocho y media. Aitana y yo llevamos casi una hora arreglándonos. Se ha maquillado y luego me ha ayudado a mí a maquillarme. Quería darme un punto diferente. Con un perfecto eyeliner, alargado y provocador, nos terminamos de retocar los matices oscuros que nos hemos puesto mientras nuestro pintalabios rojo granate mate nos mira descarado. Aitana lleva un top negro de cuero y una minifalda a juego. Yo llevo una camiseta apretada roja, de media manga, con el escote más largo y bonito que he podido encontrar y una minifalda similar a la de Aitana. Ella lleva tacones y yo he decidido ponerme unas chanclas que, a la mínima de voy a quitar. Mientras perfecciona su flequillo, yo termino de plancharme el pelo. Menos mal que Mireya traía plancha.

-Por dios, chicas, necesito entrar ya- llama Ricky desesperado, por quinta vez. 

-Ya va, ya va- dice Aitana. 

-De eso nada, voy a entrar- abre la puerta y nos mira de arriba a abajo. 

-MADRE MÍA. ESTÁIS ESPECTACULARES- dice. Nos miramos satisfechas con una sonrisa- Provocadoras, sensuales... Va a haber guerra- dice gracioso. Nosotras nos recreamos en sus palabras- Pero largaos de aquí.

Nos echa, pero estamos felices. 

Al salir, vemos que la casa está lista y, a quince minutos del inicio, la fiesta se empieza a llenar y la música a subir. 

-¿Preparada?- pregunta Aitana. 

-Vamos a liarla- digo riéndome. 

Vamos saludando a todo el que vemos. La gente nos mira, nos admira y, algunos, nos desean. Lo hemos conseguido. Nos silban y nos piropean tanto conocidos como desconocidos. Saludamos con la mejor de nuestras sonrisas. 

Casi toda la gente ha llegado. Todo se llena. 

Entonces, empieza a sonar So What y me nace una sonrisa. Este es el momento. 

-Vamos a saludarlos- digo, señalando a un Alfred y un Cepeda que no se han percatado de nuestra presencia, y que esperan a la otra punta del comedor. 

-Esto sí que va a ser divertido- dice Aitana. Pone su mejor cara de diva y yo, imitándola, al ritmo de la música, camino dispuesta a jugar. 

Cuando Alfred nos ve caminar hacia ellos, le da un codazo a Cepeda y nos miran sorprendidos, descaradamente.

-Apuesto a que desean hasta el último centímetro de nuestra piel- me susurra Aitana. 

-Y más lo van a hacer ahora- digo yo. 

Nos acercamos a ellos y, ya en frente, omitiendo el ruido, empiezo a actuar. 

-¿Qué tal va la fiesta, chicos?- digo, mirando a Alfred. Lo pillo recorriendo mi escote. Nervioso, al ver que me he dado cuenta, se traba. 

-Bueno... Bien... Osea... Bien, sí- contesta. 

-Menuda diosa- dice Luis mirando a Aitana. Él es mucho más directo. 

-Bua, cómo me molestan las zapatillas- digo, fingiendo y, girándome, me agacho de espaldas a Alfred, muy cerca. Sé dónde está mirando. Me lavanto, tranquilamente, rozándolo sin querer- Perdona, no te he visto. Da igual, me las voy a dejar puestas aún. ¿Vamos Aitana?

¿Qué es mi vida sin ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora